En literatura, ni la edad ni los premios suelen ser garantía de nada. Es sabido que Rimbaud publicó toda su poesía antes de los 20 años y que Lautréamont hizo lo propio antes de los 23. En contraste, el portugués José Saramago no vio publicada su primera gran novela hasta después de los 50. En cuanto a los premios, no son pocos los autores que, tras ganar el Nobel, han caído en el olvido, mientras que otros, caso de Kafka, sin haber recibido ningún reconocimiento en vida, perduran hasta el día de hoy. Entonces, ¿por qué asociamos los premios con el prestigio? ¿Por qué es un valor la madurez alcanzada y un motivo de destaque la frescura inicial?
Salimos con estas y otras preguntas de la obra de Xita Rubert (Barcelona, 1996). También con alguna certeza: he aquí un premio prestigioso bien oto...
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