Otra etapa - Semanario Brecha
Indicios de un nuevo aumento de la desigualdad en Uruguay

Otra etapa

Mientras se acentúa la desigualdad entre el decil más rico y el más pobre, los depósitos bancarios alcanzan nuevos récords.

Santa Catalina, Montevideo Mauricio Zina

Puede que todos seamos iguales ante los ojos de dios. Sin embargo, en el barro de la vida terrenal el asunto es de lo más relativo. Por ejemplo: no todos podemos comprar un BMW descapotable. En Uruguay, en 2021, 142 personas adquirieron coches de esta marca. Las ventas de 2021 solo se comparan con las de 2017, después de haber estado algunos años por debajo de 100. Y esta variación al alza fue parte de un contexto más amplio. La compra de autos cero quilómetro en todo el país durante 2021 creció más del 40 por ciento respecto de 2020. El año pasado se comercializaron cerca de 52 mil vehículos nuevos, la cifra más alta desde 2017, cuando, por cierto, se vendieron 146 BMW en todo el país.1 Una elocuente recuperación en V.

Claro que la capacidad de compra de automóviles convertibles no es un indicador riguroso de la desigualdad. Tampoco lo es la información sobre la importación de bienes de lujo. Aunque, de paso, digamos que con ese tipo de mercadería pasó algo similar. En 2021, el capital invertido en automóviles importados fue de cerca de 395 millones de dólares (superando los 251 millones de 2020 y los 299 millones de 2019). Los yates y las embarcaciones deportivas se importaron por más de 1,6 millones de dólares en 2019 y por más de 1,18 millones de dólares en 2020; en 2021, por cerca de 1,8 millones de dólares. Algo parecido ocurrió con los relojes de metal precioso: se gastaron 65 mil dólares en 2019 y 127 mil en 2020; en 2021, 148 mil. La importación de joyería de metales preciosos también se recuperó: 3,7 millones de dólares en 2019 y cerca de 2 millones en 2020; en 2021, casi 3,5 millones.2 Nada mal. Ciertamente, no muchos asalariados (cuyo poder de compra cayó un 5,23 por ciento entre enero de 2020 y enero de 2022)3 estuvieron involucrados en estas transacciones.

Pero ni con autos ni con joyas: los indicadores oficiales para evaluar la desigualdad tienen que ver exclusivamente con el ingreso. Esta semana el Instituto Nacional de Estadística (INE) publicó información sobre la distribución del ingreso en 2021. Aunque controversial, la desigualdad medida por ingreso es sumamente compleja y suele considerarse en períodos largos de tiempo. En este sentido, recordemos que en términos globales la desigualdad en Uruguay tuvo su último aumento sustancial entre 2013 y 2014, después de una marcada disminución entre 2008 y 2009. Hay indicios de que luego de la crisis desatada en 2020 ha comenzado un nuevo período de aumento de la distancia entre los más ricos y los más pobres del país.

NÚMEROS

Los indicadores considerados por el INE son cuatro: la brecha de la pobreza, un indicador del ingreso que precisarían quienes se encuentran debajo de la línea de pobreza para superarla; la severidad de la pobreza, un indicador de la desigualdad entre los más pobres; el ratio de ingresos, un indicador de la desigualdad entre el 10 por ciento de la población con ingresos más altos y el 10 por ciento con ingresos más bajos, y el coeficiente de Gini, un indicador (que se mueve entre 0 y 1) de los mayores niveles de desigualdad cuanto más cercanos a 1 sean los valores.

Pues bien: en 2021, la brecha de la pobreza fue del 1,7 por ciento (1,9 en 2020; 1,3 en 2019); la severidad de la pobreza, del 0,6 por ciento (0,7 en 2020; 0,5 en 2019); el ratio entre deciles, del 11,5 (11,4 en 2020; 11,1 en 2019), y el índice de Gini, del 0,386 (0,387 en 2020; 0,383 en 2019). La mayoría de los indicadores mejoró mínimamente respecto de 2020 (cuando se registraron los peores datos), pero continúan siendo negativos respecto de 2019. Un solo indicador, el ratio de ingresos, continuó empeorando, incluso respecto de 2020, lo que significa que se acentuó la desigualdad entre el 10 por ciento más rico y el 10 por ciento más pobre.

PISTAS

Si la comparación se hace respecto de 2020, los números apenas mejoraron (la variación del índice de Gini es ínfima y la disparidad de ingresos aumentó). Si se hace respecto de antes de la pandemia, se puede afirmar que el país registra una mayor desigualdad. Así lo ve el economista Mauricio de Rosa, un referente en Uruguay de los estudios sobre el tema. Afirma que los datos insinúan una consolidación del «incremento de la desigualdad luego de la crisis asociada al covid y parecen anunciar una especie de cambio tendencial». Insiste con que estos fenómenos deben ser leídos en períodos largos y con que su análisis debe ser complementado con los microdatos utilizados por el INE para hacer estas estimaciones, puesto que muchos factores pueden estar operando en esas variaciones mínimas.

Aun así, De Rosa sostiene: «Un conjunto de estimaciones que ha publicado el INE ayuda a leer estos datos. Una de ellas es el ingreso medio de los hogares para 2021; otra, los datos sobre la pobreza, un fenómeno distinto de la desigualdad pero relacionado».4 Con estos indicadores sucedió algo similar: evolucionaron favorablemente respecto de 2020, pero están peor respecto de 2019. «Es decir, hay una recuperación pospandemia, pero un escalón más abajo. El ingreso de los hogares se recupera (pero menos) y hay un incremento de la pobreza en el segundo semestre de 2021, lo cual es consistente con el aumento de la desigualdad. Con una lectura adicional: que la masa de ingresos que los hogares capturan crece –a niveles inferiores que los de 2019–, pero el producto bruto interno [PBI] prácticamente ya se recuperó. Entonces, en términos reales, el PBI crece, pero el ingreso de los hogares no. O sea, esos ingresos están en alguna parte, pero no llegaron a los hogares», agregó.

