En sus comunicados de prensa, la cancillería israelí hizo todo para imponer titulares positivos sobre la gira del jefe de gobierno en América Latina. Pero los diarios israelíes lo describieron como un respiro de dos semanas para Biniamin Netaniahu y su esposa, Sara Netaniahu, de las indagatorias policiales por media docena de casos de corrupción a los que la pareja está ligada. En estas causas estarían obligados a comparecer ante la justicia como acusados y sería lo único que podría evitar la perpetuación del primer ministro en el cargo, ya que, ni en su coalición de derecha ni en la dividida centroizquierda hay otro candidato que goce del apoyo que tiene el “Mago”, Biniamin Netaniahu.
Cerca de un decena de ministros israelíes pasaron –o pasan en estos días– temporadas en presidio por corrupción personal. Un ex presidente israelí –Ezer Weizman– debió renunciar por recibir regalos (algo que se percibió como un soborno) y otro, Moshé Katsav, por la violación y el acoso sexual a sus empleadas. Israel cuenta también con un jefe de gobierno que se salvó de ser juzgado por caer en coma, Ariel Sharón, y otro, Ehud Olmert, que debió renunciar en 2008 por acusaciones de corrupción mucho menores que las que se dirigen en estos días contra “Bibi”.
Estos casos serían la prueba de que se trata de un país donde la justicia aún es independiente. Pero recientemente la ministra de Justicia, Ayelet Shaked –del partido religioso y ultranacionalista El Hogar Judío–, presentó un proyecto de ley para limitar y cercenar los poderes de la Suprema Corte israelí, una corte habilitada para definir la legalidad de las leyes en un país que no tiene Constitución y que en los últimos meses ha anulado varias leyes aprobadas por la coalición de derecha y religiosos de Netaniahu, que atentaban contra los derechos humanos de refugiados africanos, de palestinos en Cisjordania, de corrientes religiosas judías liberales o de la comunidad homosexual en Israel.
Netaniahu y sus aliados ven a la Suprema Corte de Justicia como un enemigo, a los oficiales de la Policía que lo investigan como enemigos, al fiscal del Estado –que el mismo Netaniahu nombró– como un enemigo y a los medios de comunicación y periodistas independientes como sus peores enemigos, movidos no por la verdad, sino por su “izquierdismo”, palabra que se convirtiera en símbolo de “traición a la patria” en la era Netaniahu, una acusación que permite e insta a la violencia, con expresiones físicas contra periodistas y manifestantes opositores.
La ministra de Justicia se expresó recientemente en contra, de la suposición de que un jefe de gobierno debe renunciar si se presenta una demanda judicial en su contra, y no debe hacerlo sino hasta que sea declarado culpable (contrariamente a lo que se le exigió a Ehud Olmert, hace nueve años). Shaked también afirmó que no hubo gobierno con mejor disposición con los religiosos, con los colonos y sus apoyos en el parlamento, con la privatización de los servicios y la economía neoliberal, y que por eso Netaniahu no debe renunciar.
Pero los cargos que enfrenta el primer ministro no son cosa menor. Dejando de lado las causas “menores” abiertas contra su muy pintoresca esposa (a la que ya se le demostró maltrato de personal y que es acusada de usar fondos públicos para sus caprichos privados por más de 150 mil dólares), Biniamin Netaniahu ya es considerado sospechoso por la Policía de “soborno, fraude y abuso de confianza” en dos de cuatro casos en los que es investigado.
Estas sospechas están en estos momentos en manos del fiscal general, Avichai Mandelblit, que a su vez cumple la función de asesor legal del gobierno. Es Mandelblit quien debe decidir si lleva o no a Netaniahu a juicio, en función de las posibilidades de demostrar su culpa.
ACUMULANDO INVESTIGACIONES. Las acusaciones son parte de varias investigaciones criminales que involucran de alguna manera al primer ministro. Y en una de ellas, llamada “Caso 1.000”, Netaniahu fue interrogado sobre regalos (puros, champagne y joyas por decenas de miles de dólares) que él y su esposa supuestamente le pidieron y recibieron ilegalmente durante varios años del empresario israelí y productor de Hollywood Arnon Milchan. La pareja reconoció haberlos recibido, pero los calificó de obsequios normales “entre amigos”. Varios medios reportaron a inicios de este año que Netaniahu les habría pedido al ex secretario de Estado John Kerry y al embajador de Israel en Estados Unidos que ese país le alargara la visa de diez años al empresario. Según reveló el diario israelí Haaretz hace una semana, el primer ministro también habría intentado ayudar a Milchan a adquirir parte de una empresa de medios israelí.
