No somos los términos que nos están nombrando.
“Sigo intentando acostarme al lado de personas/ que entiendan el gusto de la soledad/ y no les importe tenerlo en sus camas.”
¡No somos los términos que nos están nombrando!
(Pero cada tanto sucumbimos a ellos, desesperadas por asirnos de algo que nos vuelva humanas, que nos traiga a la vida, que nos recuerde que alguna vez fuimos amadas.)
“Cuando una chica que solía dejar su corazón en mis dientes.”
Y sí que pesan estos dientes: “dice que no podré buscar felicidad o conocerme del todo como persona sin haber antes conocido el ‘amor real’/ que sólo un hombre puede proveer, me pregunto cuántos días ahora cuelgan/ entre la última vez que me llamó su alma gemela y la primera vez que me insultó. Quiero preguntarle sobre esas noches cuando dormimos enredadas, sobre cuánto debe de odiar ahora su propia lengua. Sus propias manos./ Las cosquillas en el posterior de sus rodillas”.
No somos eso que nos está nombrando pero que se mete por debajo de las uñas y que nos convierte. Dicen que estamos locas, que somos tristes, que nunca supimos cómo es el amor por no entrar en los pasillos esquivos de los amores tradicionales. Trista Mateer (Baltimore, 1992) se está lamentando, está extrañando.
“No sé si fuiste la orilla y yo fui el mar/ o si éramos el barco y las rocas estaban hechas de distancia,/ las voces estiradas hasta volverse finas, los corazones que se volvieron demasiado duros/ para decir basta y demasiado tercos para desistir// Lo único que sé es que no había más salvavidas aparte de tus brazos,/ y una vez, existieron profundidades que no pudieron tragarnos/ pero nos escupieron húmedas y ansiosas por volver corriendo.”
Distintas más veces que la misma sin entender cómo nadie podría enamorarse sin entender cómo nadie podría soportarlo.
Dice tener las huellas dactilares incorrectas impregnadas en la piel.
No hay nadie que cumpla la función de estrella ni de planeta ni que tire con su pulso gravitacional, sólo personas lejanas titilando entre los otros fantasmas que dejamos escurrirse por la ventana aquel día en el que la desesperación se hizo cargo de nuestras acciones. Personas que se sienten como “manos nerviosas y cortes de papel”.
(No somos los términos que nos están nombrando, pero cada tanto es más fácil prenderse a lo conocido, al designio que viene de fuera, para no tener que cargar una con la responsabilidad de no ser nada, para no tener que ser una, limpia y vulnerable, la que se enfrente a la desazón.)
No somos los términos que nos están nombrando, no somos cáscaras vacías esperando que llegue a la orilla algún pedazo de recuerdo, para completar así los huecos que recorren la piel maltrecha. Y estos machucones que nos esculpen pierden el color y vuelve a ser la piel limpia la que ha de pelearse con esos términos metálicos que buscan engarzarse en la piel.
Sobre todo, no somos.