Hubo un momento en que los videojuegos de plataformas eran lo máximo y dominaban el mercado. Barbarian, Ghost and Goblins, Wonder Boy y otros tantos en los que el protagonista era visto de costado y avanzaba, por lo general de izquierda a derecha, sorteando obstáculos y aniquilando enemigos. Pero mientras muchos jugadores agotaban sus subsistencias en las salas de maquinitas, paulatina y subrepticiamente dentro de los hogares ganaban espacios las consolas domésticas (primero las Atari, más adelante las Nintendo y Family Game). Y no sólo llegarían para quedarse, sino que en el largo plazo darían también el golpe de gracia a los arcades, llevando a cerrar definitivamente los obsoletos salones. Las consolas permitían jugar una infinidad de veces, en la tranquilidad del hogar y sin necesidad de gastarse sueldos enteros en fichas. Nada menor, a los padres les permitían una supervisión sobre las misteriosas actividades que llevaban a sus hijos a desaparecer durante horas.
Super Mario Bros (1985) fue un juego entre tantos otros que surgían simultáneamente en el género, pero su sencillo diseño, su universo lisérgico e indefectiblemente japonés (un reino interconectado por cañerías, hongos coloridos, plantas carnívoras, reyes tortuga que escupían fuego) y su maravillosa música le daban una base fantasiosa indefectiblemente atractiva. Pero además traía un elemento sumamente novedoso al mundo de las plataformas: cada vez que tomaba carrera, el sólido y pesado Super Mario era llevado por la inercia un poco más allá de lo esperado. Este singular realismo físico agregaba una “jugabilidad” extra, a veces desesperante para los gamers acostumbrados a los personajes de las viejas plataformas, más predecibles y dominables en sus movimientos.
Super Mario fue convirtiéndose en un ícono y en una sucesión de juegos omnipresentes al devenir una saga, y sus secuelas fueron perfeccionando una fórmula rompedora. Super Mario Bros 3 fue quizá el mejor de los juegos jamás creados para la consola Nintendo 8 bit, y su sucesor, Super Mario World, lo propio para la Super Nintendo, además de que ambos son considerados como dos de los mejores videojuegos de todos los tiempos. Simultáneamente surgían juegos como Megaman, Contra, Sonic the Hedgehog, y especialmente Prince of Persia, el primer gran hito que hizo que los gamers posaran su vista azorada sobre las PC, que agregaban posibilidades al mundo de las plataformas. Pero el surgimiento de los videojuegos en tres dimensiones quitó al querido formato de plataforma en 2D de la atención generalizada, y nada volvería a ser como antes.
Sin embargo, Super Mario, hoy con 30 años, continuó conquistando en sus versiones clásicas el corazón de gamers de todas las edades, hipnotizándolos con su abnegada perseverancia, sus saltos desquiciados y su peso incontrolable.