“Cuando parece que ya nada puede ir peor, empeora.” Este enunciado de la ley de Murphy se aplica con descarnada crueldad en el Psoe, imagen viva de un partido roto y dividido por sus propios dirigentes. “Quiero deciros que para mí ha sido un honor ser el secretario general del Partido Socialista, y quiero anunciaros a todas y todos vosotros mi dimisión.” Con esas palabras Pedro Sánchez anunciaba a sus compañeros del Comité Federal –máximo órgano entre congresos– que abandonaba su cargo de secretario general del partido. O mejor dicho, que lo hacían abandonar.
Su decisión de no facilitar la investidura de Mariano Rajoy –el presidente lleva más de nueve meses en funciones, ya que no consigue los apoyos necesarios en el Congreso para revalidar su mandato– fue el detonante interno de su renuncia en un Psoe que lleva varias derrotas electorales encadenadas. Los malos resultados partidarios en las elecciones del 20 de diciembre de 2015 empeoraron en las del 26 de junio último, donde sólo obtuvo 85 diputados –en los cuatro años anteriores había tenido 110–. Para colmo de males, las elecciones autonómicas celebradas el 25 de setiembre en Galicia y Euskadi certificaron el desplome del socialismo. Una parte del Psoe consideró que Sánchez había sido el máximo responsable de esa fatídica combinación.
A pocas horas del decisivo Comité Federal previsto para el sábado 1, 17 integrantes de la Ejecutiva Federal habían hecho pública su renuncia, mostrando así su discrepancia con las decisiones tomadas por el secretario general. Los críticos –liderados por la presidenta de Andalucía, Susana Díaz– querían tensar la cuerda hasta el punto máximo. De hecho, no les preocupaba en lo más mínimo que se rompiese. Y así fue.
La dimisión de Sánchez ha dado lugar a la creación de una comisión gestora encabezada por el presidente de Asturias, Javier Fernández. Será ese grupo provisional el que deberá tomar una de las decisiones más importantes en la historia del Psoe: abstenerse y permitir un nuevo gobierno de Rajoy (postura, por ejemplo, de Felipe González) o mantenerse firmes en el “no es no” y marchar hacia unas terceras elecciones en diciembre. En realidad habría otra opción: tratar de formar un gobierno alternativo junto a Podemos, Izquierda Unida –ambas formaciones acudieron en junio pasado bajo una misma coalición– y partidos nacionalistas de Cataluña y Euskadi. Esa era la principal apuesta de Sánchez, pero el sector crítico lo rechazó de plano: no quieren saber nada de alcanzar un acuerdo que incluya a fuerzas independentistas. Tampoco están muy convencidos de pactar con Podemos, ese nuevo referente de la izquierda que ha sabido captar a un importante número de votantes habituales del Partido Socialista.
Rotos los puentes, hoy todo apunta a que la comisión gestora del Psoe apostará por dar vía libre a otros cuatro años de Rajoy. Su principal argumento es que España no puede darse el lujo de celebrar unas terceras elecciones, por lo que se presentan como dispuestos a inmolarse en bien del país. En realidad, tanta heroicidad tiene su explicación: los detractores de Sánchez están firmemente convencidos de que si hubiese otras elecciones el socialismo podría experimentar un resultado catastrófico, agravado por el dantesco espectáculo de los últimos días.
En menos de dos semanas el partido deberá volver a reunir a su comité para resolver qué hará con Rajoy. No se tratará de un debate sencillo: apoyar al PP –activamente o pasivamente– significa permitir que siga en el gobierno un partido severamente afectado por la corrupción y que aplica políticas en principio muy alejadas de las defendidas por el Psoe. Esta misma semana han empezado a celebrarse en los juzgados de la Audiencia Nacional dos juicios por sobornos y dudosos favores políticos que involucran a varios ex jerarcas públicos del PP.
Mientras tanto el reloj no para de correr. Si el 31 de este mes no se ha conformado gobierno, el rey Felipe VI hará uso de sus atribuciones constitucionales y disolverá las Cortes, lo que será seguido de un nuevo decreto de convocatoria a elecciones –previsiblemente el 18 de diciembre–. En ese caso, el Psoe debería elegir a su candidato en primarias. De momento sólo existe un nombre casi confirmado: Pedro Sánchez, quien estaría dispuesto a librar otra batalla interna.