Rogelio Naranjo fue, y sin dudas seguirá siendo, uno de los más grandes caricaturistas que nació en México. Oriundo de la ciudad de Peribán, estado de Michoacán, vino al mundo en 1937, el mismo año en que León Trotsky llegó a México luego de ser expulsado de Francia y Noruega, el mismo año en que el presidente Lázaro Cárdenas nacionalizó el ferrocarril y José Clemente Orozco comenzó a pintar sus más célebres murales en el antiguo hospicio Cabañas.
Fue un viernes 3 de diciembre que nació el hijo de Dolores Ureña y Ramón Naranjo: Rogelio, quien ya desde niño comenzó a dibujar y a mirar en los periódicos mexicanos los trabajos de Rafael Freyre, del “Chango” García Cabral, de Antonio Arias Bernal… A partir de los 11 o 12 años, contó, soñaba con ser dibujante de caricaturas en un periódico.
Naranjo ingresó a la Escuela Popular de Bellas Artes en 1954 y permaneció allí hasta 1961. Aprendió dibujo, pintura y cerámica con el pintor Alfredo Zalce, que hacía caricaturas y las firmaba con el seudónimo “Era”.
Las primeras publicaciones de Naranjo aparecieron en Morelia, en la revista literaria El Centavo (fundada en 1954) y en el Boletín mensual de la Universidad Michoacana, que desde 1956 dirigía Enrique González.
Desde 1965, para ilustrar las portadas de esas publicaciones, Naranjo dibujó a Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Porfirio Barba Jacob, Ernest Hemingway, Miguel Hidalgo, Francisco Madero, Emiliano Zapata, Venustiano Carranza, Lázaro Cárdenas, Fidel Castro…
Cuando viví en México (entre 1982 y 1985) Rogelio Naranjo era uno de los más grandes caricaturistas de ese país. Un país con una tradición de múltiples y variados creadores gráficos en la prensa. Ya antes de su período de brillo estaban (por nombrar sólo a algunos): José Guadalupe Posada, José Clemente Orozco (más conocido como pintor y muralista), Miguel Covarrubias; y ya más contemporáneos de Naranjo: Abel Quezada, Rius, Helioflores, Carlos Dzib, el chileno Pepe Palomo, Magú y los más jóvenes: el Fisgón, Manuel Ahumada, Trino, Efrén, Rocha, Sergio Arau, Sifuentes, el cubano Boligán, Cintia Bolio, Nerilicón y muchísimos más.
Es que en México la tradición de la caricatura, los “moneros” y el cartón editorial, es enorme y riquísima. Allí es donde se inserta el magisterio de Rogelio Naranjo, que en 2010 tuvo el generoso gesto de donar casi toda su obra gráfica –unos 10.300 originales– a la Universidad Nacional Autónoma de México. Con parte de esa donación, más precisamente la dedicada a la sátira política, se organizó en abril de 2011 una muestra itinerante denominada A ti te hablo.
El dibujo de Naranjo tiene una contundencia y una belleza impar que dejan boquiabiertos a todos quienes sufrimos y disfrutamos rayando papeles.
Sus complejos entramados de líneas se emparentan con la obra del genial caricaturista estadounidense David Levine, y sus imágenes surreales se apoyan en la obra y la creatividad del artista Saúl Steinberg, nacido en 1914 en Rumania, que dibujaba muchas de las portadas de la revista New Yorker.
Naranjo se trasladó a la ciudad de México en 1962, y luego de trabajar realizando murales históricos para el Museo de Antropología, otro caricaturista –Vadillo– lo ayudó a conseguir trabajo, y a finales de 1965 publicó su primera obra en El Gallo Ilustrado, y luego con Rius en El Mitote Ilustrado, después en El Heraldo de México…, después en la revista Siempre, el diario Excélsior, la revista Proceso y el periódico El Universal. Allí ya su magisterio estaba instaurado y muchos tratamos –en vano– de imitarlo.
Hoy, como en el famoso cartel que primero dibujó para su partido político –el Partido Mexicano de los Trabajadores– y que luego fuera utilizado para ilustrar la carátula de un disco de José Carbajal, el Sabalero, digo: ¡Me vale madre (la muerte)! Porque esa extraña relación que tienen los mexicanos con el inevitable horizonte, donde nos espera el final (a todos los seres vivos, quizá incluso al planeta que habitamos), fue retratada con maestría y tradición por este genial artista que acaba de irse.
Te saludo, Rogelio, junto a todos los maestros de la caricatura y la gráfica popular, como José Guadalupe Posada, Manuel Manilla o José Clemente Orozco, y a maestros del arte y la literatura de México y Latinoamérica, como Juan Rulfo… Aquí quedarán las imágenes de este artista irrepetible, tocadas por la genialidad de quien supo dibujar como nadie a “la pelona”.
Montevideo, noviembre de 2016.