Como casi siempre, las cosas importantes empiezan de forma casual. Dos hermanas fueron a comprar pan y leche para el desayuno cuando a su lado pasaba La Bestia, el tren en el que viajan miles de indocumentados que se detiene en La Patrona, municipio Amatlán de los Reyes, Veracruz. Los migrantes, que se dirigen hacia la frontera con Estados Unidos, les gritaron que tenían hambre. Luego de alguna vacilación, las hermanas les dieron comida. Hoy son candidatas al premio Príncipe de Asturias y en 2013 ganaron el Premio Nacional de Derechos Humanos. Una historia de novela. Y de amor.
El viaje en La Bestia es ilegal y los emigrantes son todos indocumentados, por lo que ayudarlos supone cometer delito. El viaje en tren les permite sortear decenas de controles y centros de detención pero los riesgos son muy altos. En general abordan el tren en marcha, suben al techo, donde duermen y realizan buena parte del trayecto y se bajan también en movimiento.
Muchos sufren lesiones y pierden miembros en un trayecto de más de 2 mil quilómetros, sobre todo cuando saltan de un tren a otro, lo que sucede unas quince veces a lo largo del recorrido. La inmensa mayoría de los migrantes, hasta ocho de cada diez según Amnistía Internacional, son robados, abusados o secuestrados.
DAR SIN PEDIR. Norma Romero, la coordinadora del grupo, vivió su propia conversión. Era catequista pero sentía un vacío. Una noche llegó hasta su puerta una mujer que, arrodillada, le pidió ayuda para un migrante enfermo en el tren. “Fue una señal”, dijo mucho después, que cambió su vida. Siguen siendo un pequeño grupo de 14 mujeres, tan activas que parecen multitud.
Con los años, y el trabajo autónomo, ya que no reciben nada de las autoridades, construyeron un comedor y un albergue. Las ayudas llegaron de modo solidario gracias a un documental de un director francés. De ese modo levantaron una habitación para voluntarios, otra para que duerman los migrantes y hasta una pequeña oficina, además de baños y duchas. Pero, sobre todo, consiguieron que decenas de personas, en general estudiantes, lleguen al pueblo para conocer la experiencia. Lo que piden no es para ellas: víveres, ropa y calzado para los “muchachos”, como llaman a los migrantes, porque viajan con lo puesto. Ahora también tienen una camioneta que les regaló una familia que las admira y que utilizan para hacer las compras.
Todo muy sencillo, a base de trabajo y voluntad. Como la misa que ofició el obispo de Saltillo, Raúl Vera López. Un altar improvisado al lado de las vías del tren, ante un puñado de mujeres solidarias y unos cuantos periodistas, el pasado 14 de febrero celebrando dos décadas de solidaridad. “Las mujeres de la comunidad La Patrona contradicen el egoísmo, la soberbia y la voracidad de políticos y gobernantes”, dijo el ex obispo de San Cristóbal de las Casas.
Los demás sacerdotes destacaron el valor de unas mujeres que en pocos años transitaron de su papel asistencial al de defensoras de los derechos humanos. El franciscano fray Tomás González, quien está a cargo de la Casa del Migrante de Tenosique, Tabasco, destacó la capacidad de los pobres de ayudar a otros pobres. “No es la Iglesia oficial, no son las jerarquías, no es una fundación o un instituto, es el pobre que se organiza en familia y que tiende la mano porque vio le necesidad de ayudar al que estaba más necesitado que ellas”, dijo (La Jornada, 15-II-15).
PLAN FRONTERA SUR. Las Patronas se convirtieron en ejemplo y referencia. El padre Alejandro Solalinde se considera un defensor de los derechos humanos de los migrantes, coordina la Pastoral de Movilidad Humana Pacífico Sur y en febrero de 2007 fundó el albergue Hermanos en el Camino en Ciudad Ixtepec, Oaxaca, que ofrece un lugar seguro a los migrantes, alimentos, asistencia médica y psicológica y orientación jurídica. Fue amenazado y debió exiliarse durante varios meses.
Solalinde considera el Plan Frontera Sur como un “lobo vestido de oveja”, ya que no busca atender al migrante ni desarrollar la zona fronteriza sino implementar un “programa de limpieza étnica para quitar a los migrantes y dejar limpio para inversiones capitalistas de grandes empresarios” (La Jornada, 15-II-15). Una de las principales medidas del Plan es impedir que los migrantes suban a La Bestia.
El Plan Frontera Sur fue puesto en marcha en julio de 2014 por el gobierno de Enrique Peña Nieto con financiación de Estados Unidos, con el objetivo de impedir el paso de migrantes hacia el norte. Fue presentado como un proyecto para “proteger a los migrantes” del crimen organizado, pero según sus críticos ha empeorado las cosas. Un reportaje de The Washington Post asegura que el programa no ha desincentivado la migración ilegal hacia Estados Unidos pero “ha expuesto a quienes buscan cruzar la frontera a mayores peligros, ya que ante las dificultades para abordar La Bestia, tienen que viajar por zonas que están bajo el control de los cárteles, que obtienen jugosas ganancias del negocio de la trata de personas” (Pulso, 28-V-14).
Otro reportaje, del madrileño El País, asegura que antes los migrantes viajaban en grupos de 200, 500 y hasta 800 personas y se podían proteger, pero a partir de la implementación del Plan lo hacen en pequeños grupos y corren mayores riesgos. El obispo Raúl Verade sostiene que la limpieza racial facilita la implementación del Plan Puebla-Panamá, “para establecer las maquiladoras y lo necesario para producir las mercancías que necesita Estados Unidos”.
Para Las Patronas, el Plan Frontera Sur supone más trabajo. Antes entregaban 600 a 700 comidas y ahora sólo cien, pero muchos de los migrantes llegan caminando, heridos y cansados y son recibidos en el comedor. Según una de ellas, la cantidad de migrantes se redujo por el cobro de las mafias, integradas por las propias autoridades municipales, estatales y migratorias que trabajan junto a los grupos criminales. Antes necesitaban sólo comida, pero ahora requieren atención médica, reposo y zapatos, porque caminan quilómetros bajo el sol.
“El Plan Frontera Sur es un muro de seguridad, con muchos centros porosos, que son centros de corrupción. El que paga puede pasar”, comentó Solalinde. Sin duda, Las Patronas seguirán teniendo mucho trabajo.