—Hace ya una semana, el 26 de agosto, se firmó un alto el fuego en principio permanente entre Israel y Hamas. ¿Se puede hablar ya de paz en la zona?
—Para nada. No hay paz aún. No es más que un alto al fuego, y la gente en Gaza no está confiada en que sea en realidad algo permanente. El acuerdo es por un mes, y no se sabe si después van a retomar los bombardeos o no. Es precisamente una de las características permanentes de la situación en Gaza: la incertidumbre, cuándo se producirá un nuevo ataque. Nosotros preferimos en ese contexto no hablar de paz, porque el conflicto no ha sido resuelto en su esencia y no va a serlo en tan poco tiempo. Israel no ha cambiado de política hacia nosotros.
Una prueba de ello es el anuncio por el gobierno de Israel, realizado esta misma semana, es decir apenas unos pocos días después del cese del fuego, de que expropiará otras 400 hectáreas en Cisjordania para construir allí nuevos asentamientos. Es una de las cosas que no han cambiado: Israel va a seguir ocupando tierras palestinas en Cisjordania y en Jerusalén. Es una política de corte casi que ideológico, impulsada fundamentalmente por partidos de colonos que forman parte del gobierno, a los cuales el primer ministro Biniamin Netaniahu necesita para mantenerse en el poder. Lo que ellos quieren en realidad, y esta política forma parte de ello, es que los palestinos nos vayamos de aquí, que nos vayamos hacia Egipto, hacia Jordania o hacia cualquier otro lugar del mundo y quedarse ellos con todas estas tierras. No es verdad, no lo han probado aún, que acepten la formación de dos estados, uno israelí y otro palestino, en los que podamos vivir ambos pueblos en iguales condiciones y con similares derechos y autonomía.
—¿Ha comenzado la reconstrucción de Gaza?
—No puede comenzar, porque el bloqueo de Israel sigue vigente en los hechos. Se ha levantado sólo parcialmente, para el ingreso de medicinas, leche, alimentos, personal humanitario, para evacuar a los heridos y que llegue asistencia humanitaria, pero sólo eso. Israel no deja entrar materiales de construcción, como cemento y otros, que ellos sospechen que puedan ser utilizados con fines militares, como dicen. Y lo mismo sucede en la frontera con Egipto. En definitiva, a pesar de toda la propaganda y lo que se afirma, el bloqueo continúa, y la reconstrucción no ha podido empezar. Sigue todo igual.
La guerra es fea pero lo peor es la posguerra. Ahora se puede ver muy bien el tamaño de la catástrofe, del genocidio de que fue víctima la población de Gaza en los 51 días que duraron estos ataques. No sólo por los muertos y los heridos, que ya sería mucho, sino por la dimensión de la destrucción. En algunos barrios no quedó nada en pie. Y cuando digo nada es realmente nada. Después del cese del fuego hice un recorrido por toda la ciudad, visitando amigos y familiares, y lo que vi es indescriptible. Me causó depresión, tristeza, me causó asco. Eran escenas propias de las que podíamos ver en las películas sobre la Segunda Guerra Mundial. Es como si hubiera pasado un tsunami, un terremoto. Sobre un edificio de un barrio de la ciudad de Gaza, por ejemplo, los aviones israelíes lanzaron barriles de tnt de cinco toneladas de peso. ¡Cinco toneladas sobre un mismo edificio! Hay que poder imaginarse lo que es eso. Es obvio que sólo quedaron escombros. Y era un edificio en el que vivía gente común, no combatientes. En la misma zona una cuadra completa de casas fue borrada del mapa.
La desolación, todo eso hecho polvo, es muy desmoralizante. Te da la dimensión de la tragedia, y también de las reacciones que puede despertar. ¿Qué piensan los israelíes que pueden generar con actos así? Sólo más violencia.
Lamentablemente, el tratamiento de esta tragedia por la mayor parte de los medios de comunicación internacionales –estoy hablando fundamentalmente de los canales de televisión– está muy alejado de la realidad. Primero esos medios comenzaron tomando la propaganda israelí y hablaron de una “guerra” entre dos bandos de características similares: uno que lanzaba cohetes y otro que lanzaba bombas y se equilibraban. Cuando ya no pudieron sostener esta ficción, no mostraron el nivel de destrucción en Gaza: lo ocultaron o lo minimizaron. Yo convocaría a los periodistas del mundo entero amantes de la verdad a que vengan a la Franja con sus cámaras, que se paseen por las calles libremente, y muestren lo que ven. Todo lo que ven, sin restricciones.
—Uno de los objetivos de la ofensiva israelí, decía usted en una entrevista anterior con Brecha (véase edición del 8-VIII-14), era “debilitar la unidad palestina”, lograda con la formación de un gobierno de “unidad nacional” en la Franja de Gaza entre Al Fatah y Hamas. ¿Lo logró?
—Pienso que no. Lamentablemente es cierto que se están dando discusiones internas por cosas menores: quién va a conducir la reconstrucción, quién controlará las fronteras, quién pondrá los funcionarios y asuntos así. Son discusiones de escasa calidad. Pero hasta ahora no han pasado de eso. Para nosotros es esencial mantener la unidad nacional. Desde que comenzó el bloqueo a Gaza, en 2007, hemos sufrido divisiones, conflictos internos, enfrentamientos. Fueron épocas muy duras a las que no queremos volver. Tal vez la agresión israelí en vez de dividir consiga unificar. Sería nuestro deseo.