Era una mañana de abril, hace ya muchos años. Los primeros encuentros de las Milongas Extremas se sucedían sin prisa. Era juntarse a matear y descubrir la obra de Robe a través de Extremoduro. Recorrer canciones y versos con esa inocencia infantil un poco tardía que aún se tiene a los 20 años. Ninguno de nosotros suponía todo lo que ese pedazo de arte dejaría al pasar por nuestros corazones, la convicción de que se había roto el molde estético de la época en busca de algo desconocido. Y, sobre todo, buscar el camino propio más allá de las tendencias. Dejar el alma escrita aunque sea con sangre. Callar la mente un poco y escuchar al corazón.
En un momento tan triste, recibir tal cantidad de mensajes desde tantos lugares, tan alejados de nuestro Montevideo, nos llena de amor. Personas agrade...
Artículo para suscriptores
Hacé posible el periodismo en el que confiás.
Suscribiéndote a Brecha estás apoyando a un medio cooperativo, independiente y con compromiso social
Para continuar leyendo este artículo tenés que ser suscriptor de Brecha.
¿Ya sos suscriptor? Logueate

