Hércules Poirot, el meticuloso y siempre un poco ridículo detective belga creado por Agatha Christie, fue matado por su inventora en 1975, después de ser el protagonista de treinta y tantas novelas y no menos de cincuenta cuentos cortos, comenzados en 1920 con El misterioso caso de Styles. Fue el único personaje de ficción que tuvo un obituario en el New York Times: “Hercule Poirot Is Dead; Famed Belgian Detective; Hercule Poirot, the Detective, Dies (6 de agosto de 1975). Poirot, un detective a contramano de sus rudos pares estadounidenses, incapaz de dar una trompada a nadie o de enredarse sentimentalmente con alguna fémina involucrada en los tantos casos que resolvió, siempre atento a su atuendo y a su bigote, tuvo un éxito sostenido que lo llevó a adoptar distintos rostros en el cine y la televisión: Albert Finney, Ian Holm, Alfred Molina, Peter Ustinov, David Suchet, Tony Randall. Aún puede verse en el cable algún que otro episodio de la serie protagonizada por David Suchet. No es raro que la otra gran investigadora de Agatha Christie haya sido una solterona, miss Marple: por más muertos que aparezcan en sus tramas –y mire que aparecen–, los relatos de la autora inglesa se desperezan en cálidas casas de campo, durante jornadas de té y paseos por verdes jardines, ahítos de buenos modales y vestidos de seda. Lo “amenazante” siempre está oculto en atmósferas pacíficas y amables; el desgarro social, la corrupción del mundo, no son nunca los causantes de los crímenes, sino lisa y sencillamente “el mal”. Esta escritora tan amable era, al fin, una redomada escéptica: todos pueden ser asesinos (y de hecho, todo relato con Poirot o miss Marple culmina con una puesta en escena en la que se demuestra cómo todos podrían haber sido culpables, aunque al final el verdadero culpable, claro, siempre es uno solo, o dos cómplices, a veces). Para esos trillos, nada como un excéntrico belga atildado y maniático, o una comprensiva señorita muy mayor que todo lo vio pasar bajo la ventana de su casita en St Mary Mead.
Como no hay nada más capaz de lograr un milagro que la posibilidad de un buen negocio, ahora Poirot resucita. La novelista y poeta inglesa Sophie Hannah (Manchester, 1971) es la encargada de tal maravilla, con el acuerdo de los herederos de Christie y sus editores. Hannah no cambia la muerte del detective resuelta por su autora, sino que escribe una historia ubicada en 1929, cuando el belga aún gozaba de excelente salud, e introduce un nuevo personaje, un policía de apellido Catchpool. Los crímenes del monograma, que así se llama el libro, aparecerá el miércoles 9 de este mes, y ya saldrá a la venta en 30 lenguas y 50 países. Según las noticias circulando en la web, Hannah, que publicó a los 24 años su primer libro de poemas y ha vendido más de 100 mil copias de su primera novela, publicada en 2006, se ha especializado en las novelas psicológicas de crímenes. Una incógnita nada menor –entre las tantas que suele despertar una novela de misterio– es cómo se podrá resolver una novela con Poirot y sin Agatha Christie. Pero ya se sabe, al final todo se resuelve.