Cuando alguien veía a Hefesto y exclamaba “¡Dios mío!”, no era precisamente porque lo estuviera adorando. El hijo de Zeus y Hera siempre fue el más feo de todos los dioses griegos. Su madre lo vio tan feo que, para prevenir el bullying de los demás dioses, decidió tirarlo a la Tierra desde el monte del Olimpo. Eran otros tiempos y los dioses estaban pesados con las cargadas. No iba a faltar quien le dijera: “sos tan feo que el cuco duerme con la luz prendida”, “sos tan feo que hacés llorar a las cebollas” y ese tipo de cosas. Para peor, en tanto inmortales, los tendría que aguantar eternamente.
Por eso Hera, reina de los dioses, se deshizo de Hefesto quien estuvo cayendo durante nueve días y nueve noches. Cayó en el mar. Era tal su fealdad que hoy los chuchos marinos lo denunciarían a Gree...
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