Dos semanas antes del 7 de octubre, Benjamín Netanyahu exhibía ante la Asamblea General de la ONU lo que prometía ser el mapa del «nuevo Oriente Medio»: un Estado de Israel desde el Mediterráneo hasta el Jordán, rodeado de países árabes amigos y donde Palestina no existía. En su discurso anunció la inminente normalización de relaciones con Arabia Saudí, un logro que abriría la puerta a un «corredor visionario que se extenderá a través de la península arábiga e Israel. Conectará India con Europa mediante enlaces marítimos, ferroviarios, oleoductos energéticos y cables de fibra óptica».
Esta visión del Gran Israel –tan antigua como el proyecto sionista de más de un siglo– continuaba el proceso iniciado por el gobierno estadounidense de Donald Trump en 2020: los «Acuerdos de Abraham». Su propósito era liquidar el consenso histórico de la Liga Árabe (que ataba el reconocimiento de Israel al fin de la ocupación de Palestina)1 y normalizar relaciones entre Israel y los países árabes sin alterar el statu quo, ofreciendo al pueblo palestino solo ayudas económicas. Emiratos Árabes Unidos, Baréin, Marruecos y Sudán firmaron los acuerdos, pero Arabia Saudí ha sido siempre el pez gordo codiciado por Israel, especialmente después que China se le adelantó logrando que ese país estableciera vínculos nada menos que con Irán, su gran rival regional.
En el ámbito interno, y desde que a fines de 2022 asumió el gobierno más fascista en la historia de Israel, la población palestina de Cisjordania venía resistiendo una escalada de violencia sin precedentes por parte de soldados y colonos armados, ante la indiferencia de la comunidad internacional y su percepción de aparente calma y estabilidad en la región.
Ese era el statu quo que Hamás y la resistencia palestina buscaron romper el 7 de octubre. Ese objetivo se cumplió ampliamente: el ataque, inédito en la historia de Israel, y la venganza genocida que desató pusieron a Palestina en el centro de la atención mundial.
El principal objetivo de la operación Diluvio de Al Aqsa era capturar militares para negociar la liberación de prisioneros. Hamás parecía confiado en lograrlo, dado que históricamente Israel se ha mostrado dispuesto a pagar un alto precio por recuperar a sus soldados, incluso liberando palestinos a los que considera «terroristas». Algunos de ellos llevan más de 40 años presos y más de 550 están condenados a cadena perpetua; Hamás sabía que la única posibilidad de liberar a los «imposibles» era capturar a un gran número de militares.2
Hay que entender la centralidad que tiene la cuestión de las y los presos para la causa palestina. No hay familia cuyos integrantes no hayan pasado por la cárcel. El propio líder de Hamás en Gaza, Yahya Sinwar, obtuvo su libertad en el intercambio de 2011. «No es una cuestión política, para mí es una cuestión moral. Intentaré con todas mis fuerzas liberar a los que aún están dentro», declaró en 2018. Esta demanda se ha vuelto más apremiante desde que la cantidad de detenidos se duplicó tras el 7 de octubre.3
Sin embargo, el desarrollo de los acontecimientos escapó al control de sus ejecutores. A lo largo de estos meses, en numerosas entrevistas y en su comunicado oficial de enero los dirigentes de Hamás han insistido en que los objetivos de las Brigadas Al Qassam eran militares: tomar la división Gaza del Ejército israelí (que es parte de su Comando Sur), así como otras posiciones militares subordinadas a ella ubicadas dentro de 22 kibutz que rodean Gaza y capturar soldados para negociar un canje de prisioneros. Lo que no esperaban era encontrar esos puestos militares casi vacíos, por lo cual tras entrar en territorio israelí no solo pudieron avanzar sin encontrar resistencia, sino que centenares de gazatíes no combatientes también cruzaron la valla, en lo que fue una verdadera fuga de la prisión.
A partir de ahí, y durante muchas horas, reinó el caos en la zona. Los numerosos jóvenes que rompieron las rejas de la prisión de Gaza –donde han pasado toda su vida hacinados, encerrados y bombardeados– invadieron los kibutz construidos sobre las ruinas de poblados palestinos destruidos en 1948, y vieron por primera vez las tierras robadas a sus familias expulsadas durante la Nakba. El resentimiento y la venganza que les habrá movido no justifica la violencia desatada, pero ayuda a explicarla y ponerla en contexto.
