El título Pop queer es bastante directo: refiere a un género musical harto identificable –aunque no deja de nuclear un abanico de propuestas superamplio– que es realizado por artistas que son parte de un movimiento social que ha tenido la fuerza suficiente como para poner sobre la mesa una enorme variedad de temáticas fundamentales. Es muy probable que, a muchas personas, este título los remita a esa trillada imagen caricaturesca de lo queer, como si no hubiera nada payasesco en la cultura heterosexual. Pero basta con ver las ediciones anteriores o leer los comunicados de prensa de este año para notar que se trata de propuestas muy serias, realizadas con mucha dedicación y profundidad.
Esta ocasión contará con siete espectáculos: para empezar, estará Neken Mattos, de Rivera, quien, a pesar de hacer una música electrónica con una sonoridad muy frontal, presentará un pop emocional e introspectivo. Estará también Flø Ramé, que recién lanzó su primer álbum, titulado Quimera, y que presentará una música en sintonía con el R&B y el neosoul contemporáneos. Luego estará Goro Gocher, que también lanzó un álbum, titulado Tormentas, y que invitará a escuchar una música electrónica intensa, con sonidos estridentes y filosos, y con un aura incandescente entre lo oscuro y lo esperanzador. Otra artista será Victoria Solé, cantautora más clásica, con un estilo de composición y una sonoridad que recuerdan a varias artistas del pop-rock de los noventa. Max Tejera será otro de los nombres del domingo, y rondará por el denominado electropop, con una fuerte y variada base de sintetizadores y una sonoridad muy en la cara. La lista continúa con Lea Amaro, una artista licenciada en Canto por la Facultad de Artes de la Universidad de la República que recientemente inició su búsqueda en un pop cercano a estilos de los ochenta combinado con su voz especializada en canto lírico, logrando así una mescolanza bastante inusual. La noche contará con el trabajo de Fér Piñeirúa, artista visual, muralista y diseñadora que se ha aventurado en la música como video-jockey.
Pero, independientemente de las particularidades de cada propuesta, hay algo que atraviesa a todas: lo queer. No está bueno encasillar el arte de una persona por una condición que escapa a la norma, pero si se trata de expresar subjetividades, entonces es inevitable que el arte esté atravesado por la identidad. Es música queer porque quienes la hacen son queer y eso está ahí, latente, incluso discursivamente, como un acto político. Eso significa que, salvo que seas queer, hay algo que no podrías expresar artísticamente de esa forma; por suerte, eso no significa que no puedas vivenciarlo y dejar que te atraviese. Si todo sale bien, vas a salir con un montón de preguntas. Ah, es un espectáculo libre y gratuito: lo único que puede detenerte es el miedo.