Santiago tiene 7 años y está cursando segundo año de escuela. Sus piernitas (que no tocan el piso) se estiran para lograr balancearse en la silla mientras la maestra recita la tabla del tres. Sus compañeros aplauden al ritmo de la canción de la maestra, pero Santiago no presta atención a lo que sucede a su alrededor, está columpiándose en la silla y mira por la ventana. No es algo novedoso ni tiene que ver con que no le gusten las matemáticas; le pasa durante las cuatro horas de clase, de lunes a viernes. También distrae a sus compañeros, se para en su silla sin permiso y habla hasta por los codos. María, la maestra, citó a sus padres:
—Santi tiene trastorno por déficit atencional con hiperactividad [TDAH], deberían consultarlo con un profesional –les dijo.
Es usual que tanto a los niños c...
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