Ojo con los gerentes - Semanario Brecha

Ojo con los gerentes

La actriz y directora Jodie Foster, que ya lleva, con éste, cuatro largometrajes bajo su comando, imprime en “El maestro del dinero” un tratamiento visualmente adecuado y el nervio suficiente para mantener una razonable tensión.

Esta película, a grandes rasgos, puede inscribirse en el apartado de cierto cine que incluye la denuncia, anclado de todas maneras en las formas y estructuras hollywoodenses; huella, sobre todo, de Sidney Lumet, pero también de Robert Redford, Martin Scorsese y de directores más recientes. El asunto: un showman de la televisión llamado Lee Gates (George Clooney) conduce de manera juguetona y hasta payasesca un programa donde se ocupa de finanzas y de dar consejos sobre cómo invertir mejor el dinero. Kyle (Jack O’Donnell), un muchacho desesperado que había hecho caso a uno de esos consejos, irrumpe en el estudio con un revólver y ata un explosivo al cuerpo de Lee, cuyo detonador amenaza activar si no recibe una respuesta. Él, simplemente, quiere saber por qué una empresa perdió en pocos minutos varios millones de dólares, entre ellos los que Kyle había obtenido de la venta de la casa de su madre y constituían toda su fortuna. La película transcurre prácticamente en el estudio de televisión –más algunas cortas escenas donde se muestran los variopintos espectadores de un reality show muy peculiar–, con la pantalla mostrando en vivo y en directo la interacción entre secuestrador y secuestrado, con la productora Patty (Julia Roberts) atenta a las imágenes y las cámaras que los captan y participando desde atrás, pero muy activamente, en la historia que empieza a desarrollarse ante sus ojos y los de millones de televidentes. El guión (de Jamie Linden, Alan DiFiore y Jim Kouf) es meticuloso e ingenioso; introduce instancias de tensión y también de cierto humor en la trama, que va mutando desde el miedo y el enfrentamiento a un alineamiento de Lee, Patty y hasta una ejecutiva (Caitriona Balfe) de la empresa en cuestión con el joven Kyle y sus razones. Hay también apuntes amargos, tanto para el secuestrador (cuando llevan a su esposa embarazada para que hable con él, y lo pone de azul y oro) y para el showman (cuando apuesta a su popularidad para convocar a un salvataje colectivo y descubre, tantos años después que Discépolo, cómo se secan las pilas de los timbres en ciertos casos).

La actriz y directora Jodie Foster, que ya lleva, con éste, cuatro largometrajes bajo su comando, imprime al asunto un tratamiento visualmente adecuado y el nervio suficiente para mantener una razonable tensión. Sin embargo, algunas facilidades y lugares comunes del guión –por ejemplo, que gente supuestamente experimentada como Lee, su productora y la misma bella ejecutiva de la empresa sólo empiecen a desconfiar de la explicación oficial de ésta sobre la pérdida gracias a la insistencia del secuestrador, o la rapidez con que se puede poner a trabajar a unos portentosos hackers, mostrados además como paradigma de la idea vulgar sobre los hackers–, esa ágil eficiencia que suele aparecer en las películas hollywoodenses –y en todas las series– donde juegan asuntos técnicos, y encarnada además por Julia Roberts, que parece diseñada para esos roles, imprimen a la película ese aire de “una más, bien hecha, pero ¿y?”. Película que además está lejos de la denuncia real –aunque muchas personas la consideran tal– de un sistema que estafó a millones, y dada su naturaleza, sin duda lo seguirá haciendo. Si el ingenuo y torpe Kyle puede más o menos representar a esos millones de estafados, la maniobra mostrada en el filme está lejos de representar la esencia del sistema que la posibilita. Asunto de personas, nada más. El viejo Lumet no hubiera estado de acuerdo.

Money Monster. Estados Unidos, 2016.

 

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