En la primavera de 2012, cuatro mil mineros asturianos declararon una huelga indefinida como consecuencia de los recortes impuestos por el gobierno de Rajoy y el continuo cierre de minas. Mientras una columna de hombres se movilizó a pie en la llamada Marcha Negra hasta Madrid, sus esposas, “las mujeres del carbón”, iniciaron movilizaciones propias adhiriéndose a sus reclamos. Antes que eso, la ocupación de una mina, manifestaciones, asambleas, concentraciones, cortes de carretera y enfrentamientos son todos registrados por las cámaras, y expuestos en este poderoso documental.
Un compañero de Brecha, militante en los años setenta, me contaba que en aquel entonces en Uruguay las únicas manifestaciones que los militares no se animaban a reprimir eran las de los mineros. La razón era simple: “cada uno llevaba un cartucho de dinamita en la mano”, explicaba. De algún modo, este documental permite ver eso: los movimientos mineros son especialmente imponentes y temerarios. Cuando un grupo de policías antidisturbios es enviado a reprimirlos, ellos los reciben arrojándoles misiles caseros que detonan contra sus escudos de policarbonato. Así, el mismo jefe del operativo policial se ve obligado a ir a hablar con ellos y pedirles un diálogo pacífico, para entenderse “como hombres”.
Esta película genera una sensación atípica: la idea de estar viajando en el tiempo, a los mismísimos años sesenta y setenta, cuando pululaban los documentales centrados en movilizaciones sociales y que eran concebidos como parte de esa misma lucha. El espíritu aquí es el mismo, con la variación de que todo es una rareza; no sólo un documental de este tipo hoy es extraño sino también el mismo movimiento, que pareciera emerger de las entrañas de la tierra (cierto) y desde tiempos remotos (cierto a medias). Los emotivos cánticos, en especial el himno “En el pozo María Luisa”, que rememora un episodio de hace cincuenta años, recuerdan la herencia ancestral que cargan estos obreros: “Traigo la camisa roja, de la sangre de un compañero. (…) Traigo la cabeza rota, que me la rompió un costero tranlaralará, tranlará, tranlará… Que me la rompió un barreno, mirá, mirá Maruxina mirái, mirái cómo vengo yo” cantan estos participantes en sus marchas, con paso lento, semblantes graves, voces gruesas y un efecto estremecedor.
Quizá el principal mérito de la película no esté solamente en plantear un acercamiento contemplativo a los seres humanos que componen un movimiento, a su cultura y su organización, sino además en saber trasmitir la fuerza adquirida en su unidad y su alzamiento. El espectador se vuelve parte de un emotivo proceso que alcanza un clímax final en la llegada de la marcha a Madrid, cuando confluye con una multitud de organizaciones sociales y civiles que reciben a los mineros como héroes.
Y lo mejor del asunto es que Remine… viene llevándose premios en festivales latinoamericanos y europeos, y fue nominado a seis candidaturas a los premios Goya, incluido mejor película. A lo mejor se trata del comienzo de una nueva tendencia. Mientras surjan otros documentales de movilizaciones populares, y se sigan filmando con estos grados de humanidad y buen pulso, bienvenidos sean.
* Remine, el último movimiento obrero. España, 2014.