Ante el genocidio en curso en Gaza: Preguntas incómodas - Semanario Brecha
Ante el genocidio en curso en Gaza

Preguntas incómodas

Tengo algunas preguntas para los izquierdistas de este país y sus medios de comunicación.

¿Puedo denunciar el genocidio que el régimen israelí está cometiendo en Gaza sin decir que es una respuesta a la violencia de Hamás, sino que lo del 7 de octubre fue la oportunidad que Israel estaba esperando y para la que venía preparándose?

¿Puedo poner en contexto y perspectiva la violencia palestina y recordarles las causas profundas de este horror sin precedentes, que no empezó el 7 de octubre, sino hace 75 años, y recordarles que sin esas causas de fondo la violencia palestina no existiría?

¿Puedo recordarles que en sus 75 años de existencia el Estado de Israel ha cometido numerosas masacres contra el pueblo palestino, además de la violencia cotidiana y estructural de la ocupación colonial más prolongada y brutal de la época moderna, y de un régimen de apartheid que hace palidecer al que sufrió Sudáfrica (en palabras de activistas de ese país)? ¿Y que todo ello ha hecho que en estas siete décadas y media 95 por ciento de las víctimas hayan sido palestinas?

¿Saben ustedes que 80 por ciento de la población de Gaza es refugiada de la Nakba? ¿Saben acaso que los jóvenes que el 7 de octubre invadieron el sur de Israel tras romper las vallas de la prisión de Gaza –donde han vivido hacinados y encerrados toda una vida de privaciones sin horizonte ni esperanzas– son nietos de familias que fueron expulsadas de comunidades palestinas destruidas durante la limpieza étnica de 1948, sobre cuyas ruinas se construyeron los florecientes y primermundistas kibbutzim que estos jóvenes vieron por primera vez en la tierra robada a sus abuelos?

¿Puedo recordarles que mucho antes de la fundación de Hamás en 1987 Israel cometía masacres, ocupaba, robaba y colonizaba el territorio palestino y oprimía a su población –como lo hace en Cisjordania y Jerusalén Oriental, donde no gobierna Hamás– y que seguirá haciéndolo si logra exterminarlo, simplemente porque Hamás es el cuco de turno (como antes lo fueron la Liga Árabe, la Organización para la Liberación de Palestina y Yasir Arafat) para justificar el proyecto colonial sionista, que se resume –desde hace un siglo– en una premisa muy sencilla: el máximo de tierra con el mínimo de árabes; y ahora es la excusa para satanizar a toda la población de Gaza y aniquilarla?

¿Por qué no han condenado con la misma contundencia con que condenaron los hechos del 7 de octubre el ataque genocida, la violencia desproporcionada e indiscriminada, el castigo colectivo y otros crímenes de guerra que desde el 8 de octubre el régimen israelí está cometiendo contra la población de Gaza, encerrada ya no en la mayor cárcel a cielo abierto, sino en el campo de exterminio más grande del mundo (death camp lo llamó Chris Gunnes, exvocero de UNRWA, la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo)?

¿Por qué no han condenado los discursos explícitamente genocidas de los gobernantes israelíes y su declarada intención de aniquilar todo vestigio de vida palestina en Gaza, expulsar a sus habitantes hacia Egipto y completar así el trabajo iniciado en 1948? ¿Acaso no saben que la deshumanización y el discurso de odio son el primer paso para justificar el genocidio?

¿Por qué no condenan la decisión genocida israelí de prohibir la entrada de combustible –pese a las súplicas de todos los organismos humanitarios y los llamados desesperados de las autoridades de salud de Gaza–, sin el cual no pueden funcionar las ambulancias, los generadores que dan electricidad a los colapsados hospitales ni la planta que potabiliza el agua de mar que hoy está bebiendo la población gazatí?

¿Saben ustedes que un niño o una niña está muriendo en Gaza cada diez minutos? ¿Saben que los muertos en menos de un mes ya superan los 9 mil, que 60 por ciento son niñas, niños y mujeres, y que las personas heridas son más de 22 mil? ¿Saben ustedes que casi 70 funcionarias/os de UNRWA, 37 periodistas y 150 médicos, paramédicos/as y socorristas cayeron bajo las bombas? ¿Saben que barrios completos han sido reducidos a escombros y que familias enteras (hasta 90 integrantes de una misma familia) han desaparecido de la faz de la tierra?

¿Por qué no condenaron el uso de fósforo blanco y los bombardeos sobre ambulancias, centros de salud, mezquitas, iglesias, y el horrendo bombardeo al hospital cristiano Al Ahli, que mató a más de 500 personas e hirió a cientos? ¿Por qué no condenaron la orden de evacuación forzada a más de un millón de personas del norte hacia el sur de la Franja, y los bombardeos sobre quienes obedecieron, en el camino y al llegar a destino? ¿Por qué no condenan las amenazas israelíes de bombardeo inminente a los hospitales Al Shifa y Al Quds, donde se refugian 50 mil y 14 mil personas respectivamente?

