¿Qué ventaja es más injusta, después de la herencia? ¿La belleza? ¿La inteligencia? La belleza impacta inmediatamente, no hay nada que probar, está a la vista de todos y, por sí sola, abre puertas. Los frutos de la inteligencia llevan más tiempo, pero son más duraderos. En 1998 escribí una reseña para el suplemento cultural de la revista Posdata sobre una novela bastante graciosa, llamada La suerte de la fea, de la italiana Carmen Covito. Por alguna razón, todavía recuerdo el final de aquella bibliográfica escrita cuando tenía 30 años: «Porque si a una mujer al nacer –y en vista del mundo que le tocará enfrentar– le preguntaran si prefiere ser linda o inteligente y contesta “linda”, es porque ya es inteligente».
Marianne Faithfull era hermosa.
La historia ha sido contada mil veces. La del día en que Marianne se volvió cantante sin haber tenido siquiera que abrir el pico. Tenía 17 años y estaba en una fiesta en Londres con su novio, John Dunbar. En la fiesta también estaban los Rolling Stones y su mánager, Andrew Loog Oldham, que la miró a través de la sala y supo que sería una estrella.
—¿Ella puede cantar? –le preguntó Oldham a John.
—Supongo que sí –contestó el novio de Marianne.
Una semana más tarde la rubia e inocente Marianne era invitada a los estudios Olympic para que Oldham comprobara si era posible que aquella belleza más o menos cantara.
«Empezaron a hablar de mí como si yo no estuviera presente, lo cual era una de las cosas más extrañas de los años sesenta, es decir, que si eras una muchacha o una mujer, nadie te hablaba como si tuvieras un cerebro o como si pudieras responder», diría mucho más tarde.1
La canción que grabaría a la postre también era hermosa y sería recordada por ser la primera escrita por la dupla Jagger-Richards: «As Tears Go By». Ella la transformó en un hit aunque no le había gustado particularmente. Tampoco les había gustado a Mick ni a Keith, pero ella pensó en lo notable que era que dos veinteañeros fueran capaces de escribir sobre una mujer adulta que mira su vida en retrospectiva. Más tarde, cuando escribiera su autobiografía,2 ella también lo haría.
En la vida de Marianne hay muchos sueños. Sueños naturales y sueños inducidos. Sueños de cansancio y sueños de morfina. Su autobiografía empieza con el primer recuerdo del que tiene memoria: sueña que su madre es una diosa con serpientes en la cabeza que lleva puesta una poderosa armadura. Entonces, la levanta en brazos… y la cocina a las brasas, en una parrilla. Será un sueño recurrente para toda la vida.
La madre de Marianne se llamaba Eva, era la baronesa de Erisso y descendía directamente de Leopold Sacher-Masoch, autor de la célebre novela La venus de las pieles, cuyo nombre da origen al término masoquismo y, la novela, a la canción de la Velvet Underground. Descendiente de judíos, Eva vivió en Viena bajo el nazismo y fue violada por un soldado ruso y rescatada por un espía británico, el mayor Glynn Faithfull, que fue a buscarlos enviado por el hermano de Eva, que estaba peleando junto con los partisanos de Tito en Yugoslavia.
Eva y Glynn se casaron en Inglaterra, pero la guerra dejaría una marca indeleble en la madre de Marianne y esta, en su hija. «Ella era distante, orgullosa y un poco extraña. Era, además, muy hermosa.» Una vez, Marianne decidió preguntarle acerca de su infancia, ya que había escuchado que Eva había tenido una relación incestuosa con su hermano y quería saber qué marcas le había dejado. Eva le dijo: «Mi infancia fue perfecta». Marianne le contestó que eso no era posible, que nadie había tenido una infancia perfecta.
—La mía lo fue.
—La mía no lo fue en absoluto –le dijo Marianne.
—Bueno, eso es problema tuyo, ¿no es cierto?
Más adelante contaría otros sueños, incluso los que se transformarían en canciones cuando, tras una sobredosis de somníferos, Marianne despertó luego de seis días y le dijo a Jagger: «Wild horses couldn’t drag me away» (los caballos salvajes no pudieron arrastrarme). Pero la influencia de Faithfull sobre Jagger no se limitó a eso, ya que fue ella la que lo acercó a los libros, el teatro y la cultura: «Lo que yo le di a Mick fue mi mente y mi educación, todo, realmente».3
Así fue como en tan solo cinco años puso tres hits en el top ten, grabó un álbum, filmó una película junto con Alain Delon, se casó con John Dunbar y tuvo un hijo, se separó y formó con Jagger la pareja más glamorosa del Swinging London, fue un escándalo en los tabloides cuando la Policía la encontró completamente desnuda sobre una alfombra en una redada en la casa de Richards y le regaló a Jagger no solamente uno de los más famosos versos de los Stones, sino la letra completa de «Sister Morphine», que grabarían más adelante para el álbum Sticky Fingers. «Ser un drogadicto varón y actuar como uno es siempre glamoroso y enriquecedor. Una mujer en esa situación se transforma en una puta y mala madre.»4
A raíz de su adicción a la heroína, Faithfull va a perder la custodia de su hijo Nicholas y a vivir por dos años en las calles. Y es allí donde empieza la segunda parte de esta historia, que es de redención, porque finalmente la pregunta del mánager de los Stones sobre si podía o no cantar es contestada sin ironía.
En 1979, Faithfull edita su álbum Broken English, que se ha transformado en un clásico. Su voz, para entonces, había empezado a transformarse al sumar la carga de la calle, el tabaco, el frío y la adicción. Es un álbum sorprendente, porque en él Faithfull revela su verdadera esencia punk, que a partir de entonces la va a acompañar haga lo que haga. Y es que el punk no está tanto en la música como en ella; no necesariamente en el estilo de las canciones, sino en la esencia, así suenen a electropop, folk o, incluso, a música de cabaret.
¿Qué ventaja es más injusta, después de la herencia? ¿La belleza? ¿La inteligencia?
¿El talento? Marianne Faithfull las tuvo todas, pero reventadas, rotas: su belleza rutilante, el amor por el arte y los libros, que transformó gracias a su talento en canciones, obras de teatro y películas. También, la nobleza de linaje, que le daba una distancia y una superioridad irónicas, siempre hilarantes, heredadas de su madre, la baronesa que se casó con un inglés porque le pareció educado y del que se terminó separando. ¿Cómo olvidar lo que Eva le contestó a la vecina que le criticó el escándalo tan poco inglés que le montó a su marido al separarse?
—Querida Bonnie, mis antepasadas eran ladies cuando las tuyas todavía estaban colgando por la cola de la rama de un árbol.