Santa es dominicana, vive hace cuatro años en Uruguay con sus tres hijos y hace menos de un mes parecía haber encontrado un techo en la Ciudad Vieja cuando un hombre llamado Pedro le alquiló un cuarto en una pensión, donde vivían otras 23 personas. Sin embargo, cuando la Policía ingresó a la casa y se llevó esposados a sus habitantes, estos se enteraron de que habían sido víctimas de una estafa.
“Nos trataron como
si fuéramos delincuentes”, dice Santa Garbán, sentada en la habitación
principal de la casa, que se alza sobre la calle Rincón, casi en la esquina con
Ciudadela. Las ventanas, altas, dejan entrar el sol de la mañana y los ruidos
de la Ciudad Vieja, mientras Santa se acomoda en el borde de una de las camas
distribuidas por el lugar y se mira las manos, pensativa. Además de l...
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