¿Por qué las voces indignadas por la muerte de civiles en el sur de Israel no condenaron antes ni ahora el inhumano bloqueo por aire, tierra y mar que Israel impone desde hace 16 años sobre 2.200.000 personas (la mitad de ellas menores de edad), que ha provocado una crisis humanitaria atroz y ha hecho que, según la ONU, Gaza ya fuera inhabitable antes del 7 de octubre? ¿Por qué no han denunciado que ese bloqueo y los ataques periódicos han dejado a Gaza casi sin electricidad, sin agua potable ni saneamiento, con una economía destruida, un desempleo rampante, hospitales desabastecidos, y que Israel controla hasta cuántas calorías al día recibe cada habitante de Gaza?

¿Por qué no condenaron con la misma contundencia los ataques anteriores de Israel contra Gaza (2008-2009, 2012, 2014, 2021, 2022) ni la represión feroz a las protestas masivas y pacíficas que la población gazatí llevó a cabo en 2018-2019 (en la Gran Marcha del Retorno) para demandar el fin del bloqueo y el derecho al retorno, asesinando a unas 230 personas e hiriendo y mutilando a más de 10 mil? ¿Y por qué no condenaron este mismo año la escalada de violencia sin precedentes en Cisjordania, cometida e incitada por el flamante gobierno fascista de Israel desde diciembre pasado?

¿Por qué la izquierda, tanto siendo gobierno como oposición, se ha empeñado en mantener relaciones de normalidad y amistad con un Estado que tiene semejante historial criminal y lo ha considerado «la única democracia de Oriente Medio», cuando en realidad es un régimen colonial, racista y etnonacionalista (que consagra la supremacía de un grupo en sus leyes fundamentales), un Estado de apartheid inconcebible en el siglo XXI?

¿No es precisamente la comunidad internacional la principal responsable de esta fase de exterminio genocida, por haber avalado y apoyado los crímenes israelíes y haberle permitido a ese país durante 75 años violar con total impunidad –y sin pagar ningún precio– el derecho internacional humanitario, así como cientos de resoluciones del Consejo de Derechos Humanos y la Asamblea General, y decenas del Consejo de Seguridad?

¿No es la misma complicidad internacional que ante cada nueva agresión, junto con la condena a la violencia de las víctimas, sigue cacareando que «Israel tiene derecho a defenderse» (un derecho inexistente en el derecho internacional humanitario para una potencia ocupante), mientras le niega al pueblo palestino el derecho que sí le reconocen resoluciones de la Asamblea General de la ONU (entre ellas la 3.314 y la 37/43) a todo pueblo sometido a una ocupación colonial extranjera y a un régimen racista de luchar por todos los medios, incluyendo las armas, por su liberación y su autodeterminación?

¿Cuándo van a dejar de utilizar el lenguaje engañoso de la teoría de los dos demonios y de llamar «a ambas partes» a buscar caminos de diálogo para solucionar «el conflicto», como si se pudiera sentar a dialogar a la víctima y al victimario sin antes parar y castigar la violencia? ¿Cuándo van a reconocer que se trata de una lucha de liberación contra un régimen de ocupación colonial que no tiene la menor intención de reconocer los derechos humanos y colectivos del pueblo palestino, ni de devolverle un solo metro cuadrado de su tierra ancestral, ni de permitir que viva en ella en paz, libertad, igualdad y justicia? ¿Cuándo van a condenar inequívocamente a Israel por violar el consenso de la ONU y el derecho internacional? ¿Cuándo van a aplicar sanciones efectivas para acabar con su impunidad, como se hizo con el apartheid sudafricano y otros regímenes criminales?

Por último, estimados izquierdistas, una pregunta de sinceramiento: ¿ustedes creen que la comunidad internacional permitiría las atrocidades que estamos viendo hoy en Gaza, este genocidio televisado en tiempo real, si las víctimas fueran judías? ¿O si fueran europeas y blancas como las ucranianas, en lugar de tener la piel oscura, hablar árabe y ser mayoritariamente musulmanas?

¿Acaso no ha quedado meridianamente claro desde el 7 de octubre que las vidas palestinas no valen igual que las israelíes? ¿Que las víctimas palestinas no tienen nombres, ni rostros, ni familias, ni historias, y que cuanto más alto es su número, más abstractas se vuelven? ¿Que sus gritos desesperados y desgarradores desde los escombros y los hospitales convertidos en morgues no tocan los corazones de la misma manera? ¿Acaso el ataque del 7 de octubre no ha sido la excusa perfecta para dar rienda suelta en Occidente a las más horribles muestras de racismo, odio antiárabe e islamofobia?

¿Y acaso en Uruguay somos más «civilizados»? A juzgar por las reacciones y las declaraciones de todo el espectro político y por el silencio atronador de la sociedad civil, me atrevo a afirmar que no, porque, como hijos de colonos europeos que somos, nos es más fácil empatizar con las víctimas israelíes (incluyendo a compatriotas que gozan de los privilegios que el Estado judío les otorga pero le niega a la población palestina); por eso mismo no nos tembló la mano en 1947 para votar por regalarle más de la mitad del territorio palestino a un movimiento de colonos europeos sin consultar siquiera a sus habitantes originarios: árabes musulmanes, cristianos y judíos que llevaban muchos siglos cultivando y compartiendo esa tierra santa; una tierra que desde la implantación del proyecto colonial sionista exclusivo y excluyente no conoció un solo día de paz.

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