En las fotos que comenzaron a circular se ven muchas revistas europeas sobre cine (muchas del bloque soviético) y material de difusión de películas. Se trata de publicaciones que fueron pensadas más para distribuidores y exhibidores que para el público general. También se distinguen, entre las cosas tiradas a la calle, viejos programas de Cine Arte, carpetas, folios dispersos, materiales que parecen ser oficiales.
El SODRE comunicó en las redes: «Los materiales del ANIP [Archivo Nacional de la Imagen y la Palabra] que fueron encontrados en una volqueta habían sido separados para ser evaluados y tomar decisiones sobre su destino final. Por error fueron desechados antes de que se cumpliera ese proceso. Se está investigando lo ocurrido con el fin de determinar eventuales responsabilidades funcionales». No es extraño que las instituciones se deshagan de parte de su acervo y es muy habitual que tengan material duplicado. El año pasado el Centro de Documentación de Cinemateca Uruguaya también revisó su inventario y se desprendió de una parte. En ese caso, todos los libros, las revistas y los folletos se dispusieron en una mesa y fueron donados a diversos interesados. Lamentablemente, tampoco es extraño encontrarse con bibliotecas enteras tiradas a la calle. Pero el problema en esta situación es otro y es muy grave, porque estamos hablando no sólo de un ente público, sino del propio archivo nacional que tiene como misión y razón de ser preservar este patrimonio.
Tal como el ANIP reconoce, se tiró a la calle material que todavía estaba en proceso de inspección, es decir, es posible que se haya perdido información muy valiosa sobre una institución de la que se conoce poco todavía. El otro asunto penoso es que dentro de ese ámbito institucional haya habido algún margen para que una volqueta fuera el destino final del acervo documental. Puede que alguien piense que, en todo caso, las revistas búlgaras y los programas viejos no son un material valioso, que no es para tanto. Pero yo tuve cerca esos papeles tirados a la basura, y la realidad era muy otra.
Como parte de mi investigación para el doctorado, una tesis que estudia el Departamento de Cine Arte desde su formación hasta 1962, tuve que frecuentar ese archivo, en el que supe sentirme un poco como en casa. Lo cierto es que el ANIP funcionaba con escaso personal y recursos, y que, más allá de la buena voluntad de los funcionarios, que solían tener gestos de cariño y respeto, en el espacio faltaba de todo; para empezar, un catálogo ordenado de todas las colecciones. De todas maneras, encontré material muy valioso, con expedientes que me ayudaron a reconstruir la historia institucional en carpetas sin rótulo, en viejas cajas de cartón. No existe una colección completa de todas las programaciones de Cine Arte ni un listado preciso de cuáles están y cuáles no. La enorme cantidad de publicaciones del bloque soviético es un dato interesante a tener en cuenta para analizar, por ejemplo, el vínculo entre el SODRE y los países de Europa del Este, y la figura de Danilo Trelles, creador y director del espacio hasta 1962.
Los investigadores necesitamos trabajar de forma integrada con los archivos porque es a partir de esa colaboración que logramos producir nuevos relatos que nos permitan pensar la historia desde otras perspectivas. Lo que se desecha tiene un valor como colección, no sólo como ítem. Las fotos publicadas causaron algo de revuelo, porque se encontró en el descarte material con alto poder de reventa, pero lo que se perdió no solamente fueron algunas cosas valiosas en medio de cosas descartables. Ese conjunto de materiales en la calle nos dice mucho sobre una historia que casi no ha dejado memoria y que podríamos haber sido capaces de reconstruir, pero que se mantiene incierta y dispersa.
El ANIP tiene la responsabilidad de preservar todas las colecciones que están en su haber y destinar, con criterio y responsabilidad, de la mejor manera posible, la parte del acervo que considera prescindible. Esa debe ser una política transparente: la basura nunca debería ser una opción. Más que «determinar eventuales responsabilidades funcionales», sería conveniente recordar la responsabilidad de estas instituciones en la preservación de nuestro patrimonio y la necesidad imperiosa de que comiencen a articularse políticas públicas que incluyan a todos los actores. Queda en evidencia la fragilidad del área vinculada a la gestión de los archivos: el Estado debe ser consciente del valor de su patrimonio y debe ser capaz de crear políticas públicas sustentables para que irregularidades como esta nunca más vuelvan a suceder.