La salsa israelí donde se cocinan los policías uruguayos - Semanario Brecha
La salsa israelí donde se cocinan los policías uruguayos

Relaciones carnales

AFP, David Buimovitch

En las últimas semanas se han multiplicado las denuncias y críticas sobre el accionar crecientemente represivo de la Policía uruguaya al infiltrarse en manifestaciones, arrestar y maltratar personas o realizar operativos en barrios periféricos. Resulta curioso que nadie haya vinculado estas conductas con un hecho político que en su momento pasó desapercibido: en 2010 el Ministerio del Interior firmó un convenio con su par israelí para entrenar policías uruguayos en ese país 1.

Tal vez lo que estamos viendo no es casualidad: organizaciones de derechos humanos como B’Tselem (israelí) y Amnistía Internacional han condenado reiteradamente el uso excesivo de la fuerza por el ejército y la policía israelíes contra civiles que manifiestan pacíficamente en Palestina: proyectiles de gas lacrimógeno de alta velocidad directamente al rostro, camiones que despiden chorros de agua pestilente, balas de acero forradas en goma y munición convencional.

En la visita que precedió al convenio, el inspector Julio César Guarteche elogió el sistema penitenciario israelí y el “tratamiento (dispensado) a los menores”. ¿Sabrán los jerarcas del Ministerio del Interior que Israel tiene al día de hoy 5.050 presos políticos (90 por ciento de los cuales jamás tomó un arma), y que cada año unos 700 niños palestinos de entre 12 y 17 años son arrestados y procesados por los tribunales militares israelíes? ¿Han leído los informes de organismos internacionales de protección a la infancia (Unicef, el Comité de los Derechos del Niño, Defensa de los Niños Internacional) que este año condenaron duramente a Israel por su tratamiento de los niños palestinos, el interrogatorio sin acceso a visitas ni abogado, las torturas y amenazas, las condenas severas por el delito de tirar piedras a las fuerzas de ocupación?

VISITAS DIGITADAS

Uruguay ha ido más de una vez en visita oficial a Israel. A veces las delegaciones son numerosas, incluyendo representantes del Ejecutivo y el Legislativo y de la sociedad civil: empresarios, sindicalistas, figuras de la cultura, la academia, el deporte.

Las visitas suelen responder a generosas invitaciones que los gobiernos israelíes hacen a sus pares de Occidente como parte de la estrategia oficial de propaganda destinada a limpiar su cada vez más deteriorada imagen internacional. Esa apuesta es particularmente esmerada en América Latina, donde Israel –a diferencia de Europa– todavía tiene muy buena prensa.

En esas visitas los anfitriones controlan rigurosamente el itinerario y el discurso: más importante que lo que se dice o se muestra es lo que no se muestra ni se dice. Sería impensable que alguna delegación se planteara cruzar la frontera reconocida internacionalmente (menos por Israel) para ir a conocer la vida cotidiana de la población palestina bajo la ocupación y colonización israelí.

Las delegaciones oficiales no visitan un hacinado campo de refugiados, un barrio de Jerusalén este en constante amenaza de demolición y expulsión, una comunidad rural atacada por colonos fanáticos, una aldea beduina expuesta al desplazamiento forzado en el valle del Jordán o las colinas del sur de Hebrón, un centro de interrogatorios donde niños y adultos están incomunicados por tiempo indeterminado, una comunidad partida en dos por el muro que le robó sus tierras y su agua, o una de las muchas carreteras exclusivas para los colonos judíos por las que los palestinos no pueden transitar.

Aun sin cruzar al otro lado, es improbable que puedan visitar las áreas palestinas dentro de Israel, donde la calidad de los servicios públicos es dramáticamente inferior a la de las áreas judías, y donde la población no puede comprar tierras ni viviendas. Menos aun visitar las comunidades del desierto de Néguev que sufren desplazamiento y demolición reiterada (como la aldea Al-Araqib, destruida más de 40 veces).

No es de extrañar que después de esas visitas los ¿ingenuos? huéspedes regresen hablando maravillas del desarrollo primermundista, los avances tecnológicos y los logros sociales de la democracia israelí. En parte es cierto: Israel es una democracia, pero sólo para su población judía; para su población palestina (un quinto del total) es un sistema de apartheid; y para la que sobrevive en Cisjordania y en el gueto de Gaza es un régimen de colonización y ocupación militar (el más largo de la historia moderna).

