Proyecto Francisco - Semanario Brecha

Proyecto Francisco

El lunes 16 de marzo, a la hora de la conferencia de prensa, sólo estaban TNU y El Observador. Ni Boff aparecía, demorado en Rincón del Cerro. Cuando ya era hora de que el teólogo empezara su prosa en el Salón Azul del Palacio Municipal los presentes no alcanzaban a completar dos hileras de butacas.

Es que el orador y su público llegaron tarde y juntamente. Una columna de jóvenes, en la que se contaba una teóloga luterana, ocupó las primeras filas. Un ex presidente del Comité Central Israelita encontró acomodo al lado de uno de los tantos asistentes al encuentro que lustros atrás supo gastar la camisa naranja de la democracia cristiana.

“No sé si sólo había gente de medios cristianos progresistas”, observó Francisco, un viejo militante del Serpaj: “la genética marxista de la izquierda uruguaya la ha hecho refractaria ante el tema ecológico, que es mirado desde la sospecha. Así que para muchos debe haber sido bueno que una persona de prestigio viniera a plantearlo”. La cosa es que cuando concluyó la presentación a cargo de los organizadores y el subsecretario de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente, no cabía ni un alma más.1

“Yo estoy un poco asustado viendo tanta gente, especialmente arriba. Espero que haya sustentabilidad de todo esto. O será un desastre ecológico y humano”, saludó el teólogo.

La sala aplaudió de pie –largamente– el final de la oratoria y las ganas de seguirla fueron evidentes a la hora peligrosa de la ronda de preguntas, cuando ya eran cerca de las diez de una noche de lunes y aún después, porque la instancia parece haber sido propicia para numerosos reencuentros que enlentecieron la dispersión.

“A mí no me extrañó que hubiese tanta gente. Hay mucha cosa oculta, estamos saliendo…”, sentenció un viejo jesuita, pero se negó a dar detalles. “Esto es obra de mi tocayo”, bromeó el Pancho ya citado.

Catarinense de 76 años, cura pero casado con Marcia Monteiro, cofundador del PT y del ambientalismo latinoamericano, teólogo de la liberación silenciado por la Inquisición cuando la dirigía el papa Benedicto, acá no parece haberse guardado nada. Preguntado por el apoyo del Vaticano a la guerra contra el Estado Islámico ha dicho que “si la cosa es tan grave que sacrifican niños y no quieren conversar, hay que intervenir para rescatar la vida humana. (…) no vemos alternativas. (…) no hay ninguna guerra justa o santa (…). Pero hay situaciones límite en que los inocentes gritan: ‘¿Por qué me has abandonado?’”.2

CHICO.

—Hace tiempo ya que usted anunció su voluntad de entregar personalmente su libro sobre Francisco de Asís al papa Bergoglio. ¿Finalmente pudo encontrarse con él?

—No, porque cuando él podía recibirme yo debía inaugurar un congreso internacional de espiritualidad. Pero ya nos vamos a encontrar y es importante pues creo que el papa quiere una especie de reconciliación con los teólogos de la liberación, duramente castigados y más que nada incomprendidos por el Vaticano. Y ahora viene el jefe de la Inquisición y dice que la teología de la liberación es teología católica. Antes decían que era marxista. Es muy fácil decirlo. Pero hay que respetar los procesos que vienen desde abajo, que cuestionan a la sociedad y a la Iglesia también, a sus formas autoritarias de gobierno, la marginación de la mujer, los laicos que no cuentan para nada… Cuando hice una crítica dura me castigaron por eso, por el libro Iglesia, carisma y poder. Pero al lado de lo que el papa dice, mi libro es un libro de piedad. Dice que obispos y cardenales tienen rostro de viernes santo, que están tristes como si fueran a su propio entierro, que los teólogos conservadores cultivan esqueletos y no personas vivas. Nosotros siempre recibimos palos y ahora él dice que los buenos teólogos tienen que ayudarlo a pensar un nuevo camino para la Iglesia, porque andamos como ciegos sin saber adónde vamos. Esto es una primavera de la Iglesia. Restituye el buen sentido de las cosas, la sencillez. Esto no sólo es importante para la Iglesia sino para los líderes mundiales. Suscita valores nuevos, hace la crítica directa del sistema del capital, de los adoradores de ídolos. Ningún papa en la historia habló así. Y él lo dice tranquilo. Viene del caldo de cultivo eclesial que se ha formado en América Latina. En un papa europeo esto era imposible, pues estaba en el corazón del sistema. La Iglesia latinoamericana ha entendido que tiene una misión religiosa, sin dudas, pero simultáneamente tiene una misión política de defensa de la justicia social, los derechos humanos, la opción por los pobres. Y este papa viene de esa tradición.

