—El problema energético es estructural, no coyuntural. En 1997, cuando la discusión de la ley del marco regulatorio, nos vendieron un tranvía. El gerente general de UTE sostuvo que a Argentina le sobraría energía eléctrica y que había gas para 50 años. Se jugó al gasoducto Cruz del Sur, que hoy es un simple caño, y así condicionó la política de inversiones. Hoy ese gerente está trabajando en una empresa argentina y nosotros vivimos crisis como la del supergás, y eso que Argentina, que tiene una crisis mucho más grande, se portó como los dioses con nosotros.
Tenemos que apostar a todas las formas de generación si queremos impulsar el país productivo: además de la hidráulica, la atómica, la eólica, el biocombustible, la refinación de petróleo pesado y por supuesto el gas natural.
Por las reservas mundiales y por sus costos, la regasificación de gas líquido debe ser una prioridad. Una planta regasificadora en La Paloma, como parte del proyecto de puerto de aguas profundas, es una perspectiva en el largo plazo. En lo inmediato debemos implementar el barco regasificador, que es una especie de planta portátil. No se compra, se alquila. Venezuela tiene gas a patadas, pero está atrasada en la infraestructura para explotarlo. Firmó convenios con Colombia y se va a construir un gasoducto, que puede llegar hasta Panamá. El segundo gasoducto va a llegar hasta Manaos, en Brasil. Nosotros, aquí abajo, la quedamos por un buen tiempo. Tenemos que salir a buscar gas congelado para diversificar la matriz energética y procesarlo en el barco hasta que se construya la planta. Hay un berrodo técnico: hay quien dice que no se puede poner en la bahía de Montevideo, aunque me dicen que un barco regasificador puede operar con olas de hasta ocho metros. Lo que sí sé es que una solución a corto plazo de la regasificación daría una rentabilidad interesante a ANCAP. Sería criminal que Uruguay no se preocupe con tiempo por la cuestión de la energía. Tuvimos que hacer una usina de apuro, no sé si era lo mejor, era lo más rápido; debería haber sido de ciclo combinado.
Este proyecto, que incluye un puerto, una planta de gas y que se complementa con el corredor bioceánico, no debe ser un proyecto monopólico. Debemos explotar la esquina del Atlántico con un concepto integrador, debemos meter a la región. Si hacemos como siempre, no dejamos comer y no comemos. Y si no nos abrimos, los obligamos a dar otra respuesta, como un puerto y una planta en Bahía Blanca.
Son dos problemas: el problema del puerto y el problema de la energía. El puerto nos potencia; la planta de gas es de supervivencia.
Para ayudarnos a nosotros mismos, tenemos que ayudar a Buenos Aires. Argentina tiene una crisis energética pelotuda. El barco regasificador, que cuesta de alquiler unos 40 millones de dólares al año, sólo es pensable si producimos para Argentina. El grueso de la producción la va a consumir Buenos Aires. Tenemos que apurarnos, porque no hay muchos barcos regasificadores, y los primeros dos que se construyeron los tiene Brasil. ANCAP tiene que definir rápido este asunto. Hay una lucha de intereses, Petrobras se está moviendo duro. La historia del hombre es la lucha por disponer más energía. El gas nos daría una alternativa por un tiempo importante.
Los puertos terminan haciendo un país, generan un gran hinterland. Este puerto en La Paloma tiene que ser un puerto argentino, tiene que ser un puerto para el Mercosur, para Bolivia, para Chile. Hay que promover sociedades mixtas propiedad de los distintos estados, que a su vez se asocien con privados. Los puertos como competencia nos matan, porque entramos en la lógica que seguimos hasta ahora. Y aun hay otro enfoque en la argumentación: el gran defecto del Mercosur es que cuando se comenzó a implementar, en pleno epicentro de las concepciones neoliberales, quedó en gran medida como un acuerdo comercial, y no de construcción. La infraestructura, la complementariedad industrial, el empalme de las carreteras, la cuestión energética, no estuvieron en el tapete. Tuvieron que pasar años para que estos asuntos recién comiencen a aflorar.
Este es un proyecto pelotudo, pero además hay que tener la grandeza de convertirlo en un proyecto nacional, embarcar a todos. Después tendremos mil cosas para matarnos. Tenemos que construir un “nosotros”, un proyecto de unidad nacional. En el gobierno esta idea está penetrando. Para algunos esto puede ser una utopía, pero cualquier cosa grande que te plantees va a ser una utopía. Hay que ver si cumple una necesidad histórica, y entonces va a dejar de ser una utopía.
Tenemos que tomar decisiones rápidamente. En primer lugar el proyecto del barco regasificador, no sólo por la importancia en la diversificación energética sino porque, además, nos facilitaría soluciones para los problemas puntuales que tenemos con Argentina.