Lo que no hicieron, como han probado investigaciones independientes posteriores, es lo que el relato de la hasbara israelí diseminó para justificar el castigo colectivo que desató sobre Gaza desde el 8 de octubre: no hubo bebés decapitados, fetos arrancados de vientres abiertos, violaciones masivas en grupo y otros horrores difundidos por el cuestionado grupo Zaka. Sin negar los crímenes cometidos por palestinos –ni los posibles casos de violencia sexual4–, las mencionadas investigaciones apoyadas por testimonios de sobrevivientes concluyeron que parte de las más de mil muertes israelíes (se estima otras tantas palestinas), así como la destrucción en los kibutz y en el lugar del festival de música cercano, fueron provocadas por las mismas fuerzas israelíes, que lanzaron toda su potencia bélica en cumplimiento de la directiva Hannibal.5 Es significativo que Hamás haya pedido desde el primer día una investigación independiente, mientras que el gobierno israelí rechazó todas las solicitudes internacionales y se ha negado a colaborar con ellas.6
En un exhaustivo reportaje del periodista estadounidense Jeremy Scahill,7 Ghazi Hamad (dirigente cercano a Sinwar) afirmó que Hamás no pretendía tomar como rehenes a civiles israelíes. Gershon Baskin, experimentado negociador israelí que jugó un papel clave en el intercambio de mil prisioneros palestinos por Gilad Shalit en 2011 y que mantiene contactos informales con miembros de Hamás, dijo a Scahill que Hamás no estaba preparado para recibir a tantos civiles y se vio sorprendido cuando otros grupos e individuos que invadieron Israel tomaron a un gran número de rehenes. «Desde el cuarto día de la guerra, yo ya estaba hablando con Hamás sobre un trato para liberar mujeres, niños, personas mayores y heridas (…) porque Hamás quería sacárselas de encima» dijo Baskin.
Hamad confirmó que las negociaciones comenzaron casi inmediatamente después del 7 de octubre: «Desde la primera semana, dijimos […] que queríamos devolver a los civiles, pero Israel se negó».8 Y añadió que en noviembre Hamás informó a los mediadores internacionales que estaba trabajando para localizar a más rehenes civiles tomados por otros grupos o individuos para poder devolverlos a Israel. «Les pedimos: “Por favor, dennos tiempo para buscarlos”», dijo Hamad. «Pero Israel no nos escuchó y siguió matando gente.» Netanyahu ya había decidido sacrificarlos en el altar de su relato terrorista y usarlos para justificar el genocidio, contando así con el apoyo de una indignada opinión pública occidental. Un año después, ha quedado claro que no tiene interés en recuperar a los rehenes y que solo se mueve por sus mezquinos cálculos personales.
- La Liga Árabe presentó en 2002 una propuesta de paz en la cual ofrecía reconocer a Israel y normalizar relaciones a cambio de que ese país se retirara de los territorios palestinos ocupados en 1967. La propuesta fue reiterada formalmente en varias ocasiones (incluyendo durante esta crisis), y sigue sobre la mesa. Israel nunca la aceptó. ↩︎
- Como dato revelador, Hamás ha puesto en el primer lugar de su lista al preso palestino más popular: Marwan Barghouti, a quien ni Israel ni Mahmud Abás quieren ver liberado (aunque pertenece a Fatah, el partido de la Autoridad Palestina), pues las encuestas señalan que contaría con un amplísimo respaldo para liderar un gobierno de unidad nacional. ↩︎
- Ver los informes de la Oficina del Alto Comisionado para los DDHH y de la israelí B’Tselem.
Aunque algunas denuncias iniciales cayeron por falta de pruebas consistentes, no puede descartarse que haya habido casos individuales, que deben investigarse; sin embargo, la violencia sexual no fue usada como arma de guerra por la resistencia palestina. ↩︎ - Aunque algunas denuncias iniciales cayeron por falta de pruebas consistentes, no puede descartarse que haya habido casos individuales que deben investigarse; pero la violencia sexual no fue usada como arma de guerra por la resistencia palestina responsable de la operación del 7.10. ↩︎
- Según declaró el coronel israelí Nof Erez en una entrevista con el pódcast de Haaretz del 15.11.23, el ejército israelí habría aplicado de forma «masiva» la directiva Hannibal que ordena impedir la captura tanto de colegas como de civiles y su traslado a Gaza, incluso a costa de matarles. Un artículo más reciente de Haaretz lo confirma. ↩︎
- La Comisión Internacional Independiente de Investigación (creada por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU tras la agresión israelí de 2021 a Gaza), en su informe presentado en junio sobre lo ocurrido desde el 7 de octubre, declaró que el gobierno israelí obstruyó sus investigaciones e impidió su acceso a Israel y a los Territorios Palestinos Ocupados ↩︎
- “On the record with Hamás”, julio 2024 (Drop Site News). ↩︎
- Agregó que a las tres semanas de la guerra, Sinwar propuso un amplio acuerdo para liberar «a todos los prisioneros palestinos de las cárceles israelíes a cambio de todos los prisioneros en poder de la resistencia palestina». Israel lo rechazó. ↩︎