El atractivo no es menor dado el título elegido, recordando el éxito de la novela impresa y su posterior versión cinematográfica dirigida por Bruno Barreto en 1976, con Sonia Braga y José Wilker como protagonistas. Y dadas las características del texto, el equipo terminó de conformarse con la elección del director, Ignacio Cardozo, quien da a esta versión una fuerte impronta coreográfica para trabajar sobre la corporalidad y la sensualidad de esta historia bahiana.
El equipo presentó en 2013-2014 la comedia Los hombres no mienten, con singular éxito de público también en el Teatro del Notariado. Y con Doña Flor… buscan redoblar la apuesta sobre sus dotes como comediantes, con el desafío agregado de exigencias musicales. Cardozo los rodea de un equipo de bailarines que los acompañan, mientras se desdoblan también en personajes, participando de los intervalos coreográficos entre escenas. La versión conserva la anécdota original y presenta a un Vadinho mujeriego y adicto al juego en una gran actuación de Franklin Rodríguez quien, más allá de afrontar el desnudo naturalizado de su personaje en su regreso desde la muerte, aporta espontaneidad y espíritu de juego a la escena. Sus intervenciones “parecen” por momentos improvisaciones que rayan en un humor carnavalero y chabacano, pero son la expresión de un conocedor de los códigos de la comedia que busca divertir mientras se divierte. Adriana Da Silva construye a una Doña Flor que transita entre su pasión por la cocina y sus deseos amorosos, pero que dista de aquella morena bahiana cuya sensualidad trajo el cine. Leonardo Lorenzo interpreta al pacato farmacéutico Teodoro, el segundo marido de Doña Flor, y cierra a la perfección este trío que a través de sus diálogos se acerca más a la comedia que a la veta erótica de la novela.
Cardozo conforma un equipo profesional y no deja ningún detalle librado al azar. Desde el estético y correcto vestuario diseñado por él mismo junto a Mercedes Cardozo, hasta la selección musical de piezas populares del repertorio brasileño. Destaca en lo técnico el cuidadoso trabajo de iluminación a cargo de Nicolás Amorín que logra trasladarnos a los diferentes ambientes del carnaval bahiano, las escenas eróticas, las intervenciones musicales y las escenas de realidad y ensueño que transportan a Doña Flor a la puja amorosa entre sus dos maridos. En el elenco destaca la participación de Lucila Rada en su debut en las tablas como Doña Dionisia, aportando sus cualidades vocales al conjunto musical. Doña Flor y sus dos maridos se convierte así en un muy cuidado trabajo de comedia musical, género teatral que en la cartelera montevideana tiene pocas expresiones, y consolida a este trío de actores como una fórmula de éxito. La conformación del equipo es crucial en el trabajo teatral, y la confianza, la horizontalidad del trabajo creativo y la trayectoria construyen una puesta en escena fluida y espontánea, tan disfrutable para quienes están dentro de la escena como para los espectadores.