—Sin embargo, Bergoglio no cultivaba la teología de la liberación, sino la llamada teología del pueblo. ¿En qué se distinguen?

—Es que la teología de la liberación tiene varias vertientes, una viene más del oprimido concreto, obrero, de los afrodescendientes, de los indígenas, de las mujeres y, en Argentina, creo que también a raíz de la vigilancia de los militares, que no permitían usar categorías de conflicto, de lucha de clases, de la tradición marxista, preferían reflexionar la teología de la liberación en términos del pueblo oprimido y la cultura silenciada y aprovechar los elementos de resistencia que el pueblo tiene, sus valores propios, la solidaridad. Bergoglio, que tuvo de profesor a Juan Carlos Scannone, el teólogo que más trabajó en esa dirección, inmediatamente adhirió a eso. Desde aquel tiempo, el centro para él es la opción por los pobres, por el pueblo oprimido y la cultura que está abajo, silenciada, a la que hay que darle valor. Eso se ve en la polémica con Cristina. Él dice que no alcanza con la filantropía del peronismo, que tenemos que tener justicia social y eso implica cambios de las estructuras sociales y en relaciones diversas. El papa piensa en forma vigorosa y lo expresa en hechos. Para mí, los más importantes fueron: que recibió a Gustavo Gutiérrez, uno de los padres de la teología de la liberación, y llamó al viejito Arturo Paoli (que tiene 102 años, vivió 15 en Argentina, la dejó porque había sido amenazado de muerte y estuvo en Brasil antes de volver a Italia). Francisco pasó una tarde con él rediscutiendo el futuro de una Iglesia pobre, que no sólo hable de los pobres, sino que vaya donde están ellos, comparta con ellos, los defienda. En Córcega, el papa comió junto a los obreros que estaban haciendo huelga y el gobierno italiano se puso nervioso. En Brasil dijo a los jóvenes: “Ustedes tienen que ser revolucionarios”.

—Sin embargo, al menos hasta 2005 usted atribuía a Bergoglio un perfil conservador y lo relacionaba con la dictadura argentina. Usted explicó que no lo conocía lo suficiente. Pero, ¿cómo pudo ocurrir ese desconocimiento entre dos figuras tan relevantes de la Iglesia latinoamericana?

—Yo partía del hecho de que el episcopado argentino fue cómplice de la dictadura. Eso hay que entenderlo en el marco de que la religión católica es la religión oficial del Estado argentino. Los obispos se sentían mal oponiéndose directamente al gobierno, con excepción de Jorge Novak y otros pocos que estaban completamente aislados. Fui a darle mi apoyo a Novak en Quilmes y él me decía: “Cuando estoy con los obispos, prácticamente me excluyen. No aceptan críticas, no aceptan que el gobierno ataca los derechos humanos, que hay torturas”. Partí de ese hecho y dije que de ahí probablemente no iba a salir nada. Pero después, cuando me di cuenta de cómo vivía él como cardenal… Entonces hice la profecía, dos meses antes de su nombramiento, que el futuro papa iba a llamarse Francisco, pues como el de Asís encontraría una Iglesia en ruinas y la dejaría renovada. Es decir, debía venir alguien de fuera de la envejecida cristiandad europea, alguien de América Latina con libertad para salvar a la Iglesia. Y vino Bergoglio. Yo digo que Francisco es más que un nombre, es un proyecto de iglesia y de mundo, con sencillez, con valentía y espíritu profético, con atención a los más sufrientes del mundo. Para mí hoy –y no lo digo porque esté en Uruguay– hay dos grandes líderes mundiales con una profunda humanidad que son Bergoglio y el Pepe Mujica. Mujica es un ícono. Tiene un discurso de tanta unción humana, de sentido ético, sin ninguna rabia, reconciliado con la vida, postula una cultura alternativa. Pasé una hora y media charlando con él. Me sentí absolutamente identificado. Un campesino que con su camisa gastada, sus pantalones malos, las sandalias todas rotas, dice “yo no soy pobre, porque tengo todo lo que necesito. Tengo la simplicidad voluntaria, el consumo medido. No tengo empleada, mi mujer y yo lavamos la ropa, cocinamos. Tengo la perra que nadie quería porque le falta una pata y otro perro que casi no anda”. Y hablando con Manuela le decía: “¿Qué vamos a hacer ahora que Lucía va a ser intendenta y nosotros vamos a quedar solos aquí en casa?”

