ertrude Stein, en la Autobiografía de Alice B. Toklas –que viene a ser la suya–, cuenta que Henri Matisse llegó a su casa trayendo unas tallas africanas. Pablo Picasso, allí presente como tantas noches, quedó embelesado. Y, ¡abracadabra!, al tiempo las acuchilladas facciones de aquellas máscaras aparecieron en Las señoritas de Avignon. ¿Era un copión Picasso? No estrictamente. Era permeable. Todos lo somos en algo o en mucho. Eso quiere decir que no arrancamos de cero, nos inscribimos en el largo camino de búsqueda de belleza que recorremos los seres humanos.
Ecos y coincidencias, sin buscarlos, aparecen por el camino. Hace años un libro cautivante, Le Livre de feu, sobre arte mozárabe, me mostró ilustraciones de náufragos cayendo al mar en elegantes posturas sintetizadas. Me pareció indud...
Artículo para suscriptores
Hacé posible el periodismo en el que confiás.
Suscribiéndote a Brecha estás apoyando a un medio cooperativo, independiente y con compromiso social
Para continuar leyendo este artículo tenés que ser suscriptor de Brecha.
¿Ya sos suscriptor? Logueate