Todo menos la verdad - Semanario Brecha

Todo menos la verdad

"Contratiempo"

"Contratiempo"

El título de la película1 alude con ironía a las dificultades que un mediático ejecutivo enfrenta a partir de un accidente de carretera que cobra como víctima a un joven cuyo cuerpo desaparece. Los desesperados padres de este último se lanzan entonces a tratar de descubrir qué sucedió con el muchacho, al tiempo que el protagonista, por todos los medios, busca probar su cuestionada inocencia con respecto no sólo al mencionado accidente sino también al posterior asesinato de la mujer –su amante– que en la citada ocasión lo acompañaba en el automóvil.

Al libretista y director Oriol Paulo le corresponde, antes que nada, el mérito de saber contar una historia, de por sí complicada –plena de idas y venidas llamadas a sembrar dudas, tanto en los personajes que la animan como en el propio espectador–, que él acierta a desgranar por medio de flashback dedicados a registrar aquello que los implicados recuerdan, o aseguran recordar, con la conveniente naturalidad. Las casualidades y hasta la inverosimilitud amenazan, de a ratos, con echar todo el asunto por tierra, pero Oriol Paulo se las ingenia siempre para atrapar el interés de una platea que debe entender que la realidad, muchas veces, se reserva el derecho de lucir más increíble y artificial que la mismísima ficción. En este caso, al menos, vale la pena dejarse llevar por un relato tan proclive a revelar las maniobras inesperadas de quienes lo pueblan como las sorpresas que al realizador se le ocurre insertar con armónica intención. Para llevar todo a cabo, el hombre sabe pulsar las cuerdas de modo de obtener un ritmo que no decae, apoyándose en los cortes certeros de un montaje que, habida cuenta de los flahsback en cuestión, juegan con la incidencia contradictoria del presente y el pasado a lo largo de un desarrollo que utiliza con provecho el marco de una bellísima Barcelona y sus nevadas cercanías montañosas fotografiadas en pantalla ancha, sin perder de vista aquel punto básico que señala que una buena película puede darse el gusto de exhibir lujosos interiores y hermosos paisajes, siempre y cuando todo eso pueda ser justificado por la trama. Oriol consigue justificarlo, junto al logro mayor de hacer que el espectador, de alguna manera, pueda identificarse con un protagonista cuya moral luce, por lo menos, discutible, una silueta de la cual Mario Casas se adueña sin discusión, muy bien acompañado por un elenco en donde los veteranos José Coronado, como el padre de la víctima, y la extraordinaria Ana Wagener, la defensora –por así decirlo–, hacen lo suyo hasta el imprevisto final que conviene no revelar. A pesar de que el filme aparece registrado como español, la empresa y la mayor parte de los actores y técnicos implicados en ella, de forma tácita o explícita, no dejan nunca de lado las referencias a los suelos catalanes donde transcurre la acción.

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