Manolis Glezos toma una nota y lee en voz alta: “Querida madre. Hoy voy a ser ejecutado cayendo por el pueblo griego”. El texto lo escribió otro Glezos, Nikos, hermano de Manolis, cuando supo que iba a ser ejecutado por el régimen nazi que controlaba Grecia en los años cuarenta. El pequeño trozo de papel, escondido en el forro de un sombrero, fue entregado a la madre de ambos. Manolis no quiere saber qué pone en un borrón al final de la hoja. “Escribe ‘voy’, no ‘me llevan’, y presta atención en que escribe ‘pueblo’ en mayúsculas. Puede ser por el pueblo español, alemán, o de todo el mundo”, comenta a Público el histórico político comunista griego y héroe de la resistencia antinazi durante la Segunda Guerra Mundial.
Glezos, eurodiputado de Syriza durante un año, guarda muy buen recuerdo de los escasos 19 años que pudo compartir con su hermano. Quizás por él sigue presentando batalla y quizás por él escribió gran parte de su obra como escritor y poeta. Manolis fue condenado a muerte tres veces. Al pueblo, ese mismo que aparece en mayúsculas en la nota, le debe el seguir con vida, ya que se libró de la ejecución gracias a las protestas populares.
El café parece ser la gasolina que hace funcionar a este hombre de casi cien años (tres tazas en menos de dos horas). “Tú te pones café y a mí me tienes así”, le recrimina a su ayudante, Giorgos, con sorna, señalando su tazón vacío. Aunque ya no peine el frondoso tupé del que hacía gala años atrás, su bigote, y especialmente sus cejas, son una clara imagen de su espíritu rebelde, siempre pendiente de la actualidad.
—Usted nació el mismo año en que Grecia perdió Esmirna (1922) y miles de griegos volvieron a la península balcánica. ¿Qué percepción tiene de la actual crisis humanitaria que viven los refugiados?
—Aquella vez la derecha insultó a los refugiados griegos, que sin embargo trajeron nuevas ideas y otra cultura a nuestro territorio. La solución que yo planteo es que debemos preguntarles uno por uno: ¿adónde quieres ir? Algunos querrán ir a Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña, Alemania, Suecia… A los que quieran ir a Estados Unidos podemos llevarlos en un barco y dejarlos allí. ¿Qué van a hacer? ¿Los van a deportar? Y lo mismo con el resto. Al resto debemos ayudarlos a que tengan una buena vida aquí en Grecia. Para que se entienda mejor, en mi pueblo el primer pedazo de la Vasilópita (bizcocho tradicional que comen los griegos inmediatamente después de Navidad) se lo ofrecemos al extranjero. Hice una investigación y esta tradición se debe a los griegos que llegaron de Asia Menor.
—Syriza lleva casi dos años en el poder. Usted, que formó parte de la coalición, ¿cómo calificaría su gestión? ¿Cree que ha cambiado en algo la actual dirección del partido?
—La dirección actual, que llegó al poder gracias a la ayuda de todas las personas de izquierda, hoy traiciona las ideas de la izquierda porque acepta, primero, la obediencia, y segundo, los rescates. Los préstamos de la troika no traen resultados. Desde la antigüedad hasta hoy, así está escrito, los préstamos convierten a los seres humanos en esclavos. Mía fue la idea de que se escribiera Syriza (que significa a ras) y que trajera el pueblo al poder. Hoy la actual dirección lo rechaza, lo destierra y lo traiciona en esencia.
Todos estos que hoy persisten y votan las medidas antipopulares, no puedo decir que sean de izquierda. Por eso envié una carta y pedí perdón al pueblo griego porque no implementamos aquello por lo que nos votaron. No es de izquierda aquel que somete el país a las instituciones extranjeras, no es izquierdista aquel que recurre a un rescate de la troika para salvar al pueblo, no lo es. Y para nosotros el mayor problema es demostrarle a la gente que aquellos que se declaran de izquierda no lo son.
—¿Qué piensa del auge, en el mundo occidental, de los movimientos y partidos de la extrema derecha?
—Tengo la opinión de que debemos demostrarle al pueblo que la fuerza reside en él mismo, que es el pueblo el que puede dar vuelta la situación. ¿Quién obtuvo más votos en Estados Unidos? Clinton, que consiguió 2 millones más, y sin embargo salió ganador Trump, porque no funcionó la democracia, funcionó la democracia representativa. Los representantes deben ser abolidos, la inmediatez es la que nos da un futuro. Ahora lo han entendido en Estados Unidos y han iniciado la lucha. Tenían que haberse levantado antes.