—Una interpretación de la teología de la liberación sostiene que a mediados del siglo pasado, cuando Roma constató el sostenido declive de las vocaciones religiosas, toleró el experimento que esa teología significó, pero al comprobar que las vocaciones seguían cayendo y el viraje ocasionaba tantos conflictos con los poderes constituidos, canceló la prueba y volvió a arrimarse a sus viejos amigos. ¿No podría suceder esto otra vez?

—Puede pasar. Las resistencias son muy fuertes. En Internet circula una oración que refiriéndose a Francisco dice “Señor, ilumínalo o elimínalo”. El papa, que ahora hace la cola para comer como todo el mundo, dice en broma que hace eso porque así es más difícil que lo envenenen. Pero creo que es difícil un regreso a la vieja disciplina. Las iglesias se estaban vaciando y los cristianos, que han crecido en conciencia, ya no aceptan una Iglesia autoritaria, celibataria, solamente de viejos cardenales y obispos que mandan de arriba abajo. Participan de la conciencia generalizada de que hay que ser activo, decidir juntos. Y si la Iglesia no cambia terminará siendo una secta mariana. Francisco ni siquiera se llama papa, se llama obispo de Roma. Quiere gobernar colegialmente y poner allí mujeres. Incluso podría nombrarlas cardenal, porque cardenal es un título, no supone la ordenación sacerdotal. La curia romana tiene dificultad de aceptarlo. Pero él tiene la ternura de Francisco y el rigor, la racionalidad moderna del jesuita. Mi imaginario barrunta que va a iniciar una nueva genealogía de papas que vendrán del Tercer Mundo. Recordemos que ninguno de los cardenales europeos quería ser papa, heredar una Iglesia en crisis financiera y la vergüenza de los curas pedófilos. Mientras se acusó a sacerdotes se soportaba, cuando la cosa involucró obispos fue un escándalo, pero cuando percibieron que había dos cardenales pedófilos ya nadie quería enfrentar eso. Y está la situación de que la mafia junto a los cardenales hacían lavado de dinero. Contra las medidas severas del gobierno español, usando el Vaticano, ellos enviaban euros hacia afuera. Y el del Vaticano tiene la misma lógica que otros bancos: no se necesita poner el nombre, sólo un número, por lo que no se ha podido identificar quiénes son. Este papa está limpiando todo eso y poniendo a la curia en una crisis muy grande… Entonces yo diría que es difícil volver atrás, lo que no quiere decir que no haya obstáculos. El papa está preparando una encíclica sobre el medio ambiente y me pidió materiales sobre eso, pero me dijo: “No me los mandes al Vaticano porque no me llegan”.

TERRA.

—A diferencia de otros ambientalistas usted se ha implicado en megaproyectos. Al presentarlo, Jorge Rucks, subsecretario del Mvotma, subrayó su participación en un programa asociado a la represa de Itaipú llamado Cultivando Agua Boa. ¿De qué se trata y cuál ha sido su papel en él?

—Es un programa que asumió la Carta de la Tierra y las Metas del Milenio como textos fundadores de una nueva visión de la realidad. Articula los 29 municipios que rodean el inmenso lago que formó la represa. Allí viven más de un millón de personas y se produce la mayor cantidad de carne y de soja. Se trata de concientizar a ese millón de personas para que cuiden el agua y el suelo, produciendo de una manera que respete los ritmos de la naturaleza, rescate los ríos y las selvas. En ese marco se formaron más de mil educadores ambientales. Se busca que los municipios adopten políticas de Estado que promuevan la agricultura orgánica, la producción de energía alternativa, el reciclaje de la basura y la integración de todas las diversidades. Hay un centro de saberes y sabores para rescatar las tradiciones culinarias del pueblo y desarrollar la medicina de hierbas. Es algo muy complejo y está marchando tan bien que recibió un premio internacional de manos de la reina de Inglaterra y otorgado por un grupo de multinacionales, tal vez un poco interesadas… Yo los acompaño desde el principio reflexionando con ellos, dando clases, preparando materiales. Cada año hay una reunión a la que asisten varios miles de personas que conforman una inmensa fraternidad que intercambia sus experiencias. Cuando uno ve ese trabajo dice “es posible, no estamos condenados”. Pero hay que tener personas que quieran y que se articulen de manera multitudinaria, más allá de pequeños proyectos. Ahora la intención del gobierno de Dilma era implantar esto en todas las hidroeléctricas de Brasil, que son inmensas. Y el mismo modelo se aplica en Costa Rica, en Guatemala y en Puerto Rico. Eso me parece interesante para decir: no solamente hay reflexión, hay prácticas.