La investigación “Caso 1.000” también estudia si los lujosos regalos que el magnate australiano James Packer le habría hecho a la familia Netaniahu constituyen un conflicto de intereses. Según informes en la prensa israelí, un ministro de ese país admitió que se había encontrado con un abogado del multimillonario y que éste le hizo preguntas sobre cómo conseguirle a su cliente la residencia o ciudadanía israelí.
Biniamin Netaniahu también es blanco de otra investigación, llamada “Caso 2.000”, sobre el supuesto acuerdo con el dueño del diario Yediot Ahronot, Arnon Mozes. El primer ministro es acusado de intentar asegurar una cobertura positiva de su gobierno en ese periódico, ofreciendo a cambio limitar la circulación de su competidor Israel Hayom, que financia y reparte gratuitamente el multimillonario estadounidense Sheldon Adelson, un “espónsor” de la derecha más dura en Estados Unidos y el principal apoyo mediático de Netaniahu en la última década.
TESTIMONIO EXPLOSIVO. En estos dos casos, la situación de Netaniahu se vio agravada por la decisión de Ari Harow –ex asesor, director de finanzas y, en determinado momento, director de la oficina del premier– de aceptar ser testigo protegido de la fiscalía para declarar en contra de su ex jefe. Hasta hace dos meses Netaniahu recibía a Harow y a su familia en su casa. Hoy la ex mano derecha del primer ministro no testimonia por arrepentimiento o amor a la justicia, sino a cambio de evitar la pena de cárcel por otro caso en el que es sospechoso de soborno, fraude, abuso de la confianza, fraude agravado y blanqueo de dinero.
El “Caso 4.000” corresponde al denominado “Affaire Bezeq”, por el nombre de la mayor compañía de telefonía del país (privatizada hace unos veinte años), e involucra a Shlomo Filber, uno de los colaboradores cercanos de Netaniahu y director general del Ministerio de Comunicaciones. Filber fue nombrado por Netaniahu después de dirigir su campaña en las últimas elecciones y ahora es sospechoso de haber entregado información privilegiada al propietario mayoritario de Bezeq, Shaul Elovitch, que permitió a este último ganar cientos de millones de dólares. Elovitch, que es también propietario de un importante sitio de noticias favorable a Netaniahu, es un viejo amigo del premier, aunque Netaniahu dice haber “olvidado” declarar un conflicto de intereses cuando él mismo asumió la cartera de comunicaciones en mayo de 2015, junto a la de relaciones exteriores y la jefatura de gobierno.
Pero el caso aparentemente más grave a nivel nacional israelí es el denominado “Caso 3.000”, relacionado con la compra de submarinos y naves de patrulla y combate a Alemania. Según se sabe hoy, Netaniahu habría aprobado la compra de estas naves a Alemania después de anular una licitación ganada por un astillero de Corea del Sur. Las especificaciones de los barcos en los términos de la licitación fueron cambiados como para que coincidieran más con las naves que la empresa alemana –ThyssenKrupp– podía ofrecer y a un precio sospechosamente alto.
Es más, el ex jefe de las fuerzas armadas y ministro de Defensa hasta marzo del 2016, Moshé Yaalon, declaró que el acuerdo con los alemanes le fue ocultado, y fue apartado del cargo a semanas de firmar el acuerdo, que encargaba dos submarinos más de los que la Armada israelí había solicitado para renovar su flota.
Yaalon criticó el acuerdo para la compra de los submarinos germanos. “Pensemos qué podía hacerse con 2.000 millones de euros en lugar de acordar (la compra de) submarinos que no son necesarios”, comentó, dirigiéndose al premier israelí.
El escándalo se desató cuando la investigación periodística y policial reveló que David Shimron, primo, asesor cercano y abogado personal de Netaniahu, actuaba en sociedad con Micki Ganor, el representante de ThyssenKrupp, y recibió un porcentaje del negocio por la compra inflada en el precio y en el número de naves encargadas. Netaniahu, que se cruzaba diariamente con Shimron y escuchaba sus consejos en temas personales y nacionales, alega ahora que su abogado es sólo un primo segundo y que él, Netaniahu, no conocía su conexión con la firma alemana.
Cuando Ganor aceptó convertirse en testigo protegido de la fiscalía a cambio de una reducción de pena por delitos que cometió, temblaron los primos y Biniamin Netaniahu protagonizó un ataque desenfrenado contra los medios, la Policía y la justicia, acusando a todos de izquierdistas.