—Esta crisis también ha golpeado de lleno al sindicalismo, y concretamente a las organizaciones tradicionales de los trabajadores, que no han sabido dar una respuesta a la desocupación y la pobreza. ¿Qué solución se podría aportar desde el plano sindical?
—El año pasado me invitaron en Hamburgo al Primero de Mayo para que tomara parte en los actos. Después hubo un mitin en el que me dijeron que hablaría último durante diez minutos. En realidad cinco, porque hablé en griego y tenían que traducirlo. El mitin lo empezaron dos sindicalistas, una alemana y otra francesa. Todo se ceñía a un buen sueldo, buenas condiciones de trabajo, pensiones… A mí no me gusta todo esto. Esto engaña a la clase trabajadora, y no es lo que quiere, yo creo.
Me dieron la palabra y empezó a irse la gente, diciendo: “¿Qué dirá el viejo?”. Pero apenas empecé a hablar volvieron. Yo les dije: “¡No los entiendo! Quieren al trabajador experimentado para que rinda más y para que lo exploten mejor los empresarios”. Lo que yo quiero es que el trabajador sea dueño de los medios de producción. Esto lo dicen los partidos comunistas pero no lo desarrollan. Quiero que la plusvalía robada, convertida en el dinero que está en los bancos, sea propiedad del trabajador.
—En una entrevista dijo que su lucha se debe a una deuda social que tenemos todos. ¿Aún cree que tiene alguna deuda?
—Sí, aún creo que tengo una deuda. Creo que cada persona tiene que tener confianza en sí misma y en sus semejantes y no delegar sus esperanzas en una sola persona. Estoy en contra de aquellos que dicen: “Votadme, porque yo lo haré mejor que los otros”; lo mismo decía Tsipras. Si depositas tus esperanzas en una cara, perdiste. Un proverbio griego dice: una mano lava a la otra y las dos lavan la cara. Creo mucho en la sabiduría popular. Cada pueblo tiene su sabiduría, no se puede desterrar.
—Usted ha pasado más de 11 años en la cárcel y otros cuatro en el exilio. ¿Cuál fue el momento más duro de todo ese tiempo en que estuvo privado de la libertad?
—El momento más difícil es cuando te arrestan. Yo conocí a Nikos Zajariadis (histórico dirigente y secretario general del Partido Comunista griego,Kke, desde 1934 a 1956), tuvimos largas conversaciones y bastantes enfrentamientos. Una vez dijo: “Quiere a tu celda, come tu comida y estudia tanto como puedas”. Yo digo: no quiero a mi celda, no me interesa la comida; en lo de estudiar era en lo único que estaba de acuerdo, por eso he intentado fugarme tantas veces, y de la última en que estuve me escapé.
Así es como pasé mi estancia en la cárcel, siempre estudiando, la gran mayoría de mis investigaciones las hice en la cárcel. No pasaba ni un día en que no leyera, nada más salía el sol, porque de noche las bombillas en la cárcel son muy pequeñas y no ves; yo me sentaba, escribía y estudiaba.
—Durante un año estuvo de eurodiputado. ¿Cree que hay solución dentro de esta UE, o que Grecia y otros países deben plantearse la salida?
—La UE y el Parlamento Europeo, al día de hoy, son el régimen más autoritario, sin que haya la más mínima democracia. El parlamento griego es un títere frente a ellos. En el Parlamento Europeo los partidos grandes hablan más que los pequeños. ¿Puede suceder esto en Grecia? Nos matarían si sucediera. Te daré un ejemplo. En el Parlamento Europeo se encuentran los grandes partidos, la derecha, los socialdemócratas, la izquierda y luego los independientes. Entre los independientes por aquel entonces estaban Marine Le Pen y también los dos diputados del Kke. Un día Gabriel Schulz, presidente del Parlamento, dio la palabra por los independientes a Le Pen y saltó el diputado del Kke Kostas Papadakis diciendo que Le Pen no lo representaba. Schulz lo llamó al orden y finalmente expulsó a Papadakis.
(Tomado de Público.es, por convenio.)