Quién - Semanario Brecha
Mario Vargas Llosa (1936-2025)

Quién

Desde la noche del domingo, cuando la noticia empezó a saltar de continente en continente, de lector popular a lector avezado, de admirador entusiasta a detractor vehemente, venimos asistiendo a un funeral simbólico en el que todos quieren lanzar sus flores y sus dagas. Como sea, nos ha dejado uno de los escritores más relevantes de la lengua castellana.

Alfaguara, Francesca Mantovani

¿Quién fue Vargas Llosa? ¿El último latinoamericano en ganar el Premio Nobel de Literatura? ¿Uno de los representantes más destacados del boom? ¿El par de García Márquez que puso fin a su amistad con un cierre pugilístico luego de haberle dedicado un fascinante ensayo? ¿El del viraje ideológico que, ante el caso Padilla, vio la oportunidad y se desvió por la tangente? ¿Quién? ¿Aquel que soñó con una buhardilla en París y con vivir de la literatura? ¿El que cumplió sus sueños? ¿El de los amores escandalosos, novelescos? ¿El que se debatió en las urnas contra el funesto Fujimori?

Ante la frustración de no tener una respuesta convincente y definitiva, no está mal merodear un poco en torno a su poliédrica figura. Circulan por todas partes las etiquetas (tan propias del siglo en marcha), los reduccionismos, las opiniones coléricas y enjuiciadoras de quienes no se han atrevido a adentrarse en las montañas de su inventiva (¿mal de altura?); también las reverencias artificiales, mucho más acaloradas y sonoras, desde su partida.

En primer lugar, conviene decirlo rápido, fue un escritor excepcional, hacedor de tempranísimas obras maestras como la iniciática La ciudad y los perros o la unánimemente celebrada Conversación en La Catedral, símbolo preclaro de proeza narrativa. Pero el escritor Mario Vargas Llosa, nacido en Arequipa, Perú, en 1936, y fallecido el pasado 13 de abril en Lima, es uno de esos casos en los que las fronteras entre el artista y el hombre no paran de confundirse y solaparse en una insoslayable contaminación.

En el principio fue La ciudad y los perros. Si bien su ópera prima fue el libro de cuentos Los jefes, que obtuvo el premio Leopoldo Alas en 1957, este quedó rápidamente opacado por su primera novela. Para su construcción, el autor se nutrió de las traumáticas experiencias que vivió en el famoso Colegio Militar Leoncio Prado. Allí, enviado por su padre con la intención de torcer –o deliberadamente quebrar– sus aspiraciones artísticas, encontró, contrariamente a lo esperado, el universo variopinto que más tarde trasladaría a su novela: una especie de Perú en miniatura, con sus marcadas clases sociales, su violencia exacerbada y un afán de estricta disciplina. Como suele ocurrir en la buena literatura, las miserias de un solo hombre pueden llegar a ser muy elocuentes para describir las de todos.

A La ciudad… siguió una sucesión de éxitos: La casa verde (1966), que obtuvo el premio Rómulo Gallegos, la ya citada Conversación en La Catedral (1969), quizás su novela más ambiciosa, y, dos años más tarde, Pantaleón y las visitadoras, llevada al cine en dos ocasiones con suerte dispar. En paralelo a esta fructífera producción y al creciente reconocimiento internacional, en el plano político sus ideas comenzaron a sufrir un gradual pero notorio cambio de rumbo. A partir de una serie de desencuentros entre Fidel Castro y algunos artistas –que culminarían con el bochornoso caso Padilla (1971)–, decide distanciarse de la revolución cubana, a la que había apoyado de manera expresa desde sus inicios. A partir de la década del 80, su postura será decididamente liberal.

Con la noticia aún fresca de su muerte, uno de sus amigos personales, el escritor español Juan Cruz Ruiz, destacó que Vargas Llosa «nunca escribió un libro en contra de sus convicciones».1Es decir, más allá de las circunstancias y de las consecuencias que una opinión expresada en determinado contexto pudiera generar, el escritor, el intelectual y el hombre se mantuvo fiel a sus principios. A ello se agrega –continúa Juan Cruz– su constante «mirar hacia todas partes, hacia todas las literaturas». En cuanto a esto último, vayan como ejemplo algunos de sus más lúcidos ensayos: García Márquez: historia de un deicidio (1971), una tesis doctoral con la que obtuvo su título en la Universidad Complutense de Madrid; La orgía perpetua: Flaubert y Madame Bovary (1975); El viaje a la ficción: el mundo de Juan Carlos Onetti (2008) y, más recientemente (2022), La mirada quieta (de Pérez Galdós), entre varios otros.

* * *

El largo trayecto que dejó a su paso Vargas Llosa no hace posible detenerse en todas las estaciones; hemos pasado por alto varios carteles luminosos (La guerra del fin del mundo, La fiesta del Chivo, El sueño del celta), pero conviene hacer una breve pausa, ahora. Un texto muy conocido, pero, curiosamente, poco recomendado es La tía Julia y el escribidor. Novela fuertemente autobiográfica, cuenta –en una de sus dos líneas narrativas– la relación amorosa de un muy joven Varguitas con su tía Julia Urquidi, varios años mayor que él. El detallado proceso que culmina en un escandaloso casamiento se desarrolla intercalando capítulos con otra historia fascinante: la de los radioteatros de Pedro Camacho, un escritor a destajo que, en determinado momento, pierde el control de su caudalosa obra, mezclando personajes y sucesos de manera anárquica y caótica. La sutileza con que Vargas Llosa entrelaza las historias, el artificio de crear un estilo de escritura para su escribidor Pedro Camacho y los guiños que saltan de una línea narrativa a la otra hacen de esta novela un gesto de prodigiosa imaginación literaria.

Ya es tiempo de ir cerrando este curioso obituario, pero la pregunta del segundo párrafo sigue sin conseguir respuesta: ¿quién fue Vargas Llosa? Si confiamos en su estéticamente perfecto discurso de aceptación del Nobel,2 deberíamos creer en su compromiso con la libertad y con la democracia (aunque qué difícil). O parapetarnos junto con él en su defensa apasionada de la literatura y dejarnos persuadir por la idea de que la ficción es, definitivamente, capaz de enriquecer nuestra vida. Pero tanto nosotros como los lectores de Brecha sabemos bien que Mario Vargas Llosa –un hombre de su complejidad, un escritor de su valía– es bastante más incómodo que todo eso. 

  1. Entrevista a Juan Cruz Ruiz en W Radio Colombia. ↩︎
  2. Mario Vargas Llosa, discurso de aceptación del Nobel, 14 de abril de 2025.
    ↩︎

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