Mucho más que sangre - Semanario Brecha

Mucho más que sangre

Hay varias características que vuelven a Fantaspoa uno de los festivales más atractivos de la zona, y en particular uno de los favoritos de este cronista. A continuación se detallan algunas de ellas.

13ª EDICIÓN DE FANTASPOA

En primer lugar y principalmente su programación: una curaduría que este año exhibe 100 películas escogidas cautelosamente de entre 2.200 postuladas. Es decir, menos del 5 por ciento de las recibidas son finalmente proyectadas. Esto significa que de todos esos filmes de animación, terror, ciencia ficción, fantasía y thrillers llegados a la preselección, lo que uno acaba viendo cuenta siempre con una dosis de originalidad, algún elemento que lo lleva a sobresalir de una manera u otra, por no hablar de la impactante cantidad de sorpresas cinematográficas con las que uno se encuentra en general. En segundo lugar, es un festival largo: 17 días es una maratón especialmente intensa, considerando que por lo general los festivales duran poco más de una semana, a lo sumo dos, y suelen dejar a los asistentes con ganas de mucho más. En tercer lugar, los festivales pequeños –como los de Montevideo o Punta del Este– suelen ser los más cálidos. Si uno va a uno grande, como Berlín, Cannes, Venecia, Toronto o incluso el Bafici y Mar del Plata, va a perderse en el gentío, abandonado a su suerte. Quizá pueda asistir a una película presentada por el mismo Herzog, pero el director será inaccesible, confinado en un hotel, a resguardo del acoso de los periodistas y de los seguidores en general. Fantaspoa puede no traer a consagrados de la talla de Herzog, pero entre sus decenas de invitados internacionales pueden encontrarse talentos similares en los comienzos de su carrera, o sin la misma suerte que el susodicho. Pero además este año Bill Plympton, uno de los animadores más prestigiosos del mundo, coronará el festival con su presencia.

Fantaspoa es como una gran familia, y el intercambio entre directores, productores, periodistas, organizadores y público en general se da en los mismos cines, en los corredores, en los restaurantes, en las fiestas. Paradójicamente, los festivales pequeños se prestan muchísimo más para interacciones reales entre sus participantes.

Por último: no se trata simplemente de una ventana de exhibición más. La mayoría de las películas que llegan a Fantaspoa seguramente no podrían ser vistas en otros sitios, discriminadas por los festivales orientados al cine más “autoral”, y lejos de los canales dominantes de distribución. En la edición del año pasado este cronista quedó completamente perplejo al descubrir, por ejemplo, el increíble filme de humor negro canadiense Patchwork, y el maravilloso drama terrorífico alemán Der Nachtmahr. Ninguna de las dos siquiera se acercó a estas latitudes, son muy difíciles de conseguir y, para colmo, apenas logran darse a conocer en sus propios países. Una auténtica injusticia; la eterna maldición del cine independiente.

Algún escéptico podría creer que la parcelación del festival en determinados géneros atenta contra su diversidad, y los prejuiciosos dirían que se trata simplemente de cine de terror, repleto de sangre y tripas, pero eso es totalmente erróneo. Varias de las más notables películas de la actual edición lo atestiguan: Granny’s Dancing on the Table, de la directora sueca Hanna Sköld, que combina animación en stop motion con acción real, es uno de los relatos más originales e intimistas de los últimos años, sobre la vida de un padre y una hija radicalmente aislados en una casa ubicada en las inmediaciones de un bosque nevado. Psiconautas, los niños olvidados, es una excelente película animada, triste como casi ninguna otra. El director español Pedro Rivero adaptó la novela gráfica de nombre homónimo para plantear una dolorosa metáfora sobre toda una generación de de-
sempleados convertidos en yonkis, luego de varios cierres de fábricas en la España de los años ochenta. Por su lado, la polaca The Lure es una hermosa fábula musical que recupera criaturas mitológicas pertenecientes a antiquísimas leyendas del folclore occidental: las sirenas. La directora Agnieszka Smoczynska resignifica el mito y profundiza en ese costado inquietantemente molesto de figuras femeninas que son al mismo tiempo un irresistible objeto de deseo y una condena mortal. La estadounidense Fashionista, de Simon Rumley, explora una adicción poco abordada en el cine, la obsesión de una chica por comprar ropa de moda; lo más interesante es que se la muestra como una dependencia sumamente peligrosa, con consecuencias similares a las de la heroína u otras drogas duras. Por fuera de todas estas grandes películas y una docena más de la talla, interesantes largometrajes provenientes de India, Filipinas, Malasia y Laos dan cuenta de una amplitud atípica.

En lo extracinematográfico, la consigna “Fora Temer” es una constante. No sólo porque cada tanto alguno de los invitados lo dice directamente frente al micrófono, sino porque se trata de un sentimiento compartido tanto por la organización como por el público. Detrás de ese sentimiento unánime se esconde sin embargo un notorio pesimismo, nacido de la sospecha de que, de haber un recambio, el sustituto puede ser aun peor que Temer. Sea un personaje emparentado con el poder religioso, el financiero o el militar, la sensación generalizada es que allí fuera hay posibilidades mucho más terroríficas que cualquier cosa que podamos ver estos días en las pantallas del festival.

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