—¿Mojones de la biografía?
—No fue casualidad que Cine Universitario decidiera presentarse en sociedad, como entidad autónoma de Teatro Universitario, el 28 de diciembre de 1949, día en que se cumplía el 54 aniversario de la primera proyección pública de los hermanos Lumière en París. Los estudiantes de derecho que lo fundaron exhibían películas de calidad ajenas al circuito comercial, con ánimo de financiar producciones propias, y lo organizaron al estilo de los cineclubes europeos. Logramos nuestra primera sala, en los altos del ex teatro Artigas, Colonia y Andes, a mediados de los cincuenta, que fue la década de oro porque los socios crecieron exponencialmente, editamos la revista Film, dirigida por Homero Alsina Thevenet y nutrida, entre otros, por Emir Rodríguez Monegal, Hermenegildo Sábat en las caricaturas, en fin, una pléyade, y ante el crecimiento de los respectivos acervos y la necesidad de preservarlos Cineclub y Cine Universitario decidieron crear la Cinemateca Uruguaya. Otro mojón fue cuando pudimos alquilar la sala ubicada en el Centro de Protección de Choferes, de la calle Soriano, que luego fue La Linterna Mágica; a esa altura Cine Universitario era un referente para la cinematografia continental, visitado por figuras internacionales. La vez que nos invitaron a un encuentro de cineclubes en Mérida, una ciudad paulista en medio de la nada, fue una emoción entrar al único cine que tenían y encontrar varios números de la revista de Cine Universitario expuestos en vitrinas.
—La dictadura lo intervino pero pudieron comprar la sede actual.
—Sí, entre 1975 y 1985 esta casa fue comprada y reformada para albergar la sala mayor, la Lumière, con tertulia y capacidad para 330 espectadores, y la Chaplin, que admite 70. El resto del espacio aloja un archivo, biblioteca, sala de reuniones y dependencias administrativas.
—Decías que les queda un año para recuperarse, so pena de fenecer, ¿detalles del diagnóstico?
—Más que recuperarnos, debemos reconvertirnos. Los problemas son múltiples y van desde una cifra insignificante de socios, adultos mayores, al solipsismo cultural y social en el que flota la institución. Estuve en la directiva en el período inmediato a la recuperación democrática, luego me fui durante una década y volví hace dos o tres años.
—¿Por cansancio?
—Por trabajo, hacerse un lugar en la medicina uruguaya nunca fue fácil, trabajaba catorce horas diarias.
—¿Solipsismo consciente o negado?
—Deliberado, hubo integrantes de la directiva que, en determinado momento, aislaron al cine en aras de sentirse imprescindibles. Ridícula lucha de poderes que una entidad de esta dimensión no soporta.
—Aun sin ese trasfondo, noto la soledad que te rodea (venimos de pasear por un Cine Universitario que exhibe, un sábado a la tarde, seis espectadores que nunca saldrían de noche, papeles dormidos en habitaciones vacías y contados funcionarios en las trincheras).
—Tenemos que comenzar a funcionar como un cineclub, es decir, agregar, a la exhibición de películas, diversas y atractivas propuestas culturales. Esta semana hicimos una experiencia linda con gente vinculada al cultivo de semillas autóctonas uruguayas, pasaron un audiovisual, dieron una charla y armaron un stand para ofrecer semillas; fue estimulante y trajo público. Algún concierto en vivo también concretamos. La invasión del cine digital te obliga a tener un proyector digital que no poseemos y cuesta, con los chiches que hay que agregarle, como sonido Dolby y demás, entre 60 mil y 80 mil dólares, cifra inaccesible para nosotros. Nunca pedimos ayuda, por tontas ínfulas de autosuficiencia, ni al Estado ni a los privados, y es algo que estoy decidido a corregir. Un proyector nuevo nos permitiría mantener la programación cineclubista de lunes a viernes, y recuperar al perdido público de fin de semana, que venía a ver el 20 por ciento rescatable de las películas de estreno.
—¿Qué pondrías en la columna del haber?
—Está por salir el número tres de nuestra revista Tercer Film, editada por Juan Andrés Belo y heredera de la mítica Film y su continuadora, Nuevo Film, que dirigieron Álvaro Sanjurjo Toucón y Luis Elbert; en breve firmamos un convenio con la Universidad de la República para acercar estudiantes, trabajamos con la tarjeta estudiantil Montevideo Libre, de la Intendencia, que nos aporta dividendos esenciales, también con Socio Espectacular, y por primera vez hospedaremos, en un hecho histórico, 36 películas del 33 Festival Cinematográfico Internacional del Uruguay, que organiza Cinemateca.
—¿Qué hace un psiquiatra en un largometraje dramático?
—(Ríe.) Mi madre solía reconvenirme: “Omarcito, te pasás más horas en el cine que en la facultad”, y yo la tranquilizaba: “el cine es mi vocación, la medicina mi hobby”.
* Canelones 1280, cineuniversitariodeluruguay.org.uy