La euforia empresaria multinacional se apoderó durante tres días de la capital argentina, a donde acudieron 1.500 gerentes de las más grandes corporaciones internacionales para planificar negocios rápidos y rentables. La idea surgió en enero pasado cuando el presidente, Mauricio Macri, acudió a la ciudad suiza de Davos para participar del Foro Económico Mundial.
Los Ceo de Coca-Cola, Dow Chemical, Ibm, Toyota, la publicitaria británica Wpp, Unilever y la brasileña Brf trajinaron entre el lunes y el miércoles por los salones del Centro Cultural Kirchner (Cck), alabando las bondades de las reformas liberales alcanzadas en nueve meses de gobierno macrista. Todos coincidieron en la necesidad de la apertura argentina al mercado internacional.
Tres fueron los cerebros del encuentro y las llaves para abrir las puertas a otros hombres de negocios: el británico Martin Sorrell, el australiano Andrew Liveris y el marroquí Richard Attías, todos presentes en algunas de las mesas expositoras del evento, varias de las cuales fueron moderadas por la presentadora de Cnn Patricia Janiot.
Attías es un consultor dedicado a generar estas rondas de negocios para vender la “marca país”, especialmente en estados nacionales con economías primarias, como Gabón, Ruanda, Congo, Egipto, y el año próximo en los paraísos fiscales de Bahamas y Panamá. Attías aparece en las filtraciones de los llamados Panama Papers, en condiciones similares a las del presidente Macri. Quizá el más sincero y crudo expositor haya sido Liveris, aconsejando a quienes lo escuchaban “no invertir en producción” porque “hoy no es negocio”. Los operadores de bolsa reconocían por los pasillos del Cck que en el ámbito financiero ya se logró eliminar el desempleo.
Como ocurre en estos encuentros, la euforia festiva de los hombres de negocios extranjeros choca contra las realidades de política doméstica de los organizadores. Macri y su gabinete de ministros en pleno estuvieron presentes durante los tres días en busca de arrancar promesas de inversión para poder anunciar algunas cifras de cuatro dígitos en los próximos meses, teniendo en cuenta que la lluvia de inversiones anunciada para el segundo semestre del año aún brilla por su ausencia y el desempleo trepa incesante en la propia escala oficial de mediciones.
Las reuniones y versiones oficiales apuntan por ahora a lograr atraer capitales chinos y japoneses para desarrollar el sector minero y de infraestructura como primer impacto para oxigenar el discurso económico del gobierno. De hecho, más allá del clima festivo, las sugerencias más sensatas las aportaron algunos empresarios argentinos encabezados por el número uno de Techint, Paolo Rocca, quien insistió en la necesidad de cuidar el mercado interno y crear “por lo menos 4 millones de puestos de trabajo” para asegurar también la estabilidad política frente al deprimido humor social. “Buscamos algo más que elogios de parte de los empresarios –confesó a Brecha un diputado nacional del Pro, economista ortodoxo–, porque sabemos que estamos haciendo bien las cosas, pero ahora es el turno de las inversiones.”
Cuatro fueron los empresarios con los que Macri se reunió en privado, lejos del bullicio del foro: Liveris, el amigo griego de Macri, capo de Dow Chemical; Bruno di Leo, de Ibm; Wayne Richardson, de Enirgi Group, ligado a la explotación minera, y Ross Beaty, de Pan American Silver, la empresa que busca acceder a los yacimientos de plata más importantes del país, ubicados en Chubut, provincia donde hay una ley que prohíbe la minería a cielo abierto. Tanto Richardson como Beaty necesitan con urgencia la intervención de Macri a través de dos de sus ministros: el de Energía y Minería, Juan José Aranguren, y el de Medio Ambiente, el rabino Sergio Bergman, para erosionar la resistencia de las asambleas ciudadanas patagónicas frente al avance de sus empresas.
La banda británica Genesis, autora del álbum Vendiendo Inglaterra por una libra, de fines de los años setenta, parece haber servido de inspiración a los asistentes al happening. El precio de remate del país lo vale con creces.