APOYO. Según una encuesta realizada por Mina Tzemaj y Mano Gueva, publicada el 20 de setiembre por el diario Yediot Ahronot, el 54 por ciento de los israelíes no creen, como lo afirma Netaniahu, que todas las sospechas contra el primer ministro son parte de una campaña de la prensa izquierdista. El 63 por ciento de los encuestados señaló que si el fiscal general decidiera llevar a juicio a Netaniahu, él debería renunciar por voluntad propia. Un 57 por ciento opinó que en ese caso habría que adelantar las elecciones programadas para mayo del 2019.
Sin embargo, y paradójicamente, el mismo estudio muestra que Netaniahu es considerado por el 29 por ciento de los israelíes como la persona más apropiada para el cargo de premier, un apoyo que no recibe ninguna otra figura política. Detrás de Netaniahu sigue el centroderechista Yair Lapid con 12 por ciento y el laborista Avi Gabai con 10 por ciento, por lo que es muy probable que de permitírsele a Netaniahu participar en las próximas elecciones, podría perfectamente ganarlas.
El estudio arrojó otros datos que podrían explicar parte de esa contradicción: la gran mayoría de los israelíes están conformes con el statu quo. Según la encuesta, el 86 por ciento de los israelíes estima que su situación personal es entre “buena” y “excelente”. Sólo un 10 por ciento calificó su situación de “no buena”, “mala” y “muy mala”. Y esto en un país del que Netaniahu dice que está bajo el peligro de la bomba atómica iraní, las armas químicas sirias y los terroristas chiitas en Líbano, y palestinos en Cisjordania y Gaza.
En este país –que dedica gran parte de su presupuesto a gastos militares, a la ocupación de Cisjordania, su colonización contraria al derecho internacional y a la represión de la oposición palestina a esta apropiación– el “problema de la seguridad”, según dicho estudio, es visto como el más grave sólo por el 17 por ciento de los encuestados. Las prioridades de la mayoría son otras: el nivel de precios (30 por ciento estima que es el problema social más grave). La preocupación sobre la seguridad es más o menos igual que aquella sobre las diferencias entre ricos y pobres (15 por ciento) y los precios de la vivienda (12 por ciento).
CORRUPCIÓN Y OCUPACIÓN. El argentino israelí Edy Kaufman, con décadas de especialización en la solución de conflictos ofrece otra explicación. “Pensemos acerca del efecto ante el intento de frenar la rebelión de aquellos palestinos que pretendían poseer el derecho de alzar las armas en contra de la tiranía, algo que pueden comprender los pueblos liberados del colonialismo desde Estados Unidos hasta Uruguay y Argentina. Para prevenir un eventual levantamiento, nuestras fuerzas dominantes necesitan encontrar colaboradores, informantes generados mediante sobornos, chantajes, amenazas, daños síquicos o físicos u otras prácticas inmorales”, escribía Kaufman en Nueva Sion.1 Kaufman se refiere a beneficios como un permiso de trabajo y hasta la posibilidad de ser atendido en un hospital israelí, desde dinero por información y hasta la amenaza de publicar las tendencias sexuales de alguien a quien se exige “colaboración” en el mantenimiento del orden, en el mantenimiento de la ocupación.
Su conclusión es clara: en un país que necesita a la corrupción para poder mantener el orden y el bajo nivel de violencia y percepción de inseguridad, es imposible que la corrupción no se extienda y no se eleve hasta los más altos mandos. Ahora está claro que la amenaza iraní –sea cierta o no tanto– es la que lleva a invertir miles de millones de dólares en un abastecimiento militar a veces innecesario hasta para los ojos de las fuerzas armadas, algo que agranda la tajada de los intermediarios.
Ya hace 50 años que el Ejército de Defensa de Israel se ve convertido en gran medida en el ejército de ocupación. Tanto los soldados conscriptos como sus oficiales, y hasta los más altos de ellos, entienden que su actividad no se justifica por la defensa de las fronteras verdaderas, sino por la mentira intrínseca de servir en la defensa de las colonias israelíes, en territorios palestinos ilegalmente apropiados. Y si las cosas funcionan así, entonces se puede relativizar la disposición a “morir por la patria”, a no mentir, a no dejarse corromper, especialmente cuando –como se dice en hebreo– “el pescado apesta por la cabeza”.
La cabeza del pescado en Israel se mantiene firme. Hay países en los que gobernantes se suicidarían si se descubriesen faltas mucho menores. Hoy, viernes 29 a la noche comienza Yom Kipur, el Día del Perdón judío, que tradicionalmente sirve no sólo para solicitar perdón a dios y su clemencia, sino especialmente para pedir perdón y clemencia a nuestros semejantes, a los seres humanos. Pero para eso primero hay que comprender que pecamos. Netaniahu no lo ha hecho.
- “El impacto de la ocupación en la corrupción israelí”, 17-IV-17.