Lugar o no lugar, el hotel –albergue, posada, pensión, burdel– es un cruce de caminos susceptible de convertirse en un teatro fascinante, donde amar, soñar, escapar o morir. Como si atravesar la puerta de un hotel favoreciera un cambio de rumbo, el acceso a otra realidad, la ocasión para fingir ser aquello que no somos. Testigos de peripecias vitales apremiantes, misterios y excentricidades, entre sus paredes nacieron algunas de las páginas más recordadas de la literatura y emprendieron el último viaje muchos autores que serían inmortales.
La estadía en un hotel es percibida como un quiebre en la cotidianidad y está vinculada al rito del viaje y a la búsqueda. En ese sentido, es un modelo narrativo privilegiado, una figura de deseo que depara tragedias y alegrías. Está quien da la vuelta a...
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