Llamado Eléctrico, reunirá tres propuestas cuyo denominador común es el empleo de amplificación. La parte central del concierto será una actuación de Tangente, un power trio que desconsidera la divisoria entre música erudita y popular y suele tocar composiciones propias. Su excelente y estimulante segundo disco fue comentado en Brecha (27-I-17).
La actuación de Tangente estará enmarcada por dos clásicos del minimalismo. El primero es “Pendulum Music”, del estadounidense Steve Reich (nacido en 1936), quizá el más prestigioso y ampliamente reconocido compositor vivo de música erudita. El minimalismo fue un movimiento que floreció en Estados Unidos en la década del 60 y revolucionó la música contemporánea con dos premisas novedosas: una simplificación radical de los materiales y un alto grado de repetitividad. Es curioso, porque en un primer momento –el más radical– estas nuevas premisas se aplicaron sin alterar otras características importantes de las vanguardias precedentes: la música no tenía temas, ni estructura métrica tradicional, ni centro tonal, se ponía mucho énfasis en la estructura y se rechazaba la expresión personal de emociones. En el mismo año en que compuso “Pendulum Music” (1968), Reich difundió su manifiesto “La música como un proceso gradual”, donde predicaba una música en la que el proceso compositivo estuviera totalmente al desnudo, que, escuchándola nomás, se pudiera percibir todo lo que ocurría y la lógica que guiaba cada ocurrencia. La condición para ello era que los materiales fueran simples, que los cambios se produjeran poco a poco y de a uno, y que el proceso fuera inexorable. Escuchar esa música sería, según Reich, “como levantar un péndulo, soltarlo y observar la manera en que se va deteniendo gradualmente; dar vuelta a un reloj de arena y observar la arena que cae hacia el fondo; poner los pies en la arena al borde del océano y mirar, sentir y escuchar cómo las olas los van enterrando”.
“Pendulum Music” es la materialización de la primera de esas metáforas. Se emplean cuatro micrófonos colgados de lo alto por sus cables, y lo único que hacen los “intérpretes” es suspenderlos y largarlos para que empiecen a oscilar. Abajo de cada micrófono hay un parlante, y cada vez que el micrófono pasa sobre él se genera un breve acople. Los espectadores escuchan-ven ese patrón complejo de los distintos péndulos, y cómo se va transformando. Cuando los micrófonos se detienen la obra se da por concluida.
“Hoketus” (1977), mucho más compleja, es una de las obras maestras de la música erudita de la segunda mitad del siglo XX. Su autor, el holandés Louis Andriessen (nacido en 1939), era un compositor muy comprometido con las ideas de la nueva izquierda. El minimalismo, que él descubrió en 1971, fue una solución para su dilema estético: una nueva vía de comunicabilidad que no implicaba un mero volver atrás. El título se refiere al hoquetus, una práctica medieval donde las melodías eran repartidas entre dos o tres instrumentistas o cantantes. El resultado era un mosaico sonoro. En “Hoketus” hay dos grupos musicales de idéntica formación dispuestos en extremos enfrentados del escenario. Cada grupo está integrado por piano, piano eléctrico, bajo eléctrico, congas, flauta de pan y saxo. Una formación, por lo tanto, policultural: tiene elementos de la música erudita tradicional (piano), de la música popular y folclórica latinoamericana (flauta de pan, congas), del jazz y del jazz-rock (teclados, saxo, bajo). Alternándose, los grupos repiten algunas veces determinado patrón, luego cambian a otro que es como una pequeña modificación del anterior. Es extraordinario el efecto de la alternancia de los grupos, el impulso rítmico de las figuras, la fascinante evolución de la obra, la sonoridad áspera y penetrante de los acordes disonantes y de esa original combinación de timbres. Escuchar y ver esta obra maestra en vivo es una experiencia inigualable.