En resumen, los ingresos nacionales son apropiados regularmente por distintos sectores: los hogares, las empresas, el Estado, etcétera. Para el año pasado se constató un crecimiento del ingreso nacional, pero sin un aumento equivalente del ingreso de los hogares. «Eso puede explicarse por el hecho de que más ingresos quedan en las empresas, algo difícil de rastrear. Si el Banco Central del Uruguay [BCU] publicara el PBI desagregado, podríamos verlo. Pero, desafortunadamente, eso no se publica. Es decir, no sabemos de cuánto es esa masa de ingresos ni para dónde va», dijo De Rosa. Para el economista, la conclusión es clara: «Parece que se está consolidando algo así como una doble desigualdad: en términos relativos, la masa de ingresos que llega a los hogares es menor que antes y, además, está peor distribuida. La desigualdad ha aumentado respecto de 2019».

¿Y adónde va el ingreso que no llega a los hogares? Según un informe reciente de la Asociación de Bancarios del Uruguay (AEBU), en 2021 hubo un récord de depósitos bancarios en Uruguay y en cuentas del exterior. El documento, consultado por Brecha, afirma: «Las estadísticas del BCU, que tienen datos desde 1998, nunca mostraron un crecimiento de los depósitos tan grande como el que se vio en 2021, de 3.358 millones de dólares. Y, considerando los dos años desde la llegada de la pandemia, el aumento es de 6.337 millones de dólares, otro récord si vemos períodos de dos años». El texto certifica, además, que ese crecimiento no fue parejo: «Los depósitos que más crecieron son los que se ubican en las cuentas con más fondos. La mitad del crecimiento total se explica por las cuentas con más de un cuarto de millón de dólares. Y si se agregan las que tienen más de 100 mil dólares, explican el 70 por ciento del crecimiento. A este fenómeno se le puede adicionar el hecho de que los depósitos de los uruguayos en cuentas del exterior también aumentaron fuertemente. Eran, al cierre de setiembre de 2021, unos 10.064 millones de dólares, 2.800 millones más que al cierre de marzo de 2020. Por tanto, el incremento de los recursos acumulados durante los dos años supera los 9.000 millones de dólares».5

AGRAVANTES

Según De Rosa, en la academia uruguaya hay consenso en que la Encuesta Continua de Hogares –en la que se basa el INE– es una herramienta insuficiente para medir la desigualdad. Se ha constatado que este recurso tiene poco alcance para captar qué pasa con los perceptores de ingresos más altos. De Rosa entiende que se trata de un problema estructural, latente en toda América Latina, que podría mejorarse incluyendo información tributaria y datos de las cuentas nacionales. No obstante, su experiencia como investigador del caso uruguayo lo lleva a concluir: «Estas encuestas seguramente estén subreportando la concentración del ingreso en los sectores más ricos. Eso lo tenemos claro. Si pudiéramos corregir esto, seguramente tendríamos un nivel de desigualdad mucho más alto. Pero incluso no sería tan problemático si ese nivel de subreporte fuera estable en el tiempo, es decir, si siempre nos perdiéramos de captar el 30 por ciento de la minoría más rica». Su hipótesis, empero, es que el porcentaje de ingresos que la encuesta no logra captar puede ser cada vez mayor. Basándose en este razonamiento, cree que «es probable que los números de la desigualdad estén evolucionando todavía más desfavorablemente que lo que alcanzamos a ver».

Sobre si hay posibilidades de revertir los números de la desigualdad en el mediano plazo, De Rosa opinó: «Para algunas dimensiones –como la pobreza, el ingreso de los hogares e, incluso, el mercado de trabajo– hay veces que la apuesta al crecimiento económico no es suficiente por sí solo, pero sí puede tener un impacto positivo. Por lo general, sin embargo, la desigualdad cae cuando se hace un esfuerzo deliberado para hacerla caer. Esa caída de 2008 y 2009 se debió a que había un conjunto de políticas públicas deliberadamente orientadas a reducir la desigualdad, que operaron en conjunto, con un crecimiento muy fuerte del ingreso; políticas deliberadamente redistributivas. Solo en ese contexto y con políticas grandes en todas las líneas de frente opera una caída de la desigualdad. En ausencia de una voluntad explícita, es muy difícil. Puede caer puntualmente, por un fenómeno externo. Y, si bien no hay nada determinista en todo esto, en general, las fuerzas de la economía libradas a su propio juego terminan aumentando la desigualdad. Creo que ninguna de las medidas anunciadas tiene un corte redistributivo claro. Hay que ver cómo sigue la tendencia, pero veo muy difícil que estos indicadores mejoren en los próximos años».

1. Estadísticas de la Asociación del Comercio Automotor del Uruguay.

2. Estadísticas del comercio exterior del Instituto Uruguay XXI, basadas en información de la Dirección Nacional de Aduanas.

3. «La inflación, el precio del aceite y su efecto en el bienestar de los hogares. Dos miradas complementarias de un mismo fenómeno», Instituto Cuesta Duarte, marzo de 2022.

4. Según los datos del INE publicados este miércoles, el 10,6 por ciento de la población vive con ingresos por debajo de la línea de pobreza; en 2020 ese porcentaje fue del 11,6 y en 2019 del 8,8, y la evolución de las personas con ingresos por debajo de la línea de indigencia fue del 0,2 por ciento en 2019, del 0,4 en 2020 y del 0,3 en 2021.

5. Informe de la Comisión Técnica Asesora de AEBU, basada en información del BCU.

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