Nos vamos poniendo viejos - Semanario Brecha
Candidatos presidenciales en Estados Unidos

Nos vamos poniendo viejos

Cuando faltan 38 semanas para la elección presidencial, los estadounidenses discuten cuál de los dos candidatos, que por ahora lucen inexorables, muestra menos indicios de senilidad.

↑ Afp, Gett, Anna Moneymaker

el sistema político de Estados Unidos ha llegado a una encrucijada generacional: en un país donde la edad media de la población es de 38 años, los mecanismos internos de los partidos han colocado como opciones dominantes a dos hombres de la baby boom generation.

Uno de ellos ya octogenario, y el otro cerca de serlo.
Una encuesta de la firma Ipsos Poll para la cadena de televisión ABC encontró que el 86 por ciento de los estadounidenses piensa que el ahora presidente, Joe Biden, con 81 años de edad, es demasiado viejo para cumplir otro mandato presidencial.
En la misma encuesta, el 62 por ciento de los votantes opinó que el expresidente Donald Trump, a los 78 años de edad, es demasiado viejo como para ser elegido presidente.

La encuesta muestra las diferencias lógicas entre votantes demócratas y republicanos, pero entre los independientes –que son la mayoría– el 91 por ciento cree que Biden es demasiado viejo para presidir y el 71 por ciento dice lo mismo acerca de Trump.
Otra encuesta de Ipsos, esta para la agencia Reuters, encontró que el 67 por ciento de los entrevistados «está cansado de ver los mismos candidatos en las elecciones presidenciales y preferiría tener a alguien nuevo».

Y, sin embargo, solo el 18 por ciento indicó que no votará si Biden y Trump son las opciones ofrecidas.
Es decir que si deben elegir entre el candidato Nome Gusta y el candidato Nolo Quiero, aunque tengan que taparse la nariz y haciendo arcadas, la mayoría de los votantes concurrirá a sufragar más que por la victoria de uno para impedir el triunfo del otro.

JOE, EL OLVIDADIZO

Joe Biden, quien comenzó su carrera política en 1970 como concejal en el condado New Castle, de Delaware, fue elegido al Senado de Estados Unidos cuando tenía 29 años de edad, y para ese curul fue reelegido cinco veces, esto es, tres décadas. En 2008 fue el compañero de la fórmula presidencial de Barack Obama y vicepresidente hasta enero de 2017.

La mayor parte del desaliento entre los posibles votantes demócratas resulta de la edad de Biden y de los indicios de falta de memoria y confusión en su comportamiento. Estas señales se suman al tartamudeo que Biden padeció toda su vida y resultan en la imagen de un hombre que, como en la canción de Piero, «tiene los ojos buenos y una figura pesada», listo para la jubilación más que para emprender otro mandato presidencial en enero de 2025.

La semana pasada el procurador especial Robert Hur, que investigó a Biden por el traslado y la retención de documentos gubernamentales clasificados como secretos, publicó el resumen ejecutivo del informe de su pesquisa.

El procurador concluyó que Biden deliberadamente sacó esos documentos de las oficinas gubernamentales, pero no incurrió en conductas que ameriten un procesamiento. De hecho, una vez que sus empleados le notificaron a Biden la presencia de esos documentos en sitios inapropiados, el presidente se apresuró a transferirlos al Archivo Nacional.

Pero Hur no se limitó a eso y, en su documento, menciona que en las entrevistas Biden no recordaba que su hijo Beau murió en 2015, y apuntó que «su memoria pareció nublada» en la conversación sobre Afganistán.

Las gaffes de Biden no se limitan a conversaciones tras puertas cerradas, sino que pueblan las redes sociales y los videos virales, como su afirmación de que recientemente se reunió con el presidente de Francia François Mitterrand, fallecido en 1996. En otra instancia, Biden afirmó que había hablado en 2021 con el excanciller de Alemania Helmut Kohl, quien falleció en 2017.
En una conferencia de prensa después de la divulgación del informe de Hur, un tanto acalorado, Biden defendió la calidad y el calibre de su memoria, y en respuesta a una pregunta sobre la situación humanitaria en Gaza se refirió al presidente egipcio, Abdel Fattah al Sisi, como el «presidente de México».

Cada año, a mediados de febrero se disputa la final del football estadounidense, el tan promocionado Super Bowl, un acontecimiento que congrega la mayor audiencia televisiva, este año con un estimado de 20 millones de espectadores.
Desde 2009 se ha creado una especie de tradición con una entrevista con el presidente de Estados Unidos que se difunde antes del comienzo del partido. En 2018, el entonces presidente, Donald Trump, no participó porque la entrevista iría en la cadena NBC, que le luce hostil. En 2023, Biden desistió de la entrevista porque hubiese sido con la cadena Fox, que le luce hostil.

Pero la negativa de Biden esta vez, por segundo año consecutivo, tuvo una interpretación más seria.
James Carville, una especie de legendario estratega político demócrata, opinó que la renuencia muestra que el personal de la Casa Blanca no tiene plena confianza en las capacidades de Biden.

«Es la audiencia televisiva más grande», dijo Carville. «Nada se le acerca, tienes la oportunidad de una entrevista de 20 a 25 minutos en ese día y no lo haces. Es una especie de señal de que el personal, o tú mismo, no tienen mucha confianza en ti. No hay otra forma de interpretar esto.»

Según el diario The Hill, hay senadores demócratas que, en privado, expresan su preocupación por que la edad y la salud de Biden le cuesten a su partido la Casa Blanca, «pero temen hablar de esto en público e insisten en que no hay alterativa para la candidatura en 2024».

La exgobernadora de Carolina del Sur Nikki Haley, quien sigue disputándole a Trump la candidatura republicana, no tuvo tapujos cuando dijo que «Biden debería renunciar, no solo por el bien de su partido, sino también por el bien del país».

DONALD, EL TRAPISONDISTA

Donald Trump tenía ya una larga carrera empresarial marcada por fraudes y querellas judiciales cuando, allá por 2006, inició su aventura política mintiendo que poseía pruebas según las cuales Barack Obama no había nacido en Estados Unidos y, por lo tanto, no podía ser presidente.

Una década más tarde y cuando tenía 70 años de edad, ganó la presidencia como resultado de una carambola en el Colegio Electoral que contrarió el sufragio de la mayoría de los votantes.

Ahora, hostigado por juicios y 91 cargos por delitos federales y estatales, Trump continúa al frente en el proceso por el cual el Partido Republicano, amedrentado por el trumpismo, va designando a su próximo candidato.
Los discursos de Trump son prolongadas asociaciones libres en las que la incoherencia aparece puntuada por absurdos y la ignorancia se entrelaza con la malicia.

El otro ángulo para evaluar la condición mental de Trump es su recurso constante de expresiones provocativas que le ganan la atención de los medios varias veces por semana.

La semana pasada, Trump invitó a Rusia a que haga «lo que quiera» con los miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) que, a juicio del expresidente, no pagan sus cuotas, como si la OTAN fuese un country club.
El comentario –y la amenaza implícita si es que Trump vuelve a la Casa Blanca– levantó gran alboroto tanto entre los estadounidenses que creen en la misión global de su país como entre los aliados europeos.

Una de las características de la senilidad es que la persona pierde noción de los límites, la línea entre lo socialmente aceptable y lo inaceptable.

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