La Comedia Nacional comenzó con los estrenos de esta temporada dedicada de lleno al autor nacional, y pone en escena por primera vez un texto de Franklin Rodríguez. Alejado de la comedia, género en el que Franklin parece sentirse más cómodo como autor, actor y director, y con el que el público más lo identifica, elije en Los descendientes desarrollar un cuadro de época que rememora hechos de la historia nacional de la primera mitad del siglo XX.
La inmigración española que llegó a Uruguay en varias oleadas es el leitmotiv de esta historia que refleja los avatares de una familia que con tesón y sacrificio ha conseguido ubicarse en una posición socioeconómica influyente. Las escenas rondan en torno a un centro espacial, el líving, sitio íntimo que se vuelve altamente significante como testigo de diálogos y hechos políticos que se filtran desde sus puertas y ventanas. Rodríguez habla sobre los descendientes de aquellos barcos que llegaban a Montevideo con la ilusión de una nueva y decorosa vida, y deja entrever los pormenores de la estructura patriarcal de aquellas familias fundadoras, los primeros indicios de la libertad femenina y las contradicciones ideológicas en tiempos revueltos.
Hay un contexto político agitado tanto en lo local como en el extranjero que se cuela al interior de esta casa de manera insistente. Mientras en España avanzaba el franquismo, en Uruguay la dictadura de Terra y la posterior llegada a la presidencia de Baldomir hacían lo suyo. Los hijos de este matrimonio son los otros descendientes a los que hace referencia el título, y reflejan ideales y puntos de vista irreconciliables. La joven de ideas fuertes que colabora y apoya a los militantes antirrégimen y el señorito dandi de ideas conservadoras y frecuentador del Club Uruguay, dupla que acapara la atención del público, son interpretados con parejo talento por Stefanie Neukirch y Fernando Vannet.
Las constantes referencias a “los rojos” y su persecución por el régimen logran su mejor síntesis en un personaje central pero que no se ve: Margarita Xirgu. Y tal vez los (verdaderos) descendientes a los que hace referencia la pieza sean el propio autor y elenco de esta obra, el legado teatral que ha dejado esta artista española que llegó a refugiarse en Montevideo. Es una fortaleza de esta historia la referencia a esta figura tan influyente en la cultura uruguaya y trabajarla desde la ausencia. De este modo, el personaje adquiere rasgos de mito y la figura de Xirgu se vuelve misteriosa y fuertemente política, mientras desata el conflicto al interior de esta familia, para quienes alojarla a su llegada se transforma en una toma de posición.
La directora María Varela propone una puesta clásica, con un muy buen manejo del ritmo escénico y un cuidadoso trabajo de reconstrucción de época en el vestuario y la escenografía, y con actuaciones que en los momentos de los monólogos se focalizan en el declamado y logra crear imágenes desde los diálogos, como los sucesos referidos al acorazado Graf Spee, las marchas y protestas contra el gobierno de la época y las cuarentenas en la Isla de Flores a las que eran sometidos los inmigrantes a su llegada al país. Una puesta rica en referencias sociales y políticas, que consigue transportar al público a un fermental momento de la historia del país.