Las líneas de la pampa de Nazca, ubicadas a 450 quilómetros al sur de Lima, trazadas en el suelo por la cultura nazca –se calcula que hace más de 2 mil años–, fueron declaradas patrimonio de la humanidad por la Unesco. Son figuras geométricas con formas de hombres, animales, plantas o sólo abstractas, y significan un inmenso enigma arqueológico que ha devenido objeto de intensos estudios, ya que aún asombra la precisión con que fueron hechas. Hay líneas rectas que se extienden por varios quilómetros, y se ignora cómo se lograron. Su cometido también es incierto, pero se especula que pueden haber sido un centro de adoración espiritual. Un estudioso que se abocó a ellas durante 60 años planteó la hipótesis de que fuesen un gigantesco calendario; también hay quienes creen que el entramado representa grandes telares, tratándose de figuras místicas de carácter protector. Algunas de estas líneas miden hasta 275 metros, y los trazos se extienden en un área de 800 quilómetros cuadrados.
Como para dejar un mensaje que pudiera ser leído desde el cielo, varios activistas de la asociación Greenpeace ingresaron al terreno y, junto a una de las figuras más representativas, la imagen del colibrí, desplegaron una inmensa leyenda en letras amarillas de tela que rezaba: “¡Tiempos de cambio! El futuro es renovable”. Abajo, la firma: “Greenpeace”. Y fue un desastre de magnitudes. Expertos en la cultura nazca señalaron que los activistas causaron daños irreversibles, ya que con sus pisadas alteraron los dibujos. El geólogo Patricio Valderrama señaló al respecto: “Yo tuve la oportunidad de trabajar sobre las líneas de Nazca en 2009 y soy testigo presencial de lo frágiles que son, el solo hecho de caminar sobre ellas es hacerles daño, ya que las huellas de las pisadas no se borran, ¡quedan ahí permanentemente! De hecho, cuando caminé cerca de las líneas (nunca sobre ellas) tuve que usar un protector especial para que mis propias huellas no quedaran marcadas en el terreno”.
Los militantes ecologistas habían hecho la intervención sin permiso ni equipo adecuado, y con su recorrido crearon una línea nueva que antes no estaba. La organización ahora está enfrentando una denuncia por parte del gobierno peruano, que solicita la prisión preventiva y la prohibición de salida del país de los activistas. Greenpeace ya pidió todas las disculpas pertinentes, pero el gobierno no las aceptó y se ha mantenido firme en su posición. En declaraciones a la fiscalía, el director de la Ong se mostró cooperativo facilitando datos sobre los activistas, a quienes se acusa de “atentado contra el patrimonio cultural”, delito que en Perú es penado con tres a seis años de prisión.