Masacre y manipulación - Semanario Brecha

Masacre y manipulación

El ataque de un terrorista que, en plena matanza, juró fidelidad al Estado Islámico, de inmediato se convirtió en tema de controversia electoral en Estados Unidos, revolviendo asuntos de debate esporádico, desde la disponibilidad de armas de fuego hasta la supuesta amenaza que representan los inmigrantes.

Foto; AFP FREDERIC JBROWN

En la madrugada del domingo el estadounidense Omar Mateen, de 29 años de edad, se presentó con un fusil de asalto AR-15, una pistola automática y un artefacto que parecía ser una bomba, en el club Pulse, frecuentado por homosexuales, en Orlando, Florida. Durante tres horas y media, Mateen, hijo de afganos, entre carcajadas y pausas mató a 49 personas, hirió a más de medio centenar, proclamó en una llamada telefónica su lealtad al Estado Islámico, y terminó acribillado por una unidad de operaciones especiales de la policía local.

En su embalaje al paraíso que los yihadistas esperan como recompensa de su martirio, Mateen completó la matanza más numerosa perpetrada por un solo individuo en la historia de Estados Unidos, lo cual tiene su mérito en un país donde ocurren matanzas casi todas las semanas.

Las autoridades investigan si Mateen, quien ya había sido interpelado al menos dos veces por el Buró Federal de Investigaciones (Fbi), actuó por su cuenta o si tuvo contactos y apoyo de alguna organización terrorista extranjera. Algunos sobrevivientes han dicho que Mateen actuó por momentos con calma y frialdad, y de a ratos frenético, baleando a quienes encontraba vivos o procuraban escapar del local.

El hecho de que el ataque ocurriera contra un club donde socializan homosexuales dio lugar a conjeturas de que la agresión estuviese dirigida contra esa comunidad que se identifica por su sexualidad. El 90 por ciento de las víctimas, por otra parte, son latinos, lo cual daría lugar a especular con la posibilidad de un ataque racista. Para complicar aun más la cosa, el martes se dio a conocer la versión de que Mateen podría ser gay, afirmándose que había acudido a la discoteca en diez oportunidades.

Aparte de la atrocidad del incidente, Mateen logró revolver varios asuntos que enturbian de manera peculiar la campaña electoral de este año en Estados Unidos, y fomentar la polarización creciente de una población en la que se ensanchan las brechas de ingreso, generación y percepciones del presente.

TU CULPA. NO, LA TUYA. A pocas horas del terror en Orlando, algunos abogados de la Unión de Libertades Civiles (Aclu) culparon a los “cristianos conservadores” por la matanza, dado que “han creado un clima contra los homosexuales, bisexuales y transexuales”, dice un mensaje de Twiter enviado por Chase Strangio. “Me paso la vida luchando contra la homofobia de los cristianos”, señaló el abogado, quien recordó que “la derecha cristiana ha introducido doscientos proyectos de ley contra homosexuales, bisexuales, transexuales en los últimos seis meses”. Pero el ataque lo llevó a cabo un musulmán, no un cristiano. Y aun así, la posible motivación religiosa no aparece: la franja extremista del islam que hace correr sangre por el planeta se caracteriza por un puritanismo que prohíbe el alcohol y la música, aunque no se abstiene de secuestrar, violar y vender mujeres y niños. Mezcla extraña, pero nadie los acusa de ser racionales.1

El potencial candidato presidencial del Partido Republicano Donald Trump de inmediato acusó de ineptitud al gobierno del presidente Barack Obama, y aprovechó el incidente para reclamar una veda de musulmanes y una vigilancia más estricta sobre los inmigrantes. Trump, asimismo, y con un ojo en los votantes poseedores de armas, reiteró su idea de que si más ciudadanos decentes tuvieran armas ningún asesino loquito o terrorista desenfrenado podría matar a tanta gente.

Pero el ataque lo perpetró un esta-
dounidense, no un inmigrante. Y hasta ahora, con matanzas repetidas, no ha habido una sola instancia en la que el tal “buen ciudadano armado” haya confrontado al tirador. La industria de la seguridad privada, un negocio de 400.000 millones de dólares anuales que ha puesto policías contratados y guardaespaldas por todos lados y que ha llevado a que pululen por doquier los aparatitos de observación, tampoco tiene mucho de qué jactarse porque alguno de sus vigilantes haya impedido o interrumpido una matanza. No importa, nadie ha acusado a Trump del pecado de lógica.

Trump también acusó a su eventual rival demócrata, Hillary Clinton, de planificar el ingreso a Estados Unidos de cientos de miles de musulmanes, e insinuó que Obama “o no entiende, o no quiere entender” la amenaza del “radicalismo islámico”, sugiriendo que el presidente en realidad favorece a los terroristas. Después de años y años de machaqueo de la extrema derecha acerca de la nacionalidad de Obama y su supuesta filiación musulmana, Trump no tiene más que insinuar las falsedades y el electorado entiende.

En la primera encuesta de opinión realizada por Reuters-Ipsos después del ataque en Orlando, Trump acortó en dos puntos la ventaja que le lleva Clinton de cara a las presidenciales de noviembre próximo. Y en los días que siguieron a la matanza han aumentado sustancialmente las ventas de armas de fuego.

Clinton, por su parte, demandó que Arabia Saudita, Kuwait y otros estados árabes de donde fluye la ayuda financiera para los extremistas islámicos actúen con más severidad para combatir el terrorismo. La candidata demócrata y el presidente Obama abogaron, nuevamente, por más controles en la venta de armas de fuego, tal como lo han hecho después de cada una de las matanzas.

Porque Mateen adquirió legalmente las armas que usó. El individuo había sido, incluso, vigilante privado, lo cual supone que alguien verificó en su momento sus antecedentes penales. Pero en un país donde hay alrededor de 270 millones de armas de fuego en manos de la ciudadanía, los controles más estrictos sobre la venta de armas son inútiles: un individuo resuelto a morir matando para anotarse la matanza más sangrienta de la historia conseguirá los instrumentos de forma legal o ilegal.

Nadie sabrá cuáles fueron los motivos coyunturales que tuvo Mateen para su ataque, ni los propósitos de más alcance de su estupidez asesina. Lo que sí logró, de inmediato, fue otro giro en la rosca de polarización de la ciudadanía estadounidense, con un vuelco hacia las propuestas autoritarias, las soluciones policiales, la demonización de las minorías y un menosprecio creciente por las normas democráticas y los medios constitucionales.

  1. Paradojas de la historia: países que consideran a la homosexualidad un crimen y la penalizan con severísimos castigos, como Arabia Saudita, condenaron la masacre, tal vez porque la reivindicó el Estado Islámico o por simple alcahuetería hacia Estados Unidos.

 

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