Rompiendo el hielo - Semanario Brecha

Rompiendo el hielo

Luego de la Eurocopa, todo el mundo ha posado su mirada en un gélido y relegado país del viejo continente: Islandia. Pero son otras las particularidades que deberían llamar la atención de esa nación; sirvan los resultados deportivos como excusa para revisitar algunas de las tantas razones por las que aquel pequeño país sorprende y sobresale.

Con la Eurocopa como catapulta, todo el mundo ha posado su mirada en un gélido y relegado país del viejo continente: Islandia. Pero son otras las particularidades que deberían llamar la atención de esa nación; sirvan los resultados deportivos como excusa para revisitar algunas de las tantas razones por las que aquel pequeño país sorprende y sobresale.

Islandia puede ser muy fría en temperatura, pero no así en el momento de asumir responsabilidades en materia de políticas de género. Varias han sido las muestras en este sentido, al punto de ser considerada una de las naciones más equitativas en cuanto a derechos y oportunidades para hombres y mujeres. Esa tesitura ha sido reconocida por organismos como el Foro Económico Mundial, que ubica a esta curiosa isla de glaciares y fuego en la cima de su ranking de igualdad de género desde hace tres años. Un ejemplo de esto es la prohibición, vigente desde 2010, que rige sobre los bailes eróticos –léase, del caño– realizados en locales nocturnos, norma que impide a cualquier negocio lucrar con la desnudez de sus empleadas.

Islandia ya había dejado su huella en la historia política mundial gracias a Johanna Sigurdardottir, primera ministra entre 2009 y 2013, quien se convirtió en la primera jerarca en casarse con una persona de su mismo sexo al contraer nupcias con Jonina Leosdottir en junio de 2010. Sigurdardottir, miembro de la Alianza Socialdemócrata, asumió el liderazgo del Ministerio de Asuntos Sociales, y su homosexualidad, si bien fue la comidilla de la prensa mundial, no sorprendió demasiado a la población local.

Este progresismo característico orientado a los derechos humanos no es algo reciente o propio de este siglo; otra figura política, Vigdis Finnbogadottir, fue la primera presidenta en el mundo en ser electa por un régimen democrático. Esto ocurrió en 1980, con un pasaje tan fructífero que revalidó su mandato en las urnas por los tres siguientes períodos consecutivos, retirándose de la presidencia recién en 1996. Finnbogadottir ha sido un estandarte en la lucha por la igualdad de derechos, designada como presidenta fundadora del Consejo Mundial de Mujeres Líderes (Council of Women World Leader) y en el año 2000 recibió un reconocimiento de las Naciones Unidas como embajadora de buena voluntad en el combate contra el racismo y la xenofobia.

Con apenas 329 mil habitantes, la isla cuenta además con el privilegio de una sociedad no militarizada, que prescinde completamente de su ejército desde 1869. Curiosamente, Islandia es un miembro activo de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan) desde su fundación en 1949, lo que ha llevado a debates parlamentarios sobre la conveniencia política de permanecer en este organismo debido a los pocos recursos que destinan. Actualmente participa de la Otan colaborando con fuerzas de paz civiles en ciertas operaciones y cumple una función importante desde su locación estratégica. Ese rol lo viene asumiendo históricamente, ya que supervisaba los pasajes entre Groenlandia, Islandia y Reino Unido desde la Guerra Fría, cuando la Urss utilizaba el área para el despliegue de sus submarinos. En la actualidad oficia de centro logístico y de abastecimiento de combustible para las actividades de la Otan en el Atlántico Norte y la Europa continental. De todos modos, cuenta con servicios de guardacostas, un cuerpo de defensa aéreo y el personal policial que resguarda la seguridad interna.

Las fuerzas del orden islandesas distan también bastante de lo que se conoce en la parte más occidental del globo. En la isla, en el momento de proteger a los ciudadanos, las armas son una herramienta meramente excepcional, utilizadas en casos muy puntuales. Esta nación acompaña a Reino Unido, Irlanda, Noruega y Nueva Zelanda como países que han optado por una policía desarmada, con resultados favorables. En 2013 se produjo la muerte de apenas un civil a manos de la policía en Islandia, luego de haber agotado todos los medios de persuasión. La nación nórdica cuenta con una de las tasas de criminalidad más bajas del mundo y se resguarda en una minuciosa regulación sobre el porte y acceso a armas de fuego por parte de su población. Nada menor, el país es de los pocos en el mundo que ha castigado con prisión a los banqueros y empresarios responsables del colapso financiero de 2008, por delitos de manipulación prolongada del mercado, malversación y violación de los impuestos fiduciarios, con penas de hasta seis años de prisión.

Se estima que Islandia es una nación en vías de desaparición, por el derretimiento de su superficie y la escasa población (en franco descenso), que apenas alcanza a las tres personas por quilómetro cuadrado, pero eso no quita que ostente valores sociales dignos de ser difundidos y replicados.

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