Cuando Madonna besó apasionadamente a Britney Spears y Christina Aguilera en la entrega de los Mtv Music Awards, en 2003, mucha gente quedó desconcertada. Empezaron a aparecer palabras como “heteroflexible” o “flexisexual” para definir a aquellas personas heterosexuales pero no exclusivamente. Es decir, no se trata de bisexualidad sino de reconocer que a las mujeres les pueden resultar en mayor o menor medida atractivas otras mujeres.
Comprensible, si se piensa en el bombardeo cotidiano con imágenes de partes del cuerpo de la mujer, asociadas a todo tipo de producto, que se señalan como “lo atractivo”, “lo erótico” y “lo sensual” (hablamos de tetas y culos, por si fuera necesario aclararlo).
Angelina Jolie antes de Brad tuvo parejas mujeres; Anne Heche que de repente se enamoró de Ellen y luego retomó el vínculo heterosexual y se casó y ahora ya se divorció; Cynthia Nixon, protagonista de Sex and the City, que se separó de Danny Mozes, padre de sus dos hijos, para unirse a la activista Christine Marinoni. Nixon manifestó acerca de su atracción por las mujeres: “No era algo que estuviera esperando para salir. Era el hecho de que esa persona está ahí, es innegable. ¿Cómo voy a dejarla ir?”.
Generalmente cuando se habla de la sexualidad de los seres humanos no tenemos en cuenta el factor tiempo. Es decir, nacemos varones, mujeres o intersexo y se presume que cuando empezamos a definir lo que nos atrae, los afectos y deseos se fijan y se mantienen estables para siempre. Incluso la identidad sexual se presume única y constante en el correr de la existencia.
Lisa Diamond, Phd en desarrollo humano, autora de Fluidez sexual: entender el amor y el deseo de las mujeres (2008),1 entrevistó a casi cien mujeres durante diez años para constatar que cuando etiquetaban su identidad sexual lo hacían con variaciones en las entrevistas que se realizaban cada dos años. Las que se definían lesbianas pasaban a definirse como bisexuales o heterosexuales, y en determinado momento varias prefirieron dejar de etiquetarse.
La autora explica que la sexualidad femenina fue estudiada durante mucho tiempo como la otra cara de la moneda de la masculina, y en realidad no son necesariamente similares u opuestas. Por flexibilidad sexual se entiende que las situaciones inciden en la capacidad de respuesta sexual de las mujeres. Flexibilidad que hace posible experimentar deseo por un hombre o por una mujer, dependiendo de las circunstancias. “Las mujeres de cualquier orientación sexual pueden experimentar variaciones en sus sentimientos eróticos y afectivos dependiendo de la situación, relación y etapa de la vida que atraviesan (…). La noción de fluidez sexual no es nueva pero no está teorizada explícitamente”, escribe Diamond.