Islandia, un país perdido en el océano Atlántico, con apenas 331 mil habitantes, ha sobresalido por distintos motivos en los últimos años: por sus avances políticos respecto de la diversidad y los derechos humanos, por la prohibición del uso de armas, por ser un país prescindente de un ejército propio, y por la calidad de su cine y de su fútbol. Pero ahora mismo se ha vuelto foco de atención por otra razón: el Partido Pirata.
Se trata de un movimiento internacional que reúne anarquistas, libertarios, hackers y locos de la informática, que tuvo su origen en Suecia en 2006, pero existe en Islandia desde el año 2012. Para comprender su éxito en la isla corresponde recordar la crisis financiera ocurrida en el año 2008 y sus efectos sobre la población: inflación, aumentos de impuestos y del desempleo. Las denuncias de Wikileaks funcionaron como un factor determinante para el procesamiento por estafa de varios ejecutivos y políticos: filtraron datos que evidenciaban cómo ciertos banqueros se otorgaron a sí mismos, y a sus círculos de allegados, enormes cantidades de dinero en créditos, poco antes de declarar la quiebra. En 2013 tres miembros del exótico partido fueron electos para el parlamento, siendo Islandia el primer país en contar con “piratas” en el gobierno.
Recientemente otro destape de información causó conmoción en la isla: los Panama Papers dieron cuenta de que unos 600 islandeses tenían fondos en paraísos fiscales, incluido el primer ministro, David Gunnlaugsson, y su esposa, lo que llevó a una gran movilización popular y a que el jerarca renunciara a su cargo.
Puede comprenderse entonces que el descreimiento y la indignación hacia la clase política se hayan generalizado, y que en la isla los hackers y piratas sean considerados por muchos como héroes nacionales. Birgitta Jónsdóttir, poeta, escritora, artista, editora, diseñadora gráfica y activista pirata, trabajó en Wikileaks un tiempo antes de volcarse de lleno a la vida política. Con un espíritu anti-establishment, su partido comenzó como un movimiento de protesta contra las leyes mundiales de copyright, y combinando medidas anticorrupción con otras que promueven las libertades individuales y la estabilidad económica. Entre otras controvertidas propuestas, se ha comprometido a dar asilo a Julian Assange y a utilizar los bitcoins como moneda nacional. Tiene como objetivo convertir a Islandia en “la Suiza de los bits”, un refugio para la libertad de prensa, de información y de expresión.
Jónsdóttir, que es una de las parlamentarias “piratas” y habitualmente la portavoz de su partido, ha señalado que su movimiento no es de izquierda ni de derecha, sino que combina lo mejor de ambas posiciones.
El partido parece estar beneficiándose de su carácter moderado; no comulgan con las propuestas antiinmigración de la derecha, pero tampoco con la lucha contra la austeridad que propugnaba la coalición griega de izquierdas Syriza. Pero quizá el costado más polémico del Partido Pirata sea el de definir sus ideas políticas mediante encuestas on-line, lo que habla de una ideología sustentada en un pragmatismo un tanto volátil, sin postulados claros ni convicciones firmes. Entre otros grandes temas, no se han definido acerca de si Islandia debería formar o no parte de la Unión Europea, y señalan que eso debería ser decidido mediante un referéndum.
Pero en concreto, a partir de lo ocurrido con los Panama Papers, el Partido Pirata encabeza las encuestas de intención de voto, por encima de todos los demás partidos políticos, y hasta hace unos días con poco más de un punto de diferencia con respecto al Partido de la Independencia (PI), de corte conservador.
Y aunque una encuesta reciente señalaba una repentina pérdida de votos a último momento, en beneficio del PI, lo cierto es que uno de cada cinco islandeses lo apoya. Y aunque quizá no sea suficiente como para convertir a los piratas en ganadores de las elecciones nacionales que tendrán lugar el próximo sábado, la cifra les aseguraría una representación sólida, con 15 parlamentarios en 63.