Racismo divertido - Semanario Brecha

Racismo divertido

La trama, los diálogos, los personajes de esta película –“Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho?”, éxito inusitado en Francia–, se refieren, en clave de humor, al racismo, esa nube oscura que atraviesa a un continente permeado por la imparable ola migratoria proveniente de los países que fueron, antes, sus colonias

Qu’est-ce qu’on a fait au Bon Dieu?

Como se sabe, el humor, ese duende irreverente, por definición no conoce límites ni cercos demarcatorios, aunque eso pueda pagarse caro, como lo probó recientemente la masacre de Charlie-Hebdo.

Pero nada más lejano de esas trágicas confrontaciones que Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho? Ni lo sagrado ni lo profano –ni lo hondo ni lo verdaderamente difícil–, en cualquiera de sus versiones, tiene lugar aquí, pese a algunas escenas que transcurren en la iglesia, y a ese, por una vez traducido sin alteraciones, curioso título1 del que se desprende que es a Dios al que “se le ha hecho” tal cosa (?), no los personajes a sí mismos ni entre sí.
Es probable que el éxito de esta película radique justamente en que planea sobre asuntos peligrosos y complicados, sin acordarles esas características. Lo hace zumbonamente, con habilidad y gracia ligera, sin llegar jamás al sarcasmo o la estocada cruel. A saber: Claude Verneuil (Christian Clavier, el mismísimo Asterix) y su esposa (Chantal Lauby) asisten resignados al casamiento civil de sus tres hijas mayores con un judío, un árabe y un chino, respectivamente. Católicos y burgueses de provincia como son, representantes de la France eternelle si los hay, degaullistas incluso –él al menos, a pesar de las décadas que pasaron desde la muerte del general–, los Verneuil depositan su última esperanza de un matrimonio católico y francés en la hija menor. Pero la rubia y hermosa benjamina quiere casarse con Charles, un actor africano y negro que al menos ¡es católico!

La película se divierte en las caricaturas que cada grupo arma sobre otro, lo que no se limita a las que genera el centro occidental del asunto, sino que abarca lo que los árabes piensan de los judíos, y viceversa, lo que ambos piensan de los chinos, lo que los chinos piensan de árabes y judíos, y lo que todos ellos piensan de los franceses blancos y católicos. Esto genera, en la película, reuniones familiares acabadas en trifulcas, y en la platea, las risas de reconocimiento fácil, porque ninguno de esos prejuicios y viñetas sale de los clisés de más sencilla identificación. Quizá la vuelta de tuerca más interesante es el frente común que hacen los tres yernos primeros, el chino, el árabe y el judío, para tratar de impedir que su cuñada se case con el negro, y que evoca a esos descendientes de inmigrantes –en Francia como en Uruguay– que se fastidian con la inmigración más reciente. El otro nudo, destinado a desenredar el conflicto bajo la apariencia de agudizarlo, es que el padre de Charles, un robusto y malhumorado africano (Pascal Nzonzi), sea la réplica en negro de monsieur Verneuil: detesta a los blancos, no quiere mezclas, hace todo lo posible por arruinar la boda de su hijo, y ¡también es degaullista!

El director, Philippe de Chauveron, señaló en una entrevista que su película tiene todo que ver con el hecho de que Francia es el país europeo con la mayor proporción de parejas “mixtas”, el 20 por ciento frente a una media europea de no más del 3 por ciento. Será por eso que su película expresa una voluntad integradora, bajo ciertos preceptos: todos sus personajes responden a un patrón que engloba cualquier cultura y cualquier etnia, aunque no a todos los seres humanos: todos viven bien, todos se casan como se debe sin cuestionar la pertinencia de tal unión, todos son fieles maridos, esposas, padres y madres. Todos son buenos burgueses, en fin, miembros de la civilización occidental, aunque no necesariamente cristiana, y contentos de serlo. Todos somos racistas, parece enseñar el filme, pero ese racismo no tiene que ver más que con tonterías, y también tontamente puede resolverse.
Bueno, bienvenido optimismo. Con esas tonterías nos divertimos, y de paso nos tranquilizamos.

1. Qu’est-ce qu’on a fait au Bon Dieu? Francia, 2014.

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