PRONTUARIO PARA DESMEMORIADOS

Según revelaron los investigadores israelíes Israel Shahak y Benjamín Beit-Hallahmi y el palestino Bishara Bahbah, desde los años 1950 Israel apoyó militarmente a los regímenes coloniales o dictatoriales de Angola, Mozambique, Guinea Bissau, Costa de Marfil, Zaire (hoy Congo) y Malawi para combatir a los movimientos de liberación nacional. En particular en Rodesia (hoy Zimbabue) y en Sudáfrica, Israel fue aliado de los regímenes racistas, apoyándolos militarmente hasta el momento de su caída. Actualmente mantiene fuertes lazos con el régimen dictatorial del presidente Obiang en Guinea Ecuatorial.

En Asia, armó y asesoró a la dictadura de Marcos en Filipinas, a la Indonesia de Suharto para reprimir la lucha independentista de Timor Oriental y al shá contra la revolución iraní. En 1985 actuó de intermediario para que el gobierno de Reagan –burlando una resolución del Congreso– vendiera armas al régimen iraní y enviara las ganancias de dicha venta a la contra de Nicaragua (el conocido escándalo Irán-contra). Hoy Israel vende alta tecnología bélica y entrenamiento al gobierno de Sri Lanka en su lucha contra los rebeldes tamil, y provee la mayor parte del armamento que el gobierno indio emplea contra los grupos opositores y para amenazar a Pakistán.

Entre los sesenta y los ochenta, Israel armó, entrenó y asesoró a los peores gobiernos autoritarios de América Latina, desde Trujillo hasta Pinochet, pasando por García Meza, Ríos Montt y Videla, y apoyó a los grupos paramilitares colombianos nucleados en las AUC.

Bishara Bahbah reseñaba en 1986 en Israel and Latin America: the military conection:

● Durante el decenio 1975-1985, América Latina fue el mercado de armas más grande de Israel (entre 50 y 60 por ciento de sus exportaciones militares). Según el Stockholm International Peace Research Institute, un tercio de las ventas de armas de Israel (1.200 millones de dólares) en 1980 fueron sólo a Argentina y El Salvador.

● La política de derechos humanos de la administración de Carter, al bloquear o reducir la ayuda militar a los regímenes represivos, incrementó las ventas de armas de Israel a América Central; en particular a El Salvador, Guatemala y la Nicaragua de Somoza.

● Israel también proporcionó a Pinochet armamento bélico y de dispersión de masas (cañones de agua) y tecnología de vigilancia e inteligencia para eliminar opositores.

● Israel mantuvo lazos de cooperación militar con las juntas argentinas, aun cuando 13 por ciento de sus víctimas eran de origen judío y los represores se ensañaban particularmente con ellas, obligándolas a arrodillarse ante retratos de Hitler.

¡AHÍ VIENEN!

Si el pasado es perturbador, el presente no es menos preocupante: las exportaciones de la industria militar y de seguridad israelí a América Latina han aumentado en la última década, e incluyen una amplia gama de productos y servicios, desde armamento convencional hasta sistemas de vigilancia de cárceles, aeropuertos y fronteras, satélites y radares, empresas privadas de seguridad, entrenamiento de efectivos civiles y militares en inteligencia, contrainsurgencia y control de multitudes. Son las mismas empresas responsables de toda la infraestructura que hace posible la ocupación de Palestina (checkpoints, carreteras segregadas, cárceles, colonias, barreras de seguridad) en clara violación del derecho internacional.

Brasil se ha convertido en el quinto mayor importador de armas y tecnología militar israelí. En 2010 los dos países firmaron un nuevo acuerdo de cooperación en materia de seguridad. Israel es uno de los pocos países del mundo donde el ejército brasileño tiene una oficina. A su vez, empresas militares israelíes compraron compañías armamentísticas brasileñas, lo cual aumentó la dependencia de éstas respecto de la tecnología israelí y abrió la puerta grande para su expansión en América Latina2.
Las empresas israelíes ya vienen entrenando a varios cuerpos de policía de Rio de Janeiro, en particular al BOPE, tropa de elite anti favela, para el cual van a renovar la flota de los temibles caveirões. Y ya tienen acuerdos de cooperación con la seguridad pública brasileña para “hacer frente a los desafíos” de la Copa del Mundo 2014 y los Juegos Olímpicos 2016.

Uno se pregunta cuánto tardaremos en ver caveirões en los megaoperativos de Santa Catalina o el Marconi.

1. Véase La República, «Seguridad: Uruguay adopta modelo israelí«, y El País, «Israel asesorará a Uruguay en seguridad pública«.
2. Un evento clave para dicha expansión en el mercado sudamericano es la feria anual de defensa y seguridad (LAAD) que tiene lugar en Rio de Janeiro, en la que están presentes todas las grandes empresas israelíes. Para información detallada sobre la relación Brasil-Israel, véase también: “Relaçoes militares entre Brasil e Israel: o papel central do Rio de Janeiro e a feira da morte” (Campaña Stop the Wall).

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