La programación es variada y extensa, por lo que conviene hacerse un recorrido posible, como si de un festival se tratase. Se puede empezar temprano y seguir hasta la madrugada: todas las actividades tienen entrada libre y gratuita, y, además de la obvia posibilidad de visitar las muestras que cada museo expone, hay actividades especiales de muy variada especie, desde música hasta conferencias, pasando por talleres y actividades lúdicas.
Si usted tiene el don de la ubicuidad, puede seguir este itinerario posible. Si no, puede bajar el programa completo en museos.uy y hacer su propia vuelta.
Resulta irresistible empezar en la ciudad de Las Piedras y visitar el Museo Julio Sosa, que, abierto hasta las 22.00 en el hipódromo de esa ciudad, ofrece retratar a los visitantes con una cámara “minutera” para que se lleven una postal de regalo (esas cámaras de cajón y revelado rápido, que acostumbrábamos ver antaño en el zoológico o el Parque Rodó y que todavía sobreviveN en la plaza Independencia). Luego, ya que está en Las Piedras, puede pasar por los fogones que se armarán en el museo a cielo abierto Batalla de las Piedras, donde podrá echar un vistazo al documental sobre Viglietti que se estará proyectando. Emprendiendo el retorno y habiendo elegido un conductor designado, será menester detenerse en el Parque Temático Canario y visitar el Museo de la Uva y el Vino, participar de las degustaciones y brindar alegremente por una larga vida a la Noche de los Museos. Si por ventura no fuera sensato abandonar el territorio canario tan temprano, podrá darse una vueltita por la casona cultural Il Paradiso y escuchar a Los 8 de Momo o retirarse cautamente al jardín histórico Quinta Capurro, en Santa Lucía, para recuperar fuerzas, espalda en el piso, observando las constelaciones a cielo abierto con la asistencia de un docente.
De vuelta a Montevideo, si entra por Carrasco, puede optar por visitar la muestra de carruajes en el Museo y Parque Fernando García, y seguir rumbo al Buceo para visitar el Museo Zoológico Dámaso Antonio Larrañaga y pronunciar una frase que, calculamos, dirá una sola vez en su vida: “Vine a ver la muestra temporal de insectos y A escuchar música en vivo”. Luego, llegando al centro, será la hora de bajar del auto y participar de la caminata “Resistencia: medios de comunicación y sindicalismo”, que recorrerá la plaza Fabini, las sedes de El Popular y La Democracia, la CX 30, el Diario Acción y Aebu, y finalizará ¡nada menos! que en la calle Brecha. Si la caminata le da mucho calor, podrá dirigir sus pasos hacia el Centro de Fotografía (Cdf), tomar un poco de aire en el Balcón Fotográfico, en el último piso del edificio, y aprovechar el frescor de la visita guiada con el ingreso a la cámara de conservación, donde se custodian las fotografías históricas del acervo del Cdf. Ya con la cabeza despejada y la recientemente asumida militancia por la conservación, que nos lleva a mirar reiteradamente si tenemos bien guardada la foto minutera que nos regalaron en el primer museo del recorrido, podemos arrancar para el Espacio Idea y sentarnos un rato a escuchar el disco tributo a Amalia de la Vega en su centenario, antes de seguir rumbo al Museo del Azulejo, visitar la exposición y crear nuestro mosaico personalizado, con la ayuda de Patricia Sobrado. Un minuto más tarde ya podemos emprender viaje hacia la muestra de arte contemporáneo Bajo el hormigón, la playa, sólo para descubrir qué nos quieren mostrar estos 11 artistas bajo el paraguas del célebre grafiti del mayo francés “sous les pavés, la plage”. Un rato después, bien podemos recalar en el Cce para visitar la muestra Levrero hipnótico y, tras revisar las múltiples facetas creativas del autor de La ciudad, terminar subiendo a la azotea del edificio para disfrutar de Jam Analógica, descrita como “una velada de cine expandido, trazada a modo de instalación tecnolumínica”, que expone varias películas realizadas en soportes fílmicos “ensambladas entre sí formando una partitura visual montada en vivo”. Inmediatamente después, para contrastar tanta contemporaneidad, podemos correr hasta el teatro Solís, para que Georgina Torello y Riccardo Boglione nos hablen de Nitrato oriental. Pre‑cine y cine silente en Uruguay (1850-1932) y nos inviten a ver Del pingo al volante. Sin lugar a dudas, entusiasmados con tanto cine pero deseosos de tomar otro rumbo, podemos irnos a escuchar a Leo Maslíah y Elena Ciavaglia en el Museo de Antropología, a Garo Arakelian en el Museo Figari, a Buceo Invisible al Mnav o a Franny Glass en el Cabildo. O quizás podemos optar por entrar en el Museo del Carnaval para ver el arte efímero del maquillaje y el vestuario de carnaval de Rosario Viñoly. Si, en cambio, nos gusta lo coral, hay un coro de coros: De Profundis en el Mapi, Vox Populi en el Blanes y Coral Pétreo en el Figari. En el Mnav podemos tener el privilegio de que el propio director, Enrique Aguerre, nos guíe por las muestras de Cabrerita y Alpuy, y la del acervo del museo, mientras Maca hará lo propio por la de las magníficas tapas –de libros y discos– que diseñó. Si tanta cultura uruguaya nos empalaga y queremos tomarnos un recreo, podemos enfilar para la Biblioteca Nacional y visitar la exposición Imágenes subterráneas, 65 carteles del transporte subterráneo de Nueva York; o ir al Museo de Historia Natural para sumarnos a “Química en la noche”, una velada de ciencia, aprendizaje y juegos a través de experimentos sencillos y divertidos; o incluso irnos hasta la otra punta del tiempo y el espacio, y recalar en el Museo Egipcio para realizar una visita virtual de tumbas y templos. Si, por ventura, y para terminar la jornada, decidiéramos buscar una experiencia similar a la del Museo de la Uva y el Vino, en Canelones, y nos dirigiésemos al Museo del Cannabis, en Montevideo, vaya, sin embargo, una advertencia: el programa sólo registra “proyección de documental”.