En esta hora paraguaya sólo falta decisión política de las dirigencias de los partidos de oposición y de las organizaciones campesinas y sindicales para descabezar el poder estatal, operando sobre la sensibilización social que ha generado el cúmulo de denuncias de corrupción que, desde hace tres semanas, está exponiendo el estudiantado que ocupa el campus universitario en Asunción.
La persistente y bien organizada protesta gana puntos todos los días. Los estudiantes se han permitido desautorizar al aparato que venía rigiendo la enseñanza en general, el Consejo Nacional de la Educación Superior (Cones), forzando la dimisión de su interventor interino, el cura Michel Gibaud, proveniente de la Universidad Católica. Su remplazante, el médico Aníbal Filártiga, renunció el martes 6, apenas tres días después de asumir. Dijo que no puede trabajar con el Cones, “por soberbio” y estar “integrado por personas que tienen intereses económicos en la educación privada”.
La revuelta estudiantil logró también que el Consejo Superior Universitario designara rector interino de la Una a Ricardo Meyer, decano de Arquitectura, el único jerarca universitario que ha merecido la confianza del estudiantado para negociar la liberación de los otros 11 decanos y el vicerrector, retenidos en las oficinas del rectorado durante 16 horas al principio del conflicto.
Meyer es uno de los tres candidatos que puja en la carrera electoral por la Municipalidad de Asunción –que se definirá el 15 de noviembre–, por el Frente Guasú y una decena de partidos, movimientos y organizaciones sociales. A las acusaciones de corrupción formuladas contra las autoridades de la educación se han sumado denuncias contra los ministros de la Corte Suprema de Justicia, el fiscal general de la nación y el propio presidente, Horacio Cartes. Medios de prensa publicaron por estos días que en 1994 Cartes estafó al Estado en una operación por 35 millones de dólares, lo que habría sido el inicio de su actual colosal fortuna. La Corte de Justicia, a su vez, acaba de decidir que el ex comisario principal Eusebio Torres, a quien en 1993 se despidió por haberse comprobado que bajo la dictadura de Alfredo Stroessner había torturado a presos políticos, debía ser reintegrado a su cargo y recibir los sueldos que no percibió desde entonces.
Pero todas las miradas están volcadas a la universidad. El campus se convirtió en el mayor escenario de actividad política del país, en el que convergen de día y de noche miles de ciudadanos, sin bandería partidaria, aportando comestibles y ayudas a los estudiantes. La educación en Paraguay es un concentrado de hechos de corrupción: los salarios de los principales jerarcas de las ocho universidades públicas oscilan entre 7 mil y 20 mil dólares; figuran como docentes policías, militares, ex parlamentarios, ex ministros, ex consejeros, ex diplomáticos que jamás han dado clase, pero que cobran suculentos sueldos y que tienen como asesores a choferes, jardineros, amantes…
Esta semana se reunió con Cartes una delegación de liceales. Al término del encuentro los delegados estudiantiles concluyeron que había sido inútil. “El presidente no respeta nuestro reclamo de moralización y democratización de la política educacional, vieja usina de mediocridad y prostitución cultural de varias generaciones”, dijeron. La popularidad del movimiento estudiantil ha llegado a tal grado que el propio Cartes se vio obligado a “felicitar” a los jóvenes por “hacer lío por una causa justa”.
[notice]Cien días
Esta semana cumplió cien días la insólita protesta de una veintena de trabajadores de la empresa de transporte La Limpeña, que decidieron crucificarse (véase Brecha, 18-IX-15). Varios de ellos están también en huelga de hambre y su estado de salud se ha visiblemente deteriorado. Los trabajadores, divididos en dos grupos, fueron despedidos junto a otros 30 compañeros, por haber intentado formar un sindicato.
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