Pureza radiante - Semanario Brecha

Pureza radiante

En este disco, Martín Buscaglia se propuso compartir con Antolín este trabajo, grabarlo, producirlo, arreglarlo, acompañarlo, sumando además unos pocos invitados. Antolín es el autor de todas las composiciones.

Mis primeros recuerdos de Antolín son de fines de los ochenta. Era todo un personaje en el boliche Laskina, donde solía colar su breve número musical, casi siempre como una atracción trasnochera agregada al programa principal. Muchos se reían, muchos se sumaron a una especie de moda canchera en la que esa figura exótica representaba una crítica implícita a la supuesta solemnidad de las ondas musicales de moda, otros contemplaban entre divertidos y aturdidos algo que no se parecía a nada. A veces hacía su performance a capela, pero desde 1988 algunos instrumentistas (varios de ellos excelentes) se coparon en acompañarlo. En este disco1 le tocó a Martín Buscaglia, que se propuso compartir con él este trabajo, grabarlo, producirlo, arreglarlo, acompañarlo, sumando además unos pocos invitados. Antolín es el autor de todas las composiciones.

Antolín no ostenta ductilidad musical en otra cosa que no sea la suya. Y esa cosa suya es tan peculiar que no existen parámetros para evaluarla. La propia acción de evaluarla suena desubicada. En una primera impresión, parecería que depende del capricho o de circunstancias azarosas si uno va a decidirse sobre si lo que está escuchando es una especie de locura, un chiste pueril, una refinada deconstrucción dadá, una humorada exquisita, o una forma única de poética sonora. La incómoda interpelación de lo raro: ¿nos reímos con él o nos reímos de él? Estaba buscando algún argumento para recomendarlo y de pronto me acordé de un disco de un dúo pretendidamente humorístico que me regalaron hace pocos meses: ellos se tiran justamente a un humor pavo, y son bastante solventes en lo musical. Pero el disco es deprimentemente sin gracia y sin vuelo. Y ahí está: en comparación con eso, el absurdo de Antolín es realmente absurdo, su locura es más locura, su inocencia es más inocente y su perversión, más perversa.

El disco arranca con un surco a capela, “Enganchaditas”, y ahí se puede apreciar su total independencia del sistema diatónico, la asociación libre de ideas, su manera de encontrar figuras con impulso rítmico (aunque de configuración sencilla) como cuando engancha la palabra “gelatina” trece veces con el ritmo regular pero sutilmente desigual, y la aplicación de ciertos signos de expresión en forma totalmente disociada de lo que uno esperaría (¿por qué “yo prefiero el verano” gana esa dramática carga tanguera, con su vibrato exageradísimo?). Frente a las figuras obsesivamente repetidas, la frase final “ella me dejó tan sólo una flor” queda aislada (isomorfía, se dice), y la voz casi se desvanece en “flor”. Todo eso está ejecutado con una convicción e intensidad fuera de lo común. Por ahí hay tenues referencias a cantos infantiles, cantos de hinchada, tango, yingles viejos: su receta personal para dialogar con la identidad colectiva.

Martín Buscaglia es uno de los mejores músicos uruguayos de su generación, tiene swing, es refinado, ocurrente, creativo, arregla y produce muy bien, sabe hacer sonar un disco, y siempre de maneras un poquito (o mucho) fuera de lo común. Todo esto se escucha aquí. Capaz que en algunos pocos surcos se tira por el lado de normalizar la música, de forzarla hacia lo conocido. Eso quizá se pueda justificar como una interfaz amigable para un oyente que todavía no le encontró el punto a Antolín. Pero la mayoría de las veces se encontró la vuelta y los dos se potencian en un lugar interesante y gozoso. Cuando Martín recita a capela íntegro el texto de “Recuerdo”, está revelando lo que hay en las palabras escritas del sentido más usual de lo poético: sentimiento, nostalgia, evocaciones, juegos rítmicos y fonéticos. Luego entra Antolín y hace su musicalización y es una demencia, lleva ese mismísimo texto a una dimensión desconocida, y la musicalización de Buscaglia es sensacional, multiplica el vuelo en lugar de contenerlo.

La edición es muy buena, trae las letras de las canciones, un texto sin firmar que es claramente de Antolín y otro que es claramente de Buscaglia. Pero hay otro texto más, supongo que de Martín, como en versos, de donde saqué el título de esta nota, que es la mejor semblanza de Antolín que me pueda imaginar: concisa, poética, precisa, amplia.

Para leerla hay que tener el disco.

 

  1. Experiencias musicales, Los Años Luz, Argentina, LAL 111, 2015.

 

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