Edición de Hombres de nuestra tierra, de Clara García: Mucho más que un disco, mucho más que un cancionero - Semanario Brecha
Edición de Hombres de nuestra tierra, de Clara García

Mucho más que un disco, mucho más que un cancionero

El 18 de octubre se presentó en la Fundación Mario Benedetti Hombres de nuestra tierra. Transcripciones para guitarra y voz, de Clara García. El libro estrena, y pone al alcance de todos, las transcripciones de las canciones del álbum homónimo de Daniel Viglietti y Juan Capagorry, grabado por Eduardo Etchepare para el sello Antar.

Hombres de nuestra tierra. Transcripciones para guitarra y voz, de Clara García. Tacuabé, Montevideo, 2023. 203 págs.

En 1964, un joven Daniel Viglietti de 25 años dio a conocer su segundo trabajo discográfico, Hombres de nuestra tierra. Ciclo de canciones uruguayas, que había emprendido junto con el escritor Juan Capagorry y la entonces fotógrafa de Marcha, Isabel Gilbert. El disco presentaba algunas particularidades: lo primero que debió llamar la atención de quienes lo tuvieron en sus manos fue el librillo con fotografías, que retrata a los personajes de las canciones. Se fijaban en la retina las imágenes de aquellos trabajadores rurales –como el carrero, el calagualero o el monteador, por nombrar algunos– tan ajenos al público montevideano. La segunda particularidad es la unidad conceptual: cada una de las diez canciones presenta a un personaje y su oficio a través de la pluma de Capagorry. La música estuvo a cargo de Viglietti, quien utilizó ritmos folclóricos uruguayos, como la huella, el cielito y el gato, entre otros.

Llegado el momento de la escucha, el oyente se encontraba con el recitado de Capagorry que introducía cada pieza y, sin afectación, describía al hombre y su paisaje vital. De esta forma, todos los elementos en juego –palabra, música e imagen– se potenciaban en amalgama. Esta intención quedó plasmada en la contratapa del disco: «Los poemas de Capagorry dieron la esencia, la raíz de cada personaje, surgida del profundo conocimiento de aquellos hombres por parte del poeta. La música debía ser un medio fluido y directo de transmitir esas estampas de seres, lugares y costumbres. Recurrí entonces a ritmos folclóricos uruguayos […]. Pero no bastaba con cantar y relatar la existencia de alguno de estos hombres del campo; surgía la necesidad de fijarlos en la imagen, de ejemplificar su presencia viva y concreta por medio de la fotografía». La cita muestra con meridiana claridad la conciencia de lo que se habían propuesto los creadores: una obra integral que superara una mera colección de piezas musicales.

Hombres de nuestra tierra es más que un disco, en tanto conjuga diferentes lenguajes artísticos que se articulan temáticamente y tiene, además, un valor antropológico, ya que fue un registro de aquellos oficios y modos de vida que estaban desapareciendo. El álbum abre con la huella «Carrero», en cuyo recitado oímos: «Antes era distinto. Las carretas eran las dueña’e los caminos…», y, poco después de sumergirnos en el andar cansino de la carreta, escuchamos: «El progreso lo halló con un oficio y una carreta vieja. No vaya a creer que es lindo andar en un tiempo nuevo cargado de recuerdos viejos…». Si a la distancia resulta difícil imaginar el grado de novedad que supuso este álbum, quizá sea útil recordar que el disco conceptual más famoso de esa década fue el Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, de The Beatles, editado recién en 1967.

Podríamos decir que el origen del libro que se acaba de editar está en los Fondos Concursables para la Cultura (Ministerio de Educación y Cultura) en 2019 y eso es parcialmente cierto; sin embargo, en la presentación, Clara García relató un punto de partida anterior. El germen del proyecto tuvo lugar en 2017, año en que se sucedieron los fallecimientos de Graciela Paraskevaídis y Coriún Aharonián, con quienes la autora se había formado, y, unos meses después, el de Daniel Viglietti. En 2017 y a 24 horas de la muerte de Paraskevaídis, García viajó becada a Brasil por un año. A lo largo de ese tiempo, como reacción a las noticias recibidas, nació un sentimiento de urgencia por investigar y documentar lo realizado por sus referentes. Esta suerte de responsabilidad cultural es la que la llevó a pensar un proyecto centrado en el disco que, por las singularidades anotadas y por su condición de cantante, guitarrista y compositora, siempre le resultó atractivo. A ello se sumaron las resonancias de los veranos de infancia y adolescencia vividos en las cercanías de Mercedes, donde conoció habitantes de ese mundo rural tan presente en las canciones.

El subtítulo, Transcripciones para guitarra y voz, peca de modestia. Los lectores podríamos cometer dos errores: pensar que se trata únicamente de un cancionero y que está dirigido en forma exclusiva a los músicos. Sin embargo, desde su portada, el libro nos invita a acercarnos y contemplar la foto que ilustró la tapa del disco. El magnetismo se mantiene y acrecienta, entonces, al recorrer sus 200 páginas sin sentirlas. El mérito está en el elegante y amable diseño gráfico, a cargo de Tania Casares y Lautaro Hourcade, y en la prosa erudita y amena de la autora.

El volumen inicia con una introducción que aborda el desarrollo del estudio de la música en el territorio nacional. Toma como punto de partida los años cuarenta, con la creación de instituciones fundamentales para el desarrollo cultural (Instituto Interamericano de Musicología, 1938; Escuela Nacional de Bellas Artes, 1943; Facultad de Humanidades, 1945; Conservatorio Nacional de Música, 1953), y los trabajos de campo llevados adelante por Lauro Ayestarán. Esta sección es fundamental para comprender primero el clima cultural del momento y luego el interés por rescatar los géneros musicales propios y ya no los de la región, especialmente los argentinos. Ese asunto se subraya en el título y subtítulo del disco: «nuestra tierra» y «canciones uruguayas». La segunda sección, «Semblanzas», presenta las figuras de Capagorry, Gilbert y Viglietti incluso más allá de lo que fue su participación en Hombres de nuestra tierra. El pasaje entre las secciones resulta un devenir natural en la lectura, ya que recién cuando estamos en conocimiento del escenario vemos a los artistas en la escena.

Vale la pena destacar el cuidadoso trabajo de investigación y presentación de la información. La investigadora respalda los datos aportados con precisas notas al pie en las que referencia los archivos, las colecciones, los testimonios y la prensa relevada sin que esos incisos se vuelvan una molestia para el lector. También debe ser dicho que, producto de esta investigación, se dan a conocer materiales inéditos; a modo de ejemplo, otras tomas de las fotografías de Gilbert y algunas de las más de 3 mil piezas gráficas que produjo Capagorry.

La siguiente sección, «Canciones», presenta para cada composición el recitado, la fotografía, la transcripción –tanto en partitura como en tablatura para guitarra y voz–, la letra y un material gráfico, ya sea un borrador del libreto de Capagorry, un afiche de concierto u otros hallazgos que el lector disfrutará. La abundancia de materiales no termina allí: la siguiente sección, «Anexo documental», brinda una variada y valiosa cantidad de piezas de archivo.

Hombres de nuestra tierra. Transcripciones para guitarra y voz es un hermoso libro álbum, un cancionero necesario, un trabajo de investigación cuidadoso y, sin duda, el producto de un trabajo de muchos, como se puede apreciar en los créditos y los agradecimientos.

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