La represión, y la falta de iniciativas ante ella, ha paralizado y casi enmudecido a la oposición. El oficialismo ha aprovechado el chinchorro (hamaca) político para arrinconar a la dirigencia opositora con detenciones puntuales de sus liderazgos, mantener a casi 2 mil manifestantes encarcelados, promover leyes más estrictas sobre la vida política y civil, y distraer con jugadas como el adelanto de las fiestas de Navidad al 1 de octubre o las peleas con parlamentarios españoles.
La debilidad de la oposición interna se compensa con la renuencia de la mayoría de los gobiernos americanos y europeos a reconocer la victoria de Nicolás Maduro, aunque aún tampoco reconocen a Edmundo González como presidente electo. En el bando opositor interno, y en los gobiernos más concernidos por lo que ocurre...
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