—Más polémica ha sido su opinión a favor de la construcción de un canal interoceánico en Nicaragua. Sergio Ramírez, el escritor que fuera dirigente sandinista durante el período de la revolución, atribuyó a su consejo la decisión de Daniel Ortega de realizar la obra y se preguntó si la teología de la liberación ha derivado en teología del gran canal de Nicaragua.

—Yo creo que Ramírez ha hecho mal periodismo porque no se basa en la verdad. El hecho es que hubo una cena en la casa de Miguel d’Escoto (dirigente sandinista y sacerdote) y hablamos sobre el proyecto. Ortega alegaba que lo haría, pues sería la salvación de Nicaragua. Yo le dije: “Mirá, si vas a hacerlo, ven primero a Foz de Iguazú y mira el programa Cultivando Agua Boa, para hacer algo bueno, que no dañe la naturaleza. Y primero hay que consultar a la comunidad, a la nación, porque ese canal pasaría por el lago Nicaragua, que es la mayor reserva de agua dulce de América Central”. Y Ortega me prometió que vendría. Lo que hizo Ramírez fue manipular una conversación al pasar, entre las mil cosas que hablamos. Y allí Ramírez metió la teología de la liberación, que no tiene nada que ver con esto. Ya hice una declaración al respecto.

—En estos días por acá se ha hablado mucho de las legiones de predicadores que prepara Edir Macedo para salvarnos del pecado. ¿De dónde extrae su poder?¿Es que los latinoamericanos necesitamos una religión?

—En Brasil hay una disputa mercantil entre estos grupos que son religiones del mercado. Hablan al bolsillo de las personas más que al corazón y a la cabeza, especialmente la Iglesia Universal del Reino de Dios, altamente corrupta, constructora de inmensos templos como el de Salomón que está en San Pablo. Es el evangelio de la prosperidad. Hay que ser rico porque Dios no quiere la pobreza. No leen nada del Nuevo Testamento. Sólo el Antiguo. Lo peor es que hay un sector de la Iglesia Católica que está imitando los mismos métodos, las “show misas”, la “gimnasia” de Dios, para disputar con los métodos de ellos. Lo que yo digo es que necesitamos no tanto una religión o una Iglesia como una espiritualidad, que es algo antropológico. Como tenemos voluntad, inteligencia, libido, tenemos también una dimensión espiritual, capacidad de captar valores como la solidaridad, la compasión con el que sufre. La dimensión espiritual es más que la religión, las religiones viven de esa dimensión pero la pueden deformar, enfermar. Y hoy todas, incluso la católica, tienen una enfermedad que es el fundamentalismo. Benedicto decía que para quien no es católico no hay salvación. El Concilio Vaticano II rechazó eso, eso es fundamentalismo: nosotros tenemos la verdad, los otros están en el error y tienen que temer la perdición. La función de la Iglesia no es ésa. Es alimentar la llama sagrada para que los humanos traten humanamente a los humanos. No como la dictadura uruguaya trató a Mujica y a tantos otros. No manteniendo como hoy a más de mil millones de personas en el hambre. Eso revela nuestra impiedad. La religión tiene que propiciar ese sentimiento de compasión, de solidaridad, de indignación frente al sistema que produce eso. Esas otras religiones son patologías que hay que denunciar y curar, y no aceptar sin más a título de que hay libertad religiosa. n

1.     Boff llegó invitado por Amerindia (red de teólogos, teólogas y cientistas sociales cristianos, de América Latina y el Caribe) y el Centro Emanuelle (institución ecuménica integrada por las iglesias evangélicas Valdense, Metodista y del Río de la Plata).
2.     La Diaria, 25-III-15, págs 10-11.

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