Los cuentos de hadas y las historias de princesas han sido objeto de relectura de las sociedades modernas. Hace un par de años la psicóloga estadounidense Jennifer L Hardstein popularizó el libro Princess Recovery (“Recuperación de la princesa”), en el que habla de lo que ella llama “síndrome de la princesa”, una suerte de trastorno generado por el impacto “negativo y peligroso” de ciertos cuentos y personajes de ficción para niños. En su libro, Hardstein asegura que películas como Blancanieves o Cenicienta contribuyen a trasmitir una idea estereotipada de la mujer e impactan negativamente en las jóvenes receptoras de estos contenidos, llenándolas de conceptos superficiales sobre la femineidad. Como fenómeno contracultural, las editoriales latinoamericanas Sudestada y Chirimbote lanzaron recientemente una colección denominada Antiprincesas, cuyos títulos cuentan historias de mujeres independientes y creativas, como Frida Kahlo y Violeta Parra, y ya son éxitos de ventas.
Esta suerte de revolución inclusiva, que principalmente pone su atención en el uso del lenguaje, también llegó al teatro. De Montfort Hall, de Leicester, compañía de teatro británica que está preparando sus clásicos espectáculos navideños, anunció a los medios de comunicación locales que la princesa Blancanieves estaría acompañada por siete “amigos” porque el término “enano” no sería una palabra con la que la gente se sienta a gusto. Por eso Tímido, Sabihondo, Mudito, Gruñón, Feliz, Estornudos y Soñoliento serán remplazados por niños actores quienes oficiarán de “amigos”, según informó el Leicester Mercury.
La historia, escrita originalmente en Alemania por los hermanos Grimm, ha contado con numerosas adaptaciones desde su creación en 1812, pero hasta el momento nunca se había alterado la aparición de los pequeños mineros. Igualmente el teatro ha aclarado su posición –en un intento de esquivar la polémica–, diciendo que en el espectáculo titulado Blancanieves todavía se refieren a los personajes como “enanos”, a pesar de que optaron por un grupo de danza infantil con disfraces en lugar de actores adultos.
Warwick Davis, actor enano que ha participado en películas como Star Wars y Harry Potter, criticó la propuesta acusándola de ser una manera de aumentar los márgenes de ganancia de los productores de la obra, usando a niños en lugar de actores profesionales. “Estoy seguro de que hay personas ahí fuera a las que no les gusta el término, pero como un actor pequeño quiero tener la posibilidad de elegir si aparezco en la obra o no. No quiero que alguien tome esa decisión por mí”, declaró al Leicester Mercury. “Pierde algo si no tienes a los enanos de Blancanieves –agregó Davis–; he estado en un montón de producciones y no lo considero para nada ofensivo.” Además aseguró que este tipo de polémicas “paranoicas” les quitan a aquellos actores de baja estatura la posibilidad de acceder a empleos en la industria del arte.
Luego de las declaraciones del actor, el gerente general de De Montfort Hall, Anthony Flint, aclaró a The Independent que el espectáculo se basa más en el cuento de hadas de Grimm que en la adaptación cinematográfica de Disney de 1937, que otorgaba un papel más importante para los enanos.
Esta archiconocida historia es parte de un arduo trabajo de recopilación y redacción de historias, básicamente de tradición oral, que los Grimm desarrollaron en épocas de la ocupación napoleónica de Prusia como forma de resistencia cultural. Ésta consistía, entre otras cosas, en apuntalar la identidad alemana a partir de sus raíces. En el libro en dos volúmenes Kinder-und Hausmärchen (“Cuentos para la infancia y el hogar”), publicados en 1812 y 1815, están catalogados 200 cuentos, y su extraordinaria difusión contribuyó a que en muchos lugares su versión escrita desplazara casi por completo a las que seguían vivas en la tradición oral local.