Agosto de 1952. El boletero del cine Coventry le entrega a León Biriotti, con un gesto mecánico y sin mirarlo a los ojos, su entrada para ver Rashomon, de Akira Kurosawa. En realidad le está dando mucho más. Para ese joven de 23 años, todavía un proyecto de compositor, esa entrada es el pasaporte para un viaje de seis décadas.
Lo que acaba de ver es la primera película japonesa que llega a las salas comerciales del Uruguay de la segunda posguerra. Tal vez sabe que viene precedida por un León de Oro en el Festival de Venecia y por un preestreno, ese verano, en el II Festival de Cine de Punta del Este. Poco más ha de saber. Tampoco es necesario. Por el momento no necesita otra cosa que una bolsa de hielo para recuperarse del golpe en la mandíbula que acaba de darle Kurosawa.
La historia de e...
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