Nacido en 1980, Nacho Mateu se viene estableciendo como uno de los mejores bajistas de Uruguay. Empezó a tocar de adolescente, completó su formación en Argentina en la primera mitad de la década pasada. De regreso al país en 2007, se integró inmediatamente a la primera línea de la música uruguaya, tocando con Rada, los Fattoruso, Rossana Taddei, Herman Klang, Laura Canoura, Pitufo Lombardo, Eli-u Pena, Sebastián Jantos, Nicolás Arnicho, Santiago Montoro, Ricardo Lacuan, Carmen Pi y muchos otros. Desde 2008 viene editando discos personales de música instrumental. Éste1 es el tercero.
En Buenos Aires cursó la Escuela de Música Contemporánea, subsidiaria de la Berklee School of Music. La música de Mateu perfectamente se podría caracterizar como integrando una “estética Berklee”, es decir, una versión amable de “fusion
jazz”. Por algún motivo varios de quienes curten esa veta en Uruguay son también adeptos del candombe, y Nacho Mateu no es la excepción: en cuatro de los diez surcos hay tambores de candombe, a veces coexistiendo con batería americana, otras veces como única base percusiva. El tema patrióticamente titulado “Bóveda celeste” va más allá, constituyéndose en un verdadero alegato de elementos de identidad cultural adaptados en onda fusion: además de los tambores hay guitarras zitarroseanas y un bandoneón. La canción “Tres tambores” culmina con un giro en sol menor claramente inspirado en “Te parece”, de Rada, y éste participa como invitado tocando la percusión (ese final de tema es uno de los momentos más fuertes del disco).
El clima general es distendido, buena onda, con pocos misterios. Hay un gusto, inherente al estilo, por estructuras métricas cuadradas. Hay muchos cambios súbitos de ámbito armónico y de llevada rítmica, cambios que suelen ser impredecibles con respecto a “hacia dónde vamos”, pero que sí son predecibles en cuanto son inherentes al estilo y porque suelen caer en los pliegos de esas estructuras cuadradas. Hay momentos tiernos con melodías diatónicas y poco sincopadas –eran la única novedad que le quedaba al ámbito del jazz cuando se generó esta onda hacia 1970, y tienen la ventaja de permitir, luego, un cierto efecto cuando las armonías se “traicionan” con otras que no eran las que se habían establecido–. Esas melodías muchas veces regresan perfumadas por un saxo con emisión oboística o, en la culminación sentimental, por una voz cantante sin letra y mezclada bajito. Esas partes se suelen alternar con otras más rítmicas, más sincopadas y menos melodiosas.
Mateu tiene un espectacular sonido de bajo: propicia un piso sólido con sus graves encorpados, agita el ritmo con un ataque neto, y tiene suficientes medios como para perfilar perfectamente los giros melódicos. Se otorga a sí mismo su espacio solista, como en cualquier disco de jazz, pero lo comparte con los demás instrumentistas, sin protagonizar, satisfecho con que rindan de la mejor manera sus composiciones y arreglos. El elenco de instrumentistas es notable: entre otros están Martín Ibarburu en batería, Ignacio Labrada en teclados, Pablo Moser en saxos, Nico Ibarburu en guitarras, Nico Arnicho y Leo Fernández en percusiones, Nico Mora en bandoneón, Julieta Rada y Rodrigo Vicente en voces. El muy buen sonido está garantizado por Santiago Montoro.
Pero se destacan especialmente tres surcos grabados en 2011 en Nueva York, entre otras cosas por la participación de Lautaro Burgos, un baterista mucho más jazzístico que Martín Ibarburu, y que establece un ámbito de libertad y vuelo rítmico muy estimulantes. Curiosamente, los tres surcos tienen similar estructura: un marco en la veta tierna, y medios más picados que incluyen momentos con ciclos rítmicos irregulares (por ejemplo, ese breve episodio de “Brooklyn” hecho de tramos de, respectivamente, 11, 17, 11 y 13 micropulsos –todos números primos–, y que deben haber hecho transpirar a los músicos durante los ensayos). Hay otros elementos en esos tres surcos que contribuyen a despeinar sanamente un disco que, de modo general, se presenta bastante prolijito (por ejemplo, todo el ruidaje que está puesto de fondo para la melodía tierna de “Adá”, que también tiene un momento tamizadamente free antes de recapitular la melodía del inicio).
1. Peste gurú, Perro Andaluz, PA 5